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¿Alguna vez se ha preguntado de dónde viene el salmón que se vende en los supermercados? ¿No le pareció extraño que, en Cuernavaca, Hermosillo o Chihuahua, zonas de temperatura caliente, se venda un pescado de aguas frías? Gracias a la salmonicultura se producen millones de toneladas de una especie que hace pocas décadas era salvaje y únicamente se encontraba en las aguas frías del norte del planeta. La producción de salmón es una industria que destruye los ecosistemas del mar en los que se cultiva, afecta a la salud de las personas que lo consumen, despoja a pueblos originarios de sus territorios costeños y las condiciones laborales son peligrosas y mal pagadas. Se incorpora al catálogo de industrias extractivistas porque sumado a lo anterior, también corrompe autoridades y divide a pueblos. Es una industria en la que unas cuentas multinacionales se dividen el mercado mundial. Crean enclaves donde se asienta su producción, es decir, las empresas son las que definen la vida económica, política y social de los pueblos. Y, junto a la producción del pescado, mantienen una consistente especulación financiera mediante la compra y venta de las concesiones otorgadas.

El trabajo -Salmones de Sangre del sur del mundo- denuncia que 37 trabajadores de las salmoneras chilenas murieron entre 2013 y 2019, en tanto que, en dos años, 2005-2007, la vida de 42 trabajadores se apagó por accidentes laborales (1). El reporte hace un recuento de las personas fallecidas y de las condiciones de esta industria. La mayoría eran buzos o marinos que quedaron atrapados entre jaulas, redes y sogas. La precariedad del trabajo de corte y empaque se realiza en condiciones de frío y humedad, jornadas larguísimas de pie y salarios bajos. De 2016 a 2018, 10 mil personas fueron despedidas.

En los mares de Alaska, hábitat natural de cinco variedades de salmón, se prohibió la acuicultura y únicamente se permite la pesca del salmón salvaje. Esta prohibición se estableció luego de que disminuía drásticamente la población salvaje del pez debido a la pesca de arrastre de barcos norteamericanos y japoneses. Actuaron poco antes del desastre. Empresas noruegas desarrollaron la tecnología para producir salmón por decenas de millones de toneladas. Las aguas frías y las facilidades para instalarse con mínimas regulaciones ambientales, las llevó a montar las jaulas salmoneras en los fiordos chilenos.

La producción industrial de salmón causa que en estos peces se desarrollen parásitos, como el piojo de mar, lombrices, hongos, microbios y virus e induce a desbalances constantes en las aguas donde se produce. En la última década se han reportado constantes floraciones de algas nocivas (FAN), que crecen desproporcionadamente debido a la contaminación del mar por los desechos de los salmones, a su vez, los salmones mueren asfixiados. Son comunes los problemas sanitarios gestados en las aguas donde millones de salmones se crían en jaulas en las que se muerden unos a otros, defecan y se enferman. Las salmoneras chilenas usan cantidades excesivas de antibióticos para frenar las infecciones. En ese país se permiten 700 veces más antibióticos que en Noruega.

Esta industria puede darse el lujo de que en las crisis ambientales por las microalgas nocivas mueran toneladas de salmones y, no obstante, continuar con sus ganancias. En la crisis de 2016, cuando se perdieron 23 millones de salmones, las acciones de las empresas salmoneras subieron 127% en la Bolsa de Comercio de Chile. Como toda mercancía que define su precio en los mercados internacionales, la escasez hizo subir su precio.

El sur de Chile vive en una crisis sanitaria, ambiental y social como consecuencia de la industria salmonera. Los autores del documento reseñado estipulan que se trata de un contexto de alteraciones oceanográficas y climáticas de carácter hemisférico.

(1) Cárdenas, JC, Melillanca, P. y Díaz I., 2019. Salmones de sangre del sur del mundo. Morir trabajando en la industria productora y exportadora de salmónidos de cultivo del sur de Chile. Serie documentos de trabajo Nª01. Centro Ecocéanos. Ancud, Archipiélago de Chiloé, Chile.

*Profesora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.