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José Antonio Gómez Espinoza

Hace unos días mi esposa tuvo necesidad de acudir a uno de los servicios de su seguro de automóvil. Después de varios intentos fallidos para hablar con un asesor de la compañía, no tuvo más remedio que iniciar una “plática” con un robot. La conversación se dio más o menos en los siguientes términos:  

Robot: Hola soy Quali, el asistente virtual de tu aseguradora. Te ayudaré a levantar tu reporte. Para reportar un robo comunícate al número xxxxx o marca una de las siguientes opciones: a) colisión b) rotura de cristal) c) asistencia vial. (Norma luego de escuchar las instrucciones seleccionó la opción pertinente) Robot: de acuerdo Norma, por favor escribe el número de póliza…

Así siguió una larga “comunicación” donde la máquina daba instrucciones que Norma tuvo que seguir al pie de la letra. 

Este tipo de conversaciones son cada vez más comunes en los servicios de la banca, los seguros etcétera. Cada vez más instituciones comerciales se suman a esta forma de trato con sus clientes a través de robots. 

En nuestra entrega del miércoles pasado en la Jornada Morelos, cité el trabajo de dos investigadores de la universidad de Oxford, Michel Osborne y Carl Frey, quienes después de estudiar 700 trabajos, concluyeron que entre unos 10 a 20 años casi el 50 por ciento de los trabajos los harían robots (el trabajo se realizó en el 2013. El destino ya nos alcanzó). 

Es un hecho que hoy en día casi todas las actividades económicas las realizan maquinas, los robots, o softwares. La Inteligencia Artificial (IA) está ganando la partida al trabajo humano por su bajo costo, su eficiencia y fácil reemplazo.

El trabajo que realizan los humanos en diferentes ámbitos desde aquellos de carácter eminentemente técnico que requieren habilidades, hasta los que precisan de una preparación académica como los abogados, médicos, profesores, ingenieros, contadores, todos ellos están amenazados por softwares y maquinas inteligentes que los puedan reemplazar.  

Los apologistas de la inteligencia artificial aseveran que estas máquinas no hacen huelgas, no piden incremento de salario, no tienen vacaciones, tampoco requieren de servicios médicos ni consideraciones humanas como descanso por maternidad, son más económicas, eficientes, etcétera. 

Pero todas estas características “ventajosas” de las máquinas, no benefician a la humanidad, benefician a los pocos dueños del dinero, a los dueños de las grandes empresas transnacionales cuya lógica es la acumulación desmedida y deshumanizada. 

La Oxfam “Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre (Oxford Committee for Famine Relief), en un informe de este año, señala que el 1 % más rico del planeta ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada desde 2020 a nivel global (valorada en 42 billones de dólares), casi el doble que el 99 % restante de la humanidad. La fortuna de los milmillonarios crece a un ritmo de 2,700 millones de dólares por día informa también la Oxfam.

Es decir, sólo el 1% de la población mundial es la que se beneficia con la aplicación de la inteligencia artificial sin una ética ni una normatividad que la regule. En el lenguaje campirano de mi rancho se dice “no tienen llenadera” siempre quieren más y más a costa de la naturaleza, a costa de la inequidad, a costa de la depredación humana y la descomposición social. 

Esta lógica acumulativa sin límites es la enfermedad moderna que tienen los que poseen los recursos del planeta y con esta lógica enfermiza contagian al resto de la población para quienes la acumulación es solo una quimera, un sueño de opio.

Al darse un desplazamiento laboral tan masivo, las repercusiones sociales no se harían esperar, se daría una enorme frustración de miles de millones de humanos, con consecuentes afectaciones en el orden emocional, pero también, se acrecentaría la pobreza en todos sus niveles, esto acarrearía como consecuencia la violencia generalizada y unadescomposición social en todos sus órdenes. Por eso me atreví a titular esta entrega como “La inteligencia artificial, una amenaza para la humanidad”.

Es necesario que los gobiernos del orbe, así como los organismos internacionales como la UNESCO, la FAO, la OMS y más, propongan una normatividad en el uso de la inteligencia artificial para minimizar los posibles efectos dantescos en la sociedad que generaría en las sociedades del orbe. 

La inteligencia artificial, hoy en día se ha convertido en la moderna caja de pandora, solo que sin el último de los elementos que quedó guardado al interior de la caja mítica como regalo para los humanos: la esperanza.

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