Ecosofía

El sexenio perdido y el enigma venidero

(1 de 2)

Son muchas las voces que en los últimos años se han levantado contra los megaproyectos de la administración actual. Algunos ambientalistas fuimos tratados de “conservadores” o “fifís” por oponernos al proyecto del Tren Maya — AMLO, entonces, se atrevió a preguntar acerca de dónde nos encontrábamos cuando el ambiente de México era depredado… ¡pues jugándonos el pellejo en la lucha contra los proyectos ecocidas de las anteriores administraciones!

Personalmente formo parte del grupo de investigadores que enviamos una carta muy respetuosa (era 2018, antes de que asumiese la presidencia) alertando a AMLO sobre los riesgos ambientales del Tren Maya. Y lo único que obtuvimos fueron insultos y denostaciones.

AMLO nos mostró, de manera muy temprana, su cara dictatorial y eso nos obligó a radicalizarnos.

En estos tiempos, sin embargo, la lucha es mucho más difícil, no solo porque su administración ha casi desaparecido los organismos de participación ciudadana, sino porque los megaproyectos referidos ¡los realiza el ejército! ¿Quién se atreverá a cuestionarlo? ¿Quién realizará un plantón para detener las obras? ¿Quién perseguirá el aumento de los costos?

Las obras insignia del gobierno actual, por ser realizadas por el ejército, operan en total opacidad y es por ello por lo que admiten sobre costos simplemente inconcebibles. Si la responsable de las obras hubiese sido una empresa comercial, ya habría sido sancionada.

Y si a esto sumamos que los megaproyectos de AMLO van a contramano de lo que el mundo requiere para evitar la crisis socioambiental que asoma, la cuestión se revela aún más grave.

A fines del 2022 fue publicado el estudio Sin energía. Pequeña guía para el Gran Descenso del Dr. Antonio Turiel, un investigador del Instituto de Ciencias del Mar catalán. En tal estudio sostiene, basado en datos internacionales, que el mundo se queda aceleradamente sin energía, primero sin diesel —el cual es necesario para la industria y el transporte— y pronto sin los demás combustibles fósiles y el uranio, un elemento imprescindible para las centrales nucleares.

En México la cuestión no es diferente. En el 2023 la producción de PEMEX, a pesar de los esfuerzos, volvió a caer (promedió 1,588 mbd) y ahora nos encontramos en rangos muy similares a los anteriores al descubrimiento de la red de pozos de Cantarell, esa que hizo decir al entonces presidente José López Portillo, que “nos tocaría administrar la riqueza”.

Ahora es al revés. En pocos años nos tocará volver a administrar, en términos energéticos, la pobreza.

A la refinería de Dos Bocas, la cual supuestamente debería estar refinando petróleo desde el 2022, le costará mucho esfuerzo recuperar la enorme inversión que llevó construirla.

Si México hubiese destinado el capital invertido en Dos Bocas a la construcción de proyectos de energía renovable otro gallo cantaría al país. La generación eléctrica vía proyectos de energía solar ha sido en los últimos años mínima: de la planta solar de Sonora, inaugurada con bombo y platillo —aunque sin terminar— en el 2023, casi ni se habla y aquella bien instalada en la Central de abasto de la CDMX, es referida de manera ambivalente [1].

La administración actual decidió gastar cantidades ingentes de dinero en Dos Bocas —todo parece indicar que la refinería, al final, costará 20 mil millones de USDlls, es decir, casi tres veces más de lo proyectado inicialmente— y dejar sin apoyo a la imprescindible transición energética a las renovables. Pero el ambiente no era la prioridad del presidente.

Es por esto por lo que podemos afirmar que sexenio de AMLO fue, desde el punto de vista ambiental, un sexenio perdido.

Las dos candidatas a la presidencia han señalado que avanzarán en la dirección de las renovables. Ha sido Xóchitl Gálvez la que, el 7 de marzo señaló que, de ser elegida, optaría por el fomento de la energía nuclear, lo cual es, desde nuestro punto de vista un grave desatino.