(Segunda parte – Lo que dice el espacio)

Araceli me platicó de la pedagogía del terror que aún permea en la enseñanza de la danza, de los estereotipos y estigmas alrededor de esta disciplina y de su impulso constante de no darse por vencida en lo que ella confirmaba diariamente como su pasión. “Parecía que te estaban iniciando en una secta, te quitan todas tus posibilidades de fuerza de voluntad y de autoestima para que cumplas con el rigor de las compañías que a lo largo de la historia han tenido las becas de prestigio” me compartió.

La interdisciplina ha marcado su trayectoria y en su caminar se reconoció también como gestora cultural. Saliendo de la carrera “teníamos que abrirnos un campo laboral”. En 2015 fundó con otras compañeras La Silla de Daniela, compañía de danza contemporánea que se ha presentado en diversos foros y festivales.

En su camino como gestora en espacios transdisciplinares, se encontró con la videodanza, una oportunidad de hacer coincidir la danza con su otra pasión que son las artes visuales. “Empecé a relacionarme con el lenguaje cinematográfico y se me abrió un campo de posibilidades, es donde ahora me siento más a gusto desarrollando (…) coreografiar para la cámara es otra manera de relacionarte con el cuerpo, el cuerpo con la cámara, con las bailarinas”.

Su primera videodanza “Presencias”, la dirigió en 2016 con la compañía R+R en el Museo Nacional de Ferrocarriles, propuesta que ha sido selección oficial en varios festivales. Más tarde participó como intérprete en varias videodanzas: “Aquello que se debía tener” de Yessica Laines, obra que retrata el feminicidio de Ana Karen Huicochea; “1195 días” que fue un proceso creativo resultado de la pandemia por el virus de Covid 19; la exploración “Territorio líquido”, la dirección de la danza en el videoclip de “Luciérnagas” – composición de Jessica Hamed -; y “La casa enferma”, recién beneficiada por el Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA).

“Se me volteó la vida, pero también me enseñó muchas otras formas bonitas de vivir”.

Este último proyecto que se encuentra en post producción representa el duelo por la partida de César García, cineasta morelense y quien fuera su pareja sentimental por cinco años.

“Fue como mi pandemia. En ese encierro me empecé a cuestionar si me estaba quedando loca o si era parte de la ausencia. La casa me empezó a hablar”.

Araceli empezó una búsqueda espiritual a partir de la ausencia repentina de César, se cuestionó sobre la vida y la existencia. Por las noches empezó a escuchar una gotera que nunca encontró, “en una somnolencia me dije, la casa está llorando”. Después de pintar un mural de una mujer llorando en una de las paredes de la casa, el agua se filtró por un costado, “había cosas que me decían: la casa está sufriendo lo mismo que tú”.

En un ejercicio de introspección observó y escribió todo lo que estaba viviendo, y sin planearlo, ese proceso se convirtió más tarde en “La casa enferma”. “Encontré a las personas para poder generar esta atmósfera completa, de lo importante que era para mí este mensaje”.

Regularmente los procesos creativos surgen de experiencias y vivencias personales, pero para Araceli el proceso de duelo fue muy difícil y trabaja con su propia resistencia a mostrar el proyecto y el deber de concluirlo.

Agradezco a La Roja por abrir su corazón, pueden seguirla como Araceli Mendoza en Facebook y como @rojamendoza en Instagram.