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Contiene libros cuya única condición es que deben ser donados personalmente por sus autores. En sus estanterías se hallan títulos como Amor siempre hermoso, que según su autor “ha roto el récord de rechazos en las editoriales”, pues “se han negado a publicarlo 459 veces”. También están, entre otros, El Dostoievsky culinario (recetas de cocina halladas en las novelas del escritor ruso); El triciclo, escrito por un niño de cinco años llamado Chuck; y El estéreo y Dios, donde se señala “que Dios vigila nuestros tocadiscos estereofónicos”.

La biblioteca es atendida a tiempo completo por un tipazo que la adora. Se trata de un personaje de El aborto, romance histórico 1966, novela de Richard Brautigan traducida al español por Federico Campbell y publicada en México en 1972 por la inigualable y lamentablemente extinta editorial Extemporáneos.

Aunque se trate de una ficción, esta biblioteca debe realmente existir. Los libros no publicados, los libros rechazados, los libros sin editorial están ahí. Incluso ese libro desconocido que nos habita puede hallarse en cualquiera de los anaqueles de la biblioteca ideal.

En 1981, Juan Carlos Onetti, hablando de la época de Roberto Arlt, decía: “En aquel tiempo Buenos Aires no tenía, prácticamente, editoriales. Por desgracia. Hoy tiene demasiadas, también por desgracia.” Entonces los libros rechazados, en vista de que la desgracia sigue extendiéndose sobre el territorio, pueden hallar en la biblioteca ideal de Brautigan su espacio y, de paso, un consuelo.

Hoy, como antaño, se publica demasiado por todas partes, y si uno quiere contribuir con esas letras que jura imprescindibles saltándose el trámite generalmente engorroso y algo humillante de aquellas plantas de verificación que son las editoriales, no tiene más que dirigirse al 3150 de la calle Sacramento, San Francisco, California. Mucha suerte.