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LA FORTUNA DE PODER SER SOBERANOS

 

En un día como hoy pero de 1938, el entonces presidente de México, Lázaro Cárdenas del Río, decretó la expropiación de los activos de 17 compañías extranjeras que controlaban la industria petrolera, para darle la propiedad a los mexicanos, de conformidad con el artículo 27 de la Constitución. Desde esa fecha, han pasado muchas cosas en nuestro país y en el mundo relativas al tema de la generación de energía.

En efecto, querer entender al México actual sin saber lo que ha sucedido en el mundo es un ejercicio inútil. La globalización impulsada e impuesta, a partir de los años ochenta del siglo pasado, generó relaciones de insana dependencia entre muchas naciones, y de éstas con organizaciones multilaterales y transnacionales, cuyos efectos deben analizarse debidamente.

La tesis de que el mercado sustituiría al Estado/nación como responsable de crear el bienestar colectivo fue un salto ideológico al vacío, sin antecedentes históricos que lo comprobaran. Ni Estados Unidos de América, el promotor oficial del más crudo capitalismo, se cree esa mentira, ya que sus gobiernos han sido los más fervientes socios, cómplices y operadores de su “libre mercado”. Es hora de reconocer los costos humanos, sociales y ambientales de ese mal entendido y mal aplicado concepto de libertad, que la propaganda anglosajona/judía, con sus ahora decadentes aliados europeos, impulsaron durante los últimos cincuenta años.

La revolución francesa en el año 1789 acuñó los términos de libertad, igualdad y fraternidad que dieron pie para la creación de los estados modernos. Doscientos años después, con la caída del muro de Berlín en el año 1989 y la desaparición de la URSS, se generalizó el discurso que hizo creer engañosamente al mundo de que el “libre mercado” era la fórmula adecuada para resolver los problemas de la humanidad. Los Estados Unidos de América liderearon esa cruzada.

En los hechos, el modelo neoliberal/globalizador fue disruptivo para el modelo del Estado/nación/benefactor iniciado a partir de la Revolución Francesa, ya que los valores de libertad, igualdad, fraternidad, justicia social, soberanía y autodeterminación de los pueblos, fueron sustituidos por los valores del individualismo, la meritocracia, la guerra comercial entre países, las pérdida de la visión de mediano y largo plazo, el pragmatismo social, la adicción al crédito y al consumo, la creación artificial de necesidades humanas, y la desconfianza y competencia entre personas y naciones.

Se desmanteló en diversa medida la intervención de los gobiernos en el fomento y desarrollo de la economía nacional, se privatizó una amplia gama de bienes nacionales, y la función gubernamental se acotó a la creación de normas que favorecieran a la empresa privada nacional y transnacional, a cuidar el orden público, y a atender a las víctimas afectadas por la instrumentación del nuevo modelo.

En efecto, la soberanía nacional y la autodeterminación de los pueblos fueron sojuzgadas por poderes fácticos transnacionales de carácter financiero, comercial, y cultural, apuntalados por las deudas impagables, la corrupción gubernamental, y por la alienación de las grandes masas de población causada por los contenidos tóxicos de los medios y plataformas de comunicación de alcance internacional.

De igual forma, la facultad y el derecho de autodeterminación de los Estados/nación se menguó por la imposición de normas financieras y comerciales, por parte de organismos internacionales manejados por los poderes hegemónicos de Occidente. A su vez, la pérdida de soberanía fue notable en lo interno y en lo externo, por la suscripción de convenciones y tratados internacionales inequitativos de carácter económico.

Recordemos que hay diversos ámbitos de soberanía de un país: alimentaria, política, económica, financiera, tecnológica, militar, y energética. La conmemoración de este día centra nuestra reflexión sobre el tema de la soberanía energética. Queda claro que la actual administración federal ha centrado mucho de su quehacer en revertir la reforma energética aprobada en el año 2013, para con ello recuperar el control nacional de la producción, distribución y consumo del petróleo y de la energía eléctrica, y, de esta forma, no depender de ninguna empresa o país extranjero en esta materia.

Somos un país privilegiado que tiene la opción de administrar de manera soberana, y en beneficio de quienes aquí vivimos, nuestros actuales activos energéticos, además de contar con recursos para explorar fuentes de energía alternativa más amigables y ecológicamente sustentables. En este sentido, es difícil creer que existan mexicanos, cuya visión siga siendo el entregar el control de los recursos energéticos a compañías privadas extranjeras, ignorando la condición de vulnerabilidad en la que eso nos coloca. Sólo como ejemplo, hay países que están sufriendo por el uso político de la energía, como es el caso de Alemania, la cual está dejando de ser la “locomotora del desarrollo europeo”.

Al igual que la soberanía alimentaria, la soberanía energética la debemos manejar con sentido económico/político/social/cultural/ y ecológico. Estamos en condición de hacer efectivo el derecho que tenemos como personas y como sociedad de tomar nuestras propias decisiones en materia de generación, distribución y consumo de nuestros bienes energéticos. Podemos hacer realidad el anhelo de que todos los mexicanos tengamos acceso a diversas fuentes de energía, “en condiciones dignas y en cantidad suficiente y equitativa”.

*Interesado en temas de construcción de ciudadanía.