(Segunda parte)

 

Llego a la entrevista en uno de los institutos de enseñanza en español impulsados en Cuernavaca por monseñor Iván Illich. Se preguntarán por qué si era tan radical y fuertemente criticado por el ala conservadora de la Iglesia, insisto en llamarlo monseñor, me explico: Días antes de presentar en 2007 mi libro Los Volcanes de Cuernavaca en la Nave Mayor de la Catedral, el entonces obispo de Cuernavaca don Florencio Olvera, me mandó llamar muy cumplidamente.

Llego a su oficina y luego de los saludos, me dijo amablemente: “doña Lya, por supuesto, al hablar de don Sergio Ud. no va a mencionar a los dos ex comulgados ¿verdad?”. –¿A cuáles señor obispo? — Le pregunto sorprendida. “A Lemercier y a Illich”, me contesta. –Sr, obispo, con muchísimo respeto y créame lo hago con humildad, debo informarle que ninguno de los dos fue excomulgado–, y le expliqué: –A Lemercier lo dejaron fuera del Monasterio y de su Orden Benedictina, pero don Sergio logró, hablando directamente con el Papa Paulo VI, que no lo excomulgaran y lo logró. Iván Illich viendo lo sucedido al Prior Benedictino del Monasterio, llamado del psicoanálisis, pidió licencia y hasta el final de su vida recibió su cheque y tratamiento de monseñor-. Y ahora sí queridos lectores lo, prometido.

El sábado antepasado, me presento a la cita. Allí me reciben el Prof. Hermilo Brito Cerón y el C.P. Tarsicio Ocampo Villaseñor, otro sobreviviente del CIDOC quien también estuvo en el desayuno pasado cuando conocí al Prof. Hermilo. Nos sentamos ante una pequeña mesa, la biblioteca del IDEAL Spanish Institute, como mudo testigo, asiste a nuestra plática y escucha mi primera y tímida pregunta.

–Prof. Hermilo, ¿cuántos estudiantes asistían regularmente a sus clases de español a CIDOC?

–Tan solo a clases eran unos 300 alumnos en distintos horarios, pero llegamos a tener 400 sobre todo en los veranos, participando en diversas actividades como cursos, minicursos, conferencias, charlas, seminarios, en fin era un mundo lleno de equidad, entendida ésta como la aplicación de sus derechos a los estudiantes de manera justa y equitativa. Y claro, –apunta con orgullo– ¡de ahí venimos! Tarsicio Ocampo que lo escucha, asiente entusiasmado.

Y sigue Hermilo Brito: Entré como capacitador y maestro y para nosotros era un placer leer sus obras: La sociedad desescolarizada; La Convivencialidad; Energía y Equidad; dos de sus libros Némesis médica y Juicio a la escuela. ambos publicados en 1975, fueron grandes temas porque en el caso de la escolaridad, CIDOC no funcionó como una universidad porque Illich opinaba que el aprendizaje debía ocurrir en total libertad y en la práctica los temas a estudiarse semestralmente eran publicados en periódicos estadounidenses”.

“Así que pronto se vio que CIDOC rompió con la enseñanza tradicional, figúrese –dice a quien esto escribe- no había lista de asistencia, tampoco certificados, ningún examen o tesina escrita, pero nadie faltaba a sus clases. Illich opinaba que los títulos escolares no eran más que pedazos de cartulina bien cortadas que solo servían de adorno, que lo importante era que los estudiantes aprendieran. Y eso lo constataba a través de debates con ellos”.

“Por cierto, en una ocasión entró dentro de un grupo de visitantes un estadounidense pero en el debate, luego de la plática de Illich, la pregunta que le lanzó enmudeció a todos e hizo que de inmediato Iván lo volteara a ver y supiera que no era un simple visitante y lo mejor, es que se la contestó, Iván era brillante. Después supimos que ese visitante era Robert McNamara, ex Secretario de Defensa estadounidense y es que aquel centro único que había iniciado sus actividades a principios de los años sesenta y que realmente llegó a su clímax de 1966 a 1976, creó una gran expectativa y cuando cerró sus puertas ya se había convertido en todo un centro intercultural, pero para el decrecimiento de las instituciones y a favor de la organización comunitaria.

“En su obra Némesis médica, Illich acusa, -lo repite literalmente Hermilo-, que la medicina institucionalizada es una grave amenaza para la salud porque inhabilita a los pacientes. Y plantea que las enfermedades, a lo largo del tiempo, no han cedido por obra de la medicina, sino por la transformación de las formas de vida que incluyen nuevas prácticas de higiene. Que el paradigma biomédico no contribuye a la mejora del estado general de salud de la sociedad, sino que más bien, es un obstáculo que limita la autonomía del paciente para convertir su problema de salud en patrimonio exclusivo de las compañías farmacéuticas. –¿Oiga Profesor Hermilo, ¿cree Ud. que en otra época, hubieran quemado vivo a Illich por sus ideas? “Por supuesto”, responde seguro y tranquilo Y seguimos.

Prof. Hermilo Brito Cerón. Foto: José Luis Castillo.