El huracán Otis arrasó con la ciudad de Acapulco, su zona conurbada y hasta Coyuca de Benítez, aunque a este municipio no se le menciona. Al final sólo estos dos municipios fueron declarados en zona de emergencia por el desastre. Muchas viviendas y edificios arrasados por lluvia y viento de hasta cerca de 300 kilómetros por hora, los techos de las viviendas de muchas colonias populares de Acapulco simplemente se desprendieron; muchos de los muros falsos y vidrios de edificios, condominios y hoteles, de muchos restaurantes y negocios frente a la playa, lo mismo en Condesa del Mar que en el Revolcadero y Punta Diamante.

El Mercado de Artesanías en la esquina de la Diana y el Farallón fue también destruido de muchas maneras, empezando con los techos, según una locataria de muchos años. Desde luego, acapulqueños y seguramente las familias de Coyuca de Benítez se quedaron sin agua potable, sin luz, sin comercios ni venta de agua y muchos alimentos necesarios cotidianos, y pronto sin gasolina ni trabajo, además.

Uno puede imaginarse lo que esto significa, pero quizás no nos alcance la imaginación a menos que uno viva o haya vivido allí. Yo viví en Acapulco por tres años y en condiciones limitadas, por ejemplo, no tenía automóvil y tenía que trasladarme para ir a dar clase al I. Tecnológico de Acapulco, desde por ahí cerca de la Diana hasta el crucero de Cayacos, pasando por la Cima, las Cruces y la Sabana en una vieja Van la llamada La Gacela, en cuclillas porque ya no había lugar y sudando en serio, “de a madre”, con mi enorme portafolio para impartir las siete clases distintas que tenía todos los días. Después, con suerte pude viajar en El Pirata, una especie de taxi pesero colectivo.

Recuerdo que, en la época alta de vacaciones, o semana santa o algún “puente” había que prevenirse porque de repente no podía uno conseguir ni leche ni agua embotellada, porque en aquella época no había ni Walmart, ni Soriana, sólo el Super Super, aquel supermercado propiedad de Zeferino Torreblanca, a la postre alcalde de Acapulco y gobernador de Guerrero.

Así que puede usted imaginarse quedarse sin buen cobijo, a lo mejor con algún familiar, amigo o vecino fallecido, herido o desaparecido, y con sed y con falta de agua y alimentos, y para terminarla de “jod…” sin trabajo y sin luz. ¿Se habrán prevenido algunos de los vecinos de Acapulco? ¿Tendrían sus garrafones de agua, aquellos que vendía aquel que pasaba vendiéndolos en su bicicleta o ahora pasarían los de “la Coca” o los compraron en Oxxo o Walmart? Quien sabe, pero con el calor de Acapulco y la desgracia del huracán, “está ca..”

Vimos que el Presidente de la República se trasladó inmediatamente a Acapulco, por cierto, no supe si fue también a Coyuca de Benítez —donde habían asesinado a más de diez policías una semana antes, junto con el director de policía y el secretario de seguridad del municipio— que les llovió sobre mojado. Esto parecido a Acapulco porque tiene años que la delincuencia organizada ha establecido su “dominio” en Acapulco y en varios municipios del Estado de Guerrero. Coyuca de Benítez y Acapulco tienen desde hace varios años tasas de homicidio doloso parecidas. Para junio de 2023, Acapulco tenían una tasa semestral de homicidio doloso de 26.5 pccmh y Coyuca de Benítez de 31.41 pccmh e Iguala de 33.82 pccmh, este último municipio recuerde fue de donde asesinaron a varios estudiantes y desaparecieron a los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.

Pues, el Presidente de la República fue a Acapulco inmediatamente, una vez y otra vez, pero con aquello de que quiere entregar y resolver estos problemas sin intermediarios y casi personalmente, se reunió en la base naval de Icacos, ahí al principio de la Escénica, con la gobernadora y varios miembros de su gabinete, incluido el secretario de la Defensa Nacional, pero no invitaron ni de broma a la alcaldesa de Acapulco, por cierto de su partido político. Esto es una barbaridad, un error. Esto no fortalece al gobierno municipal ni al de Acapulco ni al de Coyuca de Benítez para enfrentar estas desgracias ni para prevenirlas. Esto y las desafortunadas declaraciones de la Alcaldesa que muestran la pobreza y la debilidad del gobierno municipal de Acapulco que tiene que esperar a que llegue el mismísimo Presidente de la República para que les dé agua, les quite la basura y les dé de comer y les resuelva los problemas de captura del Estado, la violencia criminal y la inseguridad. Esta cabo… ¿no? Fíjese lo que dijo la alcaldesa, frente a la necesidad y la rapiña: “De hecho la seguridad se ha retomado… Yo entiendo, quizás, de afuera nos vean feo cuando uno ve… ciudadanos tomando cosas que no son de ellos. Pero no es lo mismo el que te ve de afuera al que vive este momento. Entonces, yo le llamaría una cohesión social, una salida.” Así es que les están entregando, directamente el ejército, con base en el censo que hicieron y siguen haciendo “los servidores de la nación”, a cada una de 250 mil familias: un refrigerador, una estufa, un ventilador, una vajilla y una cama. Acertada medida “presidencial” ante la devastación y la emergencia del huracán, pero debilitando aún más un gobierno municipal y una sociedad acosada, debilitada y dividida ya por la violencia de la delincuencia organizada y, ahora, la tragedia del huracán.