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Las disputas en OpenAI

 

Cinco días bastaron para que se armara tremenda telenovela en torno a OpenAI y Sam Altman. En un mundo donde la tecnología camina a pasos agigantados, la inteligencia artificial (IA) se ha tornado en una de las herramientas más poderosas del ser humano. Sin embargo, el desarrollo de la IA también ha desembocado en planteamientos y desafíos éticos y morales, pero también en disputas que tienen que ver con cosas más pueriles como el alimento del ego y el poder.

En tal contexto, Sam Altman, cofundador y director ejecutivo de OpenAI, una de las principales empresas de investigación de IA del mundo, se propuso desarrollar una IA segura y responsable. Altman considera que la IA tiene el potencial de mejorar la vida de las personas, pero que es importante dotar el desarrollo de la misma de un marco ético y responsable, aunque por otro lado se pronuncia por dar paso a innovaciones radicales y no ser conservador en la creación de soluciones, lo que no deja de ser contradictorio.

OpenAI logró grandes avances en el desarrollo de la IA. La empresa creó ChatGPT, un modelo de lenguaje que puede generar texto, traducir idiomas y escribir diferentes tipos de contenido creativo. También desarrolló Dactyl, un robot que puede aprender a realizar tareas complejas. Dicha empresa ha sido artífice del punto de quiebre de la IA con la creación de AlphaGo, una IA diseñada para jugar Go, que en 2016 se enfrentó a Lee Sedol, un jugador campeón mundial de Go, en una competencia de cinco partidos en donde AlphaGo solo perdió un juego de cinco, y fue el primer programa que venció a un campeón humano de dicho juego. Lo destacado que ese hito marcó el rumbo de la IA y mostró apenas una mínima parte de lo que se había avanzado en el aprendizaje automático, de los enormes adelantos que había logrado la IA. AlphaGo fue punta de lanza de los grandes avances que se sucedieron posteriormente en los últimos tiempos en OpenAI y en la IA en general.

Sam Altman fue declarado un prodigio de la programación en el campo de la IA, con un talento desmesurado para dar paso a soluciones y propuestas innovadoras, como ha sido el caso del ya famoso ChatGPT, un sistema de IA revolucionario, que ha destacado por generar infinidad de adeptos y ya se puede decir que modela nuestro presente con su transformadora manera de interactuar con las personas. Altman también ha sido clave en el desarrollo de DALL-E, un generador de imágenes.

Pero ha sido ChatGPT quien lanzó al estrellato a Altman, se une a la cadena de prodigios que de manera paulatina reinan y pierden su trono en Silicon Valley. Por ese sitial han pasado Bill Gates, Steve Jobs, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg o Elon Musk. Hoy es el momento de Altman, al grado que el éxito de sus creaciones lo mismo lo han llevado al Congreso estadounidense para dar a conocer sus puntos de vista, que a los estudios de televisión o despuntar como una celebridad en las redes sociales. Ese éxito le ha servido para instar a los legisladores a regular la IA. Durante una audiencia en el Senado, describió el actual auge de esta tecnología como un potencial «momento histórico», pero que requiere garantías para no devenir en un arma peligrosa para la misma humanidad, por lo cual apeló a mecanismos regulatorios para garantizar el despliegue de la IA, pero también para impedir sus efectos negativos.

En días pasados se habló de que circuló un mensaje interno en OpenAI remitido por varios científicos de la empresa en donde advertían de un poderoso descubrimiento de IA que según ellos podría amenazar a la humanidad, sin especificar que era ese peligro. Pero todo quedó en confusiones y especulaciones. Pero lo cierto es que la junta directiva que andaba fatigada de los protagonismos y declaraciones de Sam Altman lo despidió el 17 de noviembre entre rumores y confusiones, de notas cruzadas y de especulaciones al por mayor entre las cuales se referían a esa carta emitida por ese grupo de científicos, pero todo se enrareció con comentarios de que no era despido sino renuncia, lo que dio paso a una crisis en OpenAI. En ese contexto no paso mucho tiempo antes de que la rebelión se hiciera presente, ya que 90% de los empleados amenazaron con renunciar si no retornaba su líder visionario. Ante esa situación, el 23 de noviembre regresó nuevamente Altman a OpenAI como CEO, pero con una nueva junta directiva.

Después de estos cinco días que estremecieron a la IA, todavía no hay nada claro en la relación de Altman y la junta directiva, de los derroteros que seguirá OpenAI y si los desacuerdos han sido limados, si la idea de Altman de poner en marcha políticas que hagan avanzar más rápido la IA, y no con tanta cautela como lo proponían los integrantes de la anterior junta directiva, se hacen realidad.

Pero más allá de estas cuestiones tampoco se puede pasar por alto, que disputas como esta son el pan diario que se cocina y come en las grandes empresas de las nuevas tecnologías. Por lo que no es descabellado imaginar que el retorno de Altman sea para tratar de recuperar el control de la empresa y que su regreso de ninguna manera sea ya el punto de partida para limar las asperezas y queden erradicados los conflictos con la junta directiva.

En este tipo de empresas exitosas, y más una que ahora está en pleno estrellato como OpenAI, no es extraño que se den conflictos de personalidad, choques de intereses en este caso entre el niño prodigio de la IA y los directivos. Hay pasión por la creación, enfoques dispares en los objetivos pero también puro y vil juego de poder, por lo que se puede especular que este es solo un capítulo de nuevas disputas por venir.

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