loader image

Andrés Uribe

Llevo cerca de dos semanas y media abordo, todavía me estoy acostumbrado al barco y la gente abordo, cada que puedo me escapo a tomar un café, leer o descargar algunos discos. Resulta muy efectivo escuchar música cuando no tienes muchas distracciones, es como si devorara canción tras canción con una atención sobre natural, me tumbo en la cama, enlazo mi celular a mi vieja bocina JBL, y pongo play entre 40 y 50 min al día. Esta semana por ejemplo me descargué Endless Summer Vacation de Miley Cyrus. Me gusta mucho esta nueva etapa de Miley, más cruda, más madura y parece que su voz volviera a una época inclusive más vieja que ella misma, con ese gis típico del rock viejo. Rosed Colored lenses se volvió mi track favorito del disco, el intro de la batería es sólido y me recuerda al mismo intro de Them Changes de Thundercat inclusive creo que están cerca del mismo tempo. Mientras la canción avanza, poco a poco se le unen instrumentos como sintetizadores, y guitarras procesadas, al final y en el último coro explota un solo de guitarra totalmente sin sentido, notas al azar procesadas suenan por debajo de la voz y otros instrumentos y se mueven dentro de la música como una serpiente sin cabeza, es una locura, me trae de vuelta también a Medalla de Oro de El mato a un policía motorizado, lo mismo sucede en el último coro, un solo de guitarra necio y desorganizado explota al final. Me gusta esa crudeza, esa forma de ser injustificada. Quizá en el fondo pienso que hay cierta libertad en ello, en la expresión no organizada, en el caos de la vida.

El Ramen de Yun.

Hay algunos puertos que parecen no merecer la pena, ya

sabes que sólo son como la antesala de algo mejor. Está por

ejemplo el puerto italiano de Civitavecchia que existe para

llevarte a Roma, pero en realidad no hay mucho que ver allí,

una pila larga de contenedores de carga, y si caminas

algunos kilómetros encuentras alguna tienda de ropa, uno o

dos restaurantes y una playa de arena negra que deja mucho

que desear. Cuando uno baja a esos puertos es más por el

ejercicio de estirar las piernas que por curiosidad, aún así yo

casi siempre bajo, aunque sea para despejar la mente, coger

algo de internet o simplemente enjuagar la vista con

cualquier nube en el cielo, o una fachada desgastada digna

de una foto que veré quien sabe cuando.

El mismo caso parecía ser el de Naze, en Japón. Me habían

advertido: no hay realmente nada en ese puerto, pero aún así

eche a andar con Fran. Caminamos hasta el centro de la

ciudad, y cuando todo efectivamente apuntaba a ser una

pérdida de tiempo Fran recordó de golpe que en un callejón

había un muy buen restaurante de Ramen. El escenario

parecía digno de una película de mafia, era un callejón en

medio de la nada, totalmente obscuro y en medio de él una

lucecita que anunciaba unas modestas cuatro sillas con vista

a la cocina de Yun, propietario y cocinero, a nuestra llegada

pareció muy contento de volver a ver a Fran (él ya había

estado ahí).

Pedimos dos Ramen, y dos cervezas Sapporo, el caldo tenía

una buena consistencia y los fideos eran de grosor mediano,

venía acompañado con alga, huevo, y una carne de cerdo que

se deshacía al instante de morderla, parecía que estaba

puesta a hervir por horas, inclusive el hueso y el cartílago

eran muy suaves. Para acompañar el Ramen, Yun nos ofreció

un poco de naranja en trozos, resultó ser una gran

combinación que refrescaba el paladar, para volver a dejarte

sorprender por el caldo de sésamo y especies, Yun nos

ofreció verduras en vinagre, y mientras comíamos nos

pregunto de dónde veníamos. Argentina y México

respondimos, nos dijo que a él también le gustaba mucho

viajar, no charlamos tanto por la barrera del idioma, pero

parecía que le caíamos bien, casi al terminar nos preguntó si

queríamos probar Sake, que es una bebida fermentada a base

de arroz, nos dio dos copas pequeñas a cada uno y las sirvió

a tope, al principio es muy ligero y el alcohol se percibe casi

cuando bajas la copa. Es suave, pero igual pienso que podría

ser engañoso después de la cuarta copa. Casi al final de irnos

nos ofreció unas donas caseras con azúcar morena y canela,

y como si eso no fuera suficiente nos regaló una botella de

Whisky Japonés; Suntory que parecía ser bastante única. Fue

demasiado en poco tiempo, siempre me quedo con cara de

tonto cuando alguien es en extremo bondadoso(a), quizá

porque no estoy acostumbrado a ello, es una mezcla de pena,

agradecimiento y desorientación total.

Al final estábamos tan felices y bien servidos que el precio

que nos cobrara lo hubiéramos pagado con gusto. Cuando

nos hizo la cuenta, nos pareció ridículo, 600 yenes a cada

quien que vienen siendo unos 83 pesos mxn. Ese precio no

hace justicia por cerveza, whisky, sake, naranja, verduras en

vinagre, donas y un ramen espectacular. Decidimos darle una

buena propina, Yun se lo merecía y aparte no teníamos nada

más que hacer ahí.

Cuando la recibió con las dos manos, nos sonrió y pidió que

lo acompañáramos, echamos a andar con él porque a este

punto confiábamos en cualquier destino o camino que Yun

pusiera sobre nosotros, nos llevó a un café y resultó que con

la propina que le dimos nos compró dos cafés americanos.

Inclusive la utilizó para comprarnos algo, me pareció

demasiado, en este punto sólo nos quedaba agradecer e

irnos.

Fue un gran día. Te golpe te das cuenta que muchas veces

los lugares son irrelevantes, es la gente como Yun quien los

hace.

Quizá mañana probemos el Whisky, gracias Yun. Hasta la

próxima.