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Nueva era epistemológica

Antulio Sánchez*

La inteligencia artificial (IA) está de moda sobre todo en este momento que se multiplican las conversaciones y artículos relativos a GPChat, una herramienta generativa de lenguaje de IA entrenada para mantener conversaciones con las personas, que a través de preguntas que se le hacen ofrece respuestas que pueden ser sofisticadas, profundas, con errores y en algunos casos timoratas y conservadoras.

De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, la IA es la «Disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico». Es decir, es la inteligencia no humana, pero que se ha vuelto muy competente en algunos terrenos y capaz de superar a la de las personas.

En el libro The Age of AI, escrito a tres teclados por Henry Kissinger, Eric Schmidt y Daniel Huttenlocher se abordan aspectos relevantes de los efectos que la IA tendrá en campos como el conocimiento, la política, el saber y la producción de la misma episteme, como en el papel de los seres humanos en un entorno en donde la IA se despliegue intensamente en diversos terrenos.

De hecho, la IA está presente en distintos productos e industrias, es una herramienta que facilita las labores y actividades en campos tan diferentes como: investigación científica, educación, economía, producción y fabricación de productos, logística y transporte, defensa, abogacía, seguridad, publicidad, arte y muchos otros terrenos.

Uno de los temas que destaca el libro de Kissinger, Schmidt y Huttenlocher, es el de la construcción del conocimiento. A partir de dos ejemplos destacados analizan su contribución. Uno es la IA Alpha Zero que aprendió a jugar compitiendo contra sí misma, de manera que empezó jugando de forma aleatoria y conforme las partidas se sucedían desarrolló habilidades y jugadas nunca antes vistas en ese juego. Lo interesante es que la IA en cuestión dio paso a estrategias que anteriormente no se le había ocurrido a ningún jugador de ajedrez. Y llegó a eso sin intervención humana.

Otro ejemplo se dio a inicios de 2020, cuando investigadores del MIT dieron a conocer el descubrimiento de un nuevo antibiótico capaz de matar cepas de bacterias que hasta ese momento habían sido resistentes a todos los antibióticos conocidos.

La IA fue entrenada con dos mil moléculas para familiarizarse con los atributos de las mismas. Lo destacado fue que dio a conocer propiedades no codificadas anteriormente, que no se habían categorizado por los humanos. Posterior a la capacitación, los investigadores hicieron que la IA examinara una biblioteca de 61 mil moléculas, de medicamentos aprobados por la FDA y productos naturales para moléculas que reunieran los siguientes criterios: fueran efectivas como antibióticos, no tuvieran parecido con algún antibiótico existente y no ser tóxicas. De las 61 mil moléculas solo una se ajustó a los criterios, que se llamó halicina, capaz de matar una cepa de bacterias (superbacterias) para la que no había antibiótico conocido.

La halicina es el reflejo de cómo métodos de aprendizaje automático que usan redes neuronales profundas son capaces de producir ideas e innovaciones científicas. En este caso la IA procesó los datos más rápido de lo humanamente posible, pero también detectó aspectos de la realidad que los investigadores no habían descubierto.

En términos epistemológicos hay un giro profundo, la IA hace tambalear al ser humano como sujeto cognoscente, ya que una entidad artificial es capaz de generar conocimientos inéditos que incluso pueden ser impensables de concretar por investigadores o científicos. Cuando el software adquiere capacidades lógicas y asume roles considerados exclusivamente humanos, vale la pena preguntarse ¿Qué es la cognición? ¿Si el ser humano ya no es el único en dar paso a nuevos conocimientos, no será momento de darle un sentido distinto a nuestro concepto de inteligencia?

La ilustración dio paso a una revolución epistemológica. La Iglesia perdió la potestad de ser la instancia validadora del saber en cualquier terreno, en su lugar surgió lo que Max Weber denomina subsistemas racionales, y en cada ámbito del saber con especialistas, ellos vinieron a certificar lo que es la verdad o de valía en diferentes campos. Con eso la Ilustración acabó con el monopolio de la Iglesia y estableció que la razón era la única fórmula para entender, pensar, juzgar y conocer la realidad.

Pero hoy ha perdido sentido la idea de Descartes de que la capacidad razonadora define a la humanidad —que le otorga un papel central a los seres humanos en la historia—, ya que la racionalidad no es prerrogativa humana. La irrupción de múltiples IAs, unas más robustas y eficaces que otras, es reflejo de que entramos a una nueva era epistemológica, en donde el humano pierde el trono en el campo de los descubrimientos y de clasificador de los fenómenos de la naturaleza. Y esto va más allá de si las IAs no tienen noción de lo que hacen, que son sólo verticales o especializadas, pero están lejos de la IA general.

@tulios41

  • Periodista especializado en nuevas tecnologías.

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