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Hace más de 60 años que lo arrancaron de su tierra, después de largas peregrinaciones lograron ubicarlo en Nueva York y ahora lo regresarán a su casa. La Unidad de Tráfico de Antigüedades de Manhattan, Estados Unidos, confirmó la devolución del Monumento 9 de Chalcatzingo, o “Monstruo de la Tierra”, la pieza olmeca extraviada más buscada, que por su importancia algunos especialistas equiparan a las monumentales cabezas de La Venta.

Solo existía una reproducción en el Museo de Antropología e Historia en la Ciudad de México y pronto podremos admirar el original en el estado en donde nació.

¿Cómo lo pudimos perder? Por lo mismo que suceden tantas cosas desagradables en nuestro país: por la impunidad y la corrupción.

En nuestro país no existen disposiciones jurídicas que establezcan sanciones específicas para los delitos vinculados con el tráfico ilícito de artefactos con valor histórico. Aunque en la Ley de Monumentos y Zonas Arqueológicas de 1972 ya se tipifican como delitos el saqueo, el robo, el traslado o la destrucción de bienes culturales, pero no específicamente el “tráfico ilícito”. Así, aunque se consideran delincuentes a quienes saquean o roban bienes culturales, para sancionarlos se recurre al Código Penal Federal, que sólo tipifica sus acciones como un “delito grave”.

Así, el crimen organizado también ha encontrado un medio de beneficiarse, aunque este tipo de saqueos comienzan generalmente de manera casual y si mayor pretensión de ganar algunos pesos, algún campesino puede toparse con una pieza y, si es interesante puede atraer la atención de un gran número de personas y no todas con intenciones legales o culturales.

Otra manera es robar museos regionales o comunitarios y, si la pieza es de gran valor, habrá incluso algunos que se atrevan a robar museos bien resguardados.

Pero las piezas se tienen que transportar, pasar fronteras, encontrar compradores, siempre desde la oscuridad, en una red de complicidades y voluntades compradas que encuentran en México condiciones favorables para desarrollarse como son los bajos sueldos de cuidadores de sitios arqueológicos, policías o agentes aduanales, pero también por el hecho de que México carece de algún tipo de catálogo completo de bienes culturales y mucho menos tiene algún registro de las obras que han sido robados.

Lo anterior permitió, por ejemplo, que hace un par de años en la casa de subastas Christie’s se pudiera vender a un particular un lote con más de 70 piezas precolombinas mesoamericanas.

Así es que cuando se recupera alguna pieza, además de las gracias a las autoridades nacionales e internacionales actuales, en esta ocasión también habría que agradecer a los dioses de los antiguos mexicanos que seguramente intervinieron para el Monstruo de la Tierra pudiera regresar a Morelos, su casa.