Existe un tema que, por fortuna, cada vez ocupa más espacio en las discusiones públicas nacionales: el Sistema Nacional de Cuidados. Tengo que empezar diciendo que conozco muy poco al respecto. Me atrevo a escribir sobre el tema ya que escuché a tres mujeres hablar sobre ello y lo hicieron tan claro que me dejaron convencido de que el sistema es necesario, ¡indispensable!, para crear un país justo.

Las tres mujeres a las que me refiero son Aranxa Sánchez (cofundadora de la organización Menstruación Digna México), Ángela Guerrero (fundadora y coordinadora general de CEA Justicia Social, una ONG que se dedica a defender los derechos de mujeres presas) y Sandra Martínez (una brillante científica social experta en género). Las tres estuvieron en la edición del 8 de marzo de 2024 en “La Hora de Opinar”, el programa de debate conducido por Leo Zuckermann. En estas líneas trataré de destacar algunos de los puntos que ellas pusieron sobre la mesa, reconociendo que el crédito debe ser para ellas.

De entrada, Sandra Martínez definió de manera concreta de qué se trata el Sistema en términos de políticas públicas: “responsabilizar al Estado de los trabajos de cuidados”, es decir, todo ese tipo de actividades que son necesarias para la supervivencia de nuestra especie tal como la conocemos: atender las necesidades de bebés, niñas y niños, adultos mayores y personas con una movilidad comprometida, por ejemplo. Pero también, al decir de Sandra, “los trabajos que se hacen en el hogar diariamente y que nos procuran bienestar físico y emocional”.

La cuestión es que ese tipo de trabajo es indispensable, regularmente no se remunera y es realizado principalmente por mujeres, de modo que se termina generando una estructura de organización social que crea y reproduce injusticas; por eso es un asunto público, de Estado. Alguien debe cuidar a las y los bebés y hacer las labores del hogar; si tales responsabilidades recaen sistemáticamente en un grupo de la población y no se reparten equitativamente (como sucede hoy en día), no se trata de prácticas justas.

Visto así, no creo que sea muy difícil darse cuenta de cómo se crean las injusticias sin un Sistema nacional de cuidados bien diseñado y ejecutado: cuando alguien dedica más horas a atender a las infancias, tiene menos tiempo para su desarrollo profesional y educativo; si una persona tiene una vida profesional activa y, además, debe dedicarse a las labores domésticas, entonces tiene una doble jornada de trabajo, lo cual la coloca en una posición de desventaja con quienes no la tienen. De tal forma que las desigualdades no se reducen ni eliminan; por el contrario, se reproducen y se vuelven más grandes.

Como lo hizo Angela Guerrero en el programa referido, pongamos un ejemplo concreto, pero especialmente ilustrativo: las licencias de paternidad. Hoy en día, el Estado mexicano no regula de la misma manera los días que hombres y mujeres pueden ausentarse del trabajo cuando nace un hijo. En palabras de Angela, “con ello, se está asumiendo, de inicio, que son las mujeres quienes se harán cargo” de esas labores de cuidado. Así, es el mismo Estado el que está orillando a que las mujeres dediquen más tiempo a tales actividades. Es aquí cuando toma sentido la frase tan repetida, pero tan cierta de que “legal no es igual a justo”.

Este tipo de reformas implica una recanalización importante de recursos. Para ser efectivo en términos de redistribución, el Sistema debería cobrar más impuestos a quienes nos hemos aprovechado de tal condición: los hombres. Ahora bien, hay varias estructuras injustas y la de clase también es una de ellas. Aranxa Sánchez, con una visión práctica y, por lo tanto, madura políticamente, comentó que “no tienen que ser todos los hombres, pueden ser los hombres milmillonarios”, quienes ⎯como puntualizó Angela Guerrero⎯ se han visto especialmente beneficiados de las formas desiguales de distribución de los cuidados.

En conjunto, dicha serie de medidas debería estar acompañada de lo que podemos llamar “un cambio cultural”. Lo simbólico tiene relación con las prácticas concretas. Las formas en las que interpretamos lo social influyen en cómo nos comportamos. De modo que sería un logro que esté mal visto y sea socialmente sancionado tomar provecho de una distribución desigual de los cuidados.

Por último, vale la pena recordar que las mujeres feministas no nos están preguntado si nos parece o estamos de acuerdo; lo están exigiendo y lo hacen con una voz fuerte y firme. Una voz propia del movimiento social más vigoroso de la actualidad, la gran revolución social de nuestro tiempo.

*Profesor de Tiempo Completo en El Colegio de Morelos. Doctor en Estudios del Desarrollo por el Instituto Mora.