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Por Raúl Silva de la Mora

“Se está en el mundo para dar y Nacho lo dio todo”, me dice Rafael Catana, concentrando en esa frase una de las esencias del Multiforo Cultural Alicia, cuya colorida cortina con la imagen de un personaje del país de las maravillas se cerró el pasado domingo 14 de marzo, luego de 27 años creando cultura y conciencia política desde la Ciudad de México.

Ubicado en el 91 A de la Avenida Cuauhtémoc, Colonia Roma, el Alicia desplegó sus alas con un sentido universal. Territorio de las tribus urbanas, esas que en sus músicas reflejan diversidad y sentido de pertenencia. Caracol citadino donde sucedieron diálogos combativos plenos de conciencia social, política y cultural. Porque no sólo fue un escenario para la música. El Alicia se construyó convocando a un diálogo permanente donde la libertad y la fiesta también fueron conferencias, presentaciones de libros, producción de discos y libros, y esa inmensidad de carteles, diseñados por Andrés Ramírez Cuevas, donde no sólo se anunciaban los conciertos semanales, sino también repartían poesía, consignas, manifiestos, frases contundentes para alimentar otras realidades (“Nos faltan 43”, “Música contra el poder”, “Déjenlo todo”, “Haciendo de la memoria un verbo”, “La rebeldía es la vida, la sumisión es la muerte”).

En sus 27 años de vida, las calles aledañas del Alicia fueron tomadas por la diversidad en todo su esplendor, filas de jóvenes que una semana eran pertenencia del punk, otra del ska, del blues, del rock, del metal, del hip-hop y de la trova, para sólo enumerar unos cuantos, porque resulta imposible abarcar la dimensión de lo que forjó este foro, que contra viento y marea resistió todo tipo de embates. ¿Cuántas veces, la irracionalidad del poder buscó desaparecerlo? ¿Y cuántas veces la resistencia se impuso?

Somos muchas y muchos los que le debemos al Multiforo Cultural Alicia por sus puertas abiertas. A mi, me consta el apoyo que le dio Nacho Pineda a nuestra audio video revista Nomedites, cuyo cuarto número fue financiado por Grabaxiones Alicia. O la maravillosa presentación del número dedicado al Movimiento Infrarrealista, con la presencia de sus poetas, y músicos como Leticia Servín, Fernanda Martínez, Rafael Catana… O las presentaciones de varios libros de La Ratona Cartonera.

La desaparición del Alicia es una forma de tragedia, pero no en un sentido melodramático, porque estoy seguro que, como las fantasmagorías del país de las maravillas, la herencia que durante 27 años fue creando este foro seguirá haciendo nacer nuevas formas de resistencia cultural y política.

Autogestión, anarquismo y zapatismo fueron razón de ser en este territorio insurrecto. La autogestión a la manera del Tequio prehispánico, donde todo se hace en comunidad y sin esperar nada del gobierno. Anarquismo como un gesto de libertad para alcanzar la conciencia del ser. El zapatismo como una resonancia de la resistencia indígena.

En una conversación con Rafael Catana, músico rupestre, poeta infrarrealista y uno de los imprescindibles del Alicia, Nacho Pineda confesó: “¿Qué es el Alicia? un laboratorio, nosotros no somos un bar, nosotros no somos un antro de moda, somos un espacio cultural, político y de resistencia. Deja el glamour, a nosotros nos interesa el rollo social.”

A la manera de esos músicos que ardieron en su propia luz a los 27 (como Janis, Jimi, Jim, Kurt y Amy), el Alicia decidió desaparecer por mano propia. Ese acto valiente es, al mismo tiempo, un nuevo gesto de resistencia. Las resonancias de su vida son inmensas y numerosas. Alicia, que no vivía en el país de las maravillas, creó una conciencia cultural y política, abrió puertas con sus puertas abiertas, larga vida al legado de esta acción cultural.

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