Parte 2
Vicente Quirarte*
En la frase “México florido y espinudo”, Neruda sintetizó la huella inmediata e indeleble que nuestra tierra dejó en él. Igualmente profunda fue la impresión que su paso por el país como persona y como poeta y en su calidad de cónsul general de Chile dejó en quienes de manera espontánea se convirtieron en sus hermanos de aventura. Las sucesivas casas que ocupó en la Ciudad México fueron punto de reunión de artistas e intelectuales de todas partes del mundo que en México hallaron asilo y lugar propicio para la creación y la defensa de la democracia. La despedida que al poeta se hizo alrededor del monumento a la Revolución, en una concentración memorable, da muestras de la adhesión y la simpatía que mereció alguien en cuya obra y en cuya existencia se fundían la congruencia moral y la altura estética.
En México apareció, con guardas especialmente diseñadas por Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros una bella edición de Canto general, palpitante moral de nuestra América donde el poeta épico alcanza algunos de sus más altos registros. La lista de suscriptores mexicanos que hicieron posible la edición del libro impreso en los talleres gráficos de la nación, uno de cuyos ejemplares custodia nuestras Biblioteca Nacional, pone de manifiesto el profundo afecto que Neruda despertó en México, que fiel a su tradición republicana y soberana, hacía suyos los mejores valores de la civilización ante las crecientes amenazas del fascismo. Como se encarga de subrayarlo Csasauús, Pablo Neruda es el poeta del amor y compromiso político, el creador de un estilo de difícil elementalidad, el biógrafo del mar, de los héroes y las cosas sencillas.
Mario Casasús nos demuestra lo que es y debe ser un investigador: un abridor de puertas, un buscador de datos inéditos. En esta ocasión estamos reunidos para celebrarlo y de manera particular celebrar sus libros. El suyo sobre Pablo Neruda en Morelos apenas rebasa las 100 páginas. Sin embargo lo acompaña una sólida y completa bibliografía, así como los créditos fotográficos correspondientes y documentos que demuestran cada una de sus aseveraciones, como el acta de divorcio de Neruda, y su dictamen correspondiente, que el investigador tuvo la paciencia de rastrear en Jojutla. Casasús demuestra que un investigador honesto debe aportar lo que le corresponde para permitir que otros hagan las jugadas maestras. Siempre reconoce el trabajo de los otros y los califica con los adjetivos más justos no carentes por ello de admiración y de respeto. Sus furias y sus penas, para utilizar una expresión de Francisco de Quevedo tan cara para Neruda, la dejaba para otros combates donde puso a prueba su inquebrantable honestidad que deseaba para sí y para los otros. En años recientes se sumergió en el archivo de Jesús Sotelo Inclán y gracias a él podemos ahora vislumbrar nuevas luces sobre Altamirano. Las palabras que Sotelo Inclán escribió sobre Emiliano Zapata pueden ser aplicadas al propio Mario Casasús. Con ellas termina esta breve evocación de un autor que abandona la aventura terrestre a sus 42 años, en pleno trabajo creativo y con múltiples sorpresas que su capacidad investigadora y su curiosidad insaciable nos legó. Escribe Jesús Sotelo Inclán: “Si alguien (lo) conoció fueron sus coterráneos que lo vieron crecer y formarse. La elección que hicieron es la mejor certificación de sus cualidades morales y humanas.”
*Peta, Narrador y ensayista. Miembro de El Colegio Nacional.