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La tragedia alrededor del atroz asesinato de la pequeña Camila y el linchamiento de los responsables en Taxco, invariablemente ha sacado a colación el referente a Fuenteovejuna. En aquella aldea andaluza en 1476, los pobladores hartos de los excesos y abusos del comendador local, lo lincharon en la plaza del pueblo. Cuando las autoridades los cuestionaron sobre quien cometió el asesinato del funcionario, los habitantes se limitaron a responder: “fue Fuenteovejuna”.

El drama en Taxco, no debe ser ajeno a los morelenses, a pesar de que las fronteras políticas y administrativas separan a la localidad guerrerense de nuestra entidad, los lazos que tradicionalmente unen a los taxqueños con Morelos no son pocos. Muchos de ellos tienen lazos familiares, de trabajo o estudian en Cuernavaca, a su vez también son numerosos los cuernavacenses que tienen raíces en el histórico mineral. A lo anterior se añade que también compartimos los mismos problemas y particularmente el cruento flagelo de la inseguridad pública.

Es por ello que el hartazgo de una población que se ve lacerada en su integridad física y patrimonio, así como la impunidad que acompaña a la omisión de las autoridades encargadas de proveer seguridad pública, no son privativos de nuestra entidad vecina, sino una realidad local, hoy con enorme preocupación y sin temor a exagerar se puede afirmar que no hay una sola familia morelense que no haya sido víctima de un delito, sin importar su gravedad.

Aquí es donde también surge en torno a nuestra memoria histórica, la relación de linchamientos en Morelos, auténticos “Fuenteovejunas” locales que dan cuenta del Morelos bronco que nadie desea despertar o azuzar. Los incidentes en la entidad donde pobladores toman justicia por su propia mano no son pocos, no pretendo reseñarlos todos, pero si hacer hincapié en cómo no cesan, es más se han incrementado en los últimos años, lo cual pone en tela de juicio la gobernabilidad y Estado de Derecho en Morelos. A principios de 1957, Cuernavaca era una ciudad pequeña y apacible, todos se conocían, y por ende los valores cívicos, de empatía y solidaridad eran más comunes entre sus habitantes sin importar su estrato socio económico. Un domingo por la tarde, el joven Jorge Garrigos fue asesinado por un motociclista de transito tras un incidente vial. El homicidio conmocionó a la sociedad cuernavacense y en masa efectuaron la más grande protesta social de la cual tenga memoria la ciudad, llegaron los enardecidos habitantes a apedrear el Palacio de Cortés sede del gobierno estatal, el asesino y sus cómplices sortearon una muerte segura pues fueron alertados a tiempo.

Décadas más tarde en 1975 unos policías fueron linchados en Temoac, lo que detonó la creación de ese municipio. En 1993, policías judiciales asesinaron a dos miembros de la familia Goyolarte en Jonacatepec, se salvaron ellos y el entonces procurador Tomás Flores Allende de un seguro linchamiento, gracias al tino y decisión del gobernador Antonio Riva Palacio López. Don Antonio entró a pie a la población, acompañado solo de su ayudante desarmado, fue literalmente secuestrado, pero negoció horas y horas hasta que logró la entrega de los policías para que fueran juzgados y no asesinados. Por aquellos años también se dio el linchamiento de un hombre en Chalcatzingo, el violador de una niña que fue ahorcado por enardecidos habitantes en la canasta de una cancha de básquetbol.

En 2018 fue muy sonado el linchamiento de un extorsionador colombiano en Hueyapan, En la actual administración de Cuauhtémoc Blanco, el problema se ha desbordado: en 2021 dos hombres fueron linchados en el problemático Huitzilac, ese mismo año se evitaron linchamientos en Jantetelco y el de unos policías acusados de robo en Ocotepec. El año pasado se frustró otro en Yecapixtla, pero sin embargo se consumaron lapidaciones en Yautepec y en Tlalnepantla, esta última localidad con un problema latente de presencia de autodefensas. El gobierno del estado ha reconocido 39 linchamientos en Morelos entre 1998 y 2016, evidentemente hace falta actualizar la lista. En 2022 el Diario Milenio publicó una nota donde dio cuenta que el Estado de México, la Ciudad de México, Puebla, Oaxaca y Morelos son las entidades con mayor número de linchamientos a nivel nacional, registrando 366 en los últimos 26 años, aquí también la relación debe ser puesta al día.

En Cuernavaca, recientemente hemos amanecido con la novedad de delincuentes golpeados, a veces desnudados y amarrados a postes de luz, también hay colonias donde los vecinos por medio de mantas colgadas en puntos estratégicos, advierten a los criminales que en caso de ser sorprendidos serán linchados.

La impotencia de una sociedad que no recibe justicia ni es protegida por sus autoridades son un eficaz caldo de cultivo para propiciar que esta busque hacerse justicia por su propia mano, lo cual es censurable desde los puntos de vista legal, ético y moral, sin embargo, no toda la responsabilidad debe recaer sobre las turbas, sino también sobre las autoridades que con sus actos de omisión o comisión propician estos dramáticos linchamientos.

*Escritor y cronista morelense.