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Con el inicio de la liguilla de futbol, de la que saldrá el campeón del futbol mexicano, lo común es que los aficionados estén inmersos en la discusión sobre qué equipo es el favorito y cómo adquirir boletos para asistir a los partidos. Al interés de la gente, abona la proliferación de programas deportivos en la radio y en la televisión (abierta y de paga). Los directivos de los equipos que “siguen vivos” en el torneo, buscan los mayores beneficios económicos. Sin embargo, hay un tema latente que requiere atención prioritaria: la seguridad en los estadios, que es de la incumbencia de las autoridades, los dueños de clubes, los patrocinadores y los propios aficionados.

No son pocas las ocasiones donde la violencia ha manchado el evento deportivo. Ha ocurrido en nuestro país y en otras latitudes. En todos los casos es deplorable que la nota roja le gane a la noticia deportiva. En su mayoría, los generadores y responsables de los actos violentos son los miembros de las “porras”. Mucho se les ha reprochado e intentado controlar, pero no ha sido suficiente.

Ahora es momento de agregar a las acciones preventivas (fundamentalmente la tarjeta Fan ID), acciones inhibitorias más firmes. Propongo recurrir a la inteligencia artificial para alcanzar ese propósito. Se puede diseñar un esquema especial que ubique dentro del inmueble deportivo, sin riesgo de equivocación, al participante en hechos violentos. De entrada, se requiere distinguir entre integrantes de la porra y el resto de las personas que acuden al estadio. Para todos debe entregarse una pulsera o brazalete, que los identifique en lo individual. La denomino PIPo (pulsera de identidad de la porra) y PIPu (pulsera de identidad del público en general). Cada una de ellas de color diferente.

¿Cuál sería la función de la pulsera o brazalete individual? Contar con un mecanismo generado por inteligencia artificial, a manera de un violentometro, que mediante sensores muestre una conexión sobre el aumento en la ira del aficionado que la porta. Supongo que se puede lograr la conectividad con las pulsaciones, el ritmo o aceleramiento cardiaco, o el aumento de adrenalina, el cual antes de llegar a un nivel determinado muestre una suerte de alerta sobre el riesgo inminente en el potencial comportamiento violento del aficionado. Esto permitiría la ubicación del aficionado próximo a incurrir en violencia. Por supuesto, la alerta se tornaría roja cuando sean varias o muchas las personas que estén en proceso de aumento en su nivel de medición. Esto se complementaría con la conformación de un grupo de seguridad de reacción inmediata, que acuda rápidamente al lugar en él se presenta el conato de violencia, para retirar del estadio al aficionado o grupo violento. Se podría tomar decisiones adecuadas en materia de seguridad: cuantos elementos acudir y el esquema a seguir. El grupo de reacción inmediata debe contar con preparación en técnicas y tácticas de actuación (disuasivas, reactivas y ejecutivas).

La interrogante es ¿Se violentan derechos humanos a la identidad personal y a la privacidad? No, pues solo se trata de la ubicación física de la persona, pero no de sus datos personales, entre ellos su imagen. Es importante hacer la correlación con el derecho a la seguridad pública, cuyos titulares son los asistentes al evento. Además, se haría del conocimiento de la porra, que la pulsera o brazalete permite ubicarlos a partir de que vayan en aumento los niveles en el violentometro. Se trata de una medida inhibitoria, amén de preventiva. Se les advertirá que quitársela o extraviarla será motivo para ser retirado del estadio. Por supuesto, la pulsera se devuelve a la salida del estadio.

Al resto de los aficionados, su ubicación podría estar relacionada con una suerte de alcoholímetro, en el que una persona al llegar a un nivel específico de alcoholemia fuera retirada del estadio para evitar que genere problemas con los demás asistentes.

A quienes nos gusta el futbol, tenemos claro que debe predominar el interés general y familiar por encima de quienes, al sentirse parte de un grupo, pueden escudarse en éste, para asumir actitudes provocadoras o de supuesta “valentía” para agredir a otra porra o a otros asistentes al estadio.

Es hora de disfrutar del futbol en toda su extensión, sin correr riesgo alguno. ¡Fuera la violencia en los estadios!

* Investigador del Programa Universitario de Derechos Humanos de la UNAM.

eguadarramal@gmail.com