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El primero, es decir, sobrepensar es un término que se ha puesto de moda en los últimos tiempos y está más asociado con la ansiedad; es decir, con la imposibilidad de gestionar procesos emocionales que se quedan ahí, atorados. No se pueden resolver o expresar y, por lo mismo, para decirlo en términos simples, la psique comienza a realizar un proceso bastante desagradable de repetir y repetir hasta el cansancio aquello que no podemos entender o expresar por otras vías. Una dolencia que hace a la mente querer ordenar, por fuerza, cuestiones que nos rebasan. En el peor de los escenarios esa ansiedad generada tiene consecuencias de enfermedad tanto en la mente como en el cuerpo.

Menciono lo anterior porque deseo hacer la distinción de lo que implica tener la función de pensar incorporada en nuestra humanidad (y su funcionamiento en casos de sobrepensamiento o ansiedad) y un ámbito del pensamiento muy distinto, que va más bien ligado a lo que significa pensar… dicho por filósofos como Heidegger de un lado, y en otro extremo, además de contemporáneo, al filósofo Carlos Maldonado.

Según el primero, pensar es una cualidad de los seres humanos o, diría él, del hombre. Componente esencial del pensar resulta de alguna manera empatado con las cualidades de este. En su texto “¿Qué quiere decir pensar?” señala que el pensar siente este deseo hacia nuestra esencia, como nosotros sentimos esa inclinación hacia el pensar.

Lo interesante de esta propuesta es que, en los recovecos de su argumento, el pensamiento en su aparición, en el halo que nos deja y que nosotras/os adivinamos como aquello que nos preocupa, se esconden verdades. Es decir, desde aquí ya habría una distinción del pensar alejada de una mera función mental que se posee porque sí. Es como una especie de doble distinción donde el pensamiento adquiere una importancia radical para los asuntos humanos y no humanos. Reafirmo, porque en ese segundo nivel de pensamiento se encuentran las cosas verdaderas.

Heidegger pone asimismo una distancia entre la producción del pensamiento que privilegia la razón y el logos como sinónimo de verdad. Para él esta no es la vía de acceso. Más bien, nos invita y ejemplifica cómo es que se muestra el pensamiento a profundidad que, desde hace siglos, ha tomado por cómplice a la poesía:

“Quien pensó lo más profundo, éste ama lo más vivo’. Sin embargo, al oír este verso, pasamos por alto con excesiva facilidad las palabras que propiamente dicen, y por lo tanto las palabras que llevan el peso del mismo. Las palabras que dicen son los verbos. La estrecha contigüidad de los dos verbos ‘pensado’ y ‘ama’ forma el centro del verso. Según esto el amor se funda en el hecho de que hayamos pensado lo más profundo. Un haber-pensado como éste procede presumiblemente de aquella memoria en cuyo pensar descansa incluso el poetizar, y con él todo arte”.

Diríamos entonces, de acuerdo con esta cita y según lo que primero hemos dicho, que el sobrepensar y sus molestias no están conectadas con el pensamiento profundo porque este último está dirigido o animado por lo vivo, y, según este ejemplo que toma de un poema de Hôlderlin titulado “Sócrates y Alcibíades”, en el pensamiento profundo está también fundado el amor.

*El Colegio de Morelos/ Red Mexicana de Mujeres Filósofas