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Hace más de una semana se llevó a cabo el debate presidencial de candidatas/os contendientes a la presidencia de la República Mexicana. Parece que quedaron lejos, por lo menos visto a simple vista, aquellos debates de tiempo atrás en donde prevalecía la burla, el circo, el sarcasmo y, en cuestión de propuestas serias, se asomaba una notable escasez. Al menos era mayor la cantidad de retórica y espectáculo (con edecán incluida) que el ánimo de sostener un verdadero intercambio de propuestas e iniciativas de gobierno.

El debate de hace unos días se mostró más sobrio (cierto que hubo muchas pifias, desatinos y actos ridículos) que los de años anteriores; pero ¿es suficiente? Es decir, se observó una mayor distancia de Claudia Sheinbaum respecto de sus otros dos contrincantes en cuanto a lo que se refiere a propuestas, discurso, probidad de sus dichos, perspectiva de gobierno, etc. A diferencia de sus otros dos adversarios, quienes, instalados en una cultura política de la falsa retórica, prometieron cosas difíciles de llevar a la práctica. Cayeron más bien dentro del umbral del artificioso acto de campaña, que promete todo pero que no cumple nada, y que bien conocemos mexicanas y mexicanos.

Sin embargo, ha de decirse, en un ánimo de crítica constructiva, que el desempeño de Sheinbaum tampoco ha sido el deseable para estar a la altura de una democracia que cada vez demanda un gobierno más inclusivo, con cobertura de mayores necesidades y que, en ese sentido, precisa también de la construcción de un discurso que se empate con el modelo democrático que deseamos; fuera de la retórica a la que suelen recurrir nuestros trasnochados políticos.

Aunque hay que decir que el aire fresco que le viene dado al discurso de Sheinbaum proviene precisamente de su formación como científica; eso le permite ver, desde una determinada objetividad, que hay necesidades urgentes para el país; y que está dispuesta a actuar en consecuencia. No obstante, de ganar las elecciones para la presidencia, esperaríamos que actuara también en consecuencia con las omisiones que sí ha cometido este actual gobierno. Comenzando con eliminar verdaderamente el nepotismo que caracterizó los inicios y el ejercicio de la 4t, donde claramente han sido beneficiadas personas con perfiles políticos de otros partidos, con además prácticas de corrupción, colusión con el crimen organizado y abandono de sectores importantes tanto para la producción como pertenecientes a estratos vulnerables de la sociedad.

Es cierto también que la presión de los partidos opositores, muchas de las políticas públicas de este gobierno, además de, en efecto, el ánimo renovado de políticas y políticos que sí se tomaron en serio el cambio y la erradicación de la corrupción, coadyuvaron a que una gran cantidad de personas ciudadanas mexicanas se involucraran con las prácticas y decisiones del gobierno, lo que se traduce en un avance democrático; pero es claro que aún faltan distancias largas por recorrer para conformar un verdadero bienestar, uno de carácter sostenible y que se traduzca en la mejora de la calidad de vida de ciudadanas y ciudadanos.

Por ahora, el terreno de la competencia para Sheinbaum se mira desierto. Se adivinan las pocas posibilidades de ganar los comicios por parte de sus adversarios puesto que aún están hechos a imagen y semejanza de la vieja política, de los discursos caducos donde gobernaba la demagogia y los acuerdos por debajo del agua. Se necesitan verdaderas/os contendientes y lo serán aquellas/os que logren apuntalar, junto con acciones prácticas, la congruencia con el discurso necesario para cubrir las necesidades de un pueblo cada vez más consciente, y por lo mismo más demandante. Pero también de un país que cobra notoriedad y relevancia ante el concierto internacional.

*El Colegio de Morelos / Red Mexicana de Mujeres Filósofas