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Los datos hablan por sí mismos, y son de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC): Morelos se encuentra entre los estados más violentos del país, con 60 homicidios cometidos en lo que va de marzo.

Acabamos de concluir una de las quincenas más violentas desde que se lleva el registro. En promedio, por semana, se cometen 30 homicidios en nuestro estado.

La Comisión Estatal de Seguridad, encabezada por José Antonio Ortiz Guarneros, ha logrado identificar a 14 organizaciones criminales operando en Morelos, y nos previene de que en la temporada electoral podría agudizarse la violencia política.

Eso no es todo, nuestro estado, a pesar de no ser ni uno de los más grandes ni de los más poblados de México, está entre los cinco en donde desaparecen más personas.

De acuerdo a la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas y No Localizadas, en México se esfuman sin dejar rastro 29 personas cada día y Morelos es la quinta entidad en cantidad de desapariciones, solo por debajo de la Ciudad de México, Zacatecas, Michoacán y el Estado de México.

Es por eso que resulta incomprensible la actitud de algunas autoridades que pretenden minimizar la inseguridad de algunas regiones por el simple hecho de que en otras zonas se la pasan peor. En el mejor de los casos es un triste consuelo para los que ven su vida alterada por la violencia.

Algunos justifican el inusitado nivel de violencia que vive Morelos con la cercanía a la Ciudad de México y por el hecho de que estamos en una zona de intenso tráfico de sustancia ilícitas; otros tan solo ven la incapacidad de las autoridades para, por lo menos, intentar frenar un fenómeno que parece crecer de manera exponencial.

Aunque suene trillado, debemos entender que nunca es tarde para empezar a trabajar en la solución de los problemas, lo que sucede es que mientras más nos tardemos en empezar, al final tendremos que lidiar con problemas más y más grandes.

Es necesario que nos pongamos a trabajar sin detenernos a pensar en las ventajas políticas; más allá de las consideraciones partidistas, está la ciudadanía -sí, aquellos que también conforman al electorado- que son, siempre, las inevitables víctimas.