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Medardo Tapia Uribe

Hace un par de semanas tuve la oportunidad de dar un salto cuántico. Me animé y asistí a la convocatoria de la Secundaria Benito Juárez para celebrar sus 80 años. Me trasladé a Jojutla a la Secundaria Benito Juárez hasta los años de 1963-1965, con mis 12-14 años de edad, al desfilar el 19 de marzo de 2023. La secundaria Benito Juárez, como en los viejos tiempos, nos “llevó” a desfilar y como en aquellos tiempos fue el gran evento, como si fuera un desfile del 16 de septiembre o cuando nos llevaban a desfilar a Cuautla. Caminamos por la calle Constitución del 57, dimos vuelta en la calle antes de llegar al mercado hasta la Cabeza de Juárez, regresamos por la calle que va a dar casi hasta el Río, por la esquina de la tienda de las “Arizabalo” y cerca de donde vivían los Leyva para regresar por la calle que lleva a la Gasolinera de la entrada de Jojutla, para regresar a la secundaria cruzando el puente del Río Apatlaco.

Seguimos en el desfile a los estudiantes de hoy de la secundaria —vestidos “de gala”, con la tradicional chamarra “MacArthur”— que llevaban un letrero que indicaba la generación a la que pertenecíamos. Éramos seis de aquel grupo, el “A”, de aquella secundaria que tenía solo tres grupos para cada grado, tres de primero, tres de segundo y tres de tercero, “A”, “B” y “C”, cuyo edificio cuánticamente está allí, aunque haya desaparecido. La secundaria fue fundada en 1943, sólo cinco años después de fundado el Ingenio Emiliano Zapata. Sería una de las pocas secundarias existentes en la entidad, fundadas durante la segunda guerra mundial.

En ese salto cuántico pasamos frente a nuestra escuela y la vimos, aunque ya no estuviera allí, lo mismo que al restaurante y refresquería, “La Olita” y al “Oasis”, en donde comprábamos nuestra “cerveza de raíz” a la salida de la escuela —que era para lo único que nos alcanzaba— antes de tomar “el amarillo” de regreso a Zacatepec, empapados de sudor. Todo eso pude hacer ese domingo 19 de marzo y sin salirme del desfile ni dejar de saludar a toda la gente que nos saludaba y vitoreaba, como si hubiéramos ganado algo, quizás por sobrevivir 58 años: a crisis económicas, terremotos, enfermedades, pandemias, salidas de mojados a Estados Unidos o al mundo, la matanza de Tlatelolco de 1968, intentos de secuestro y crímenes, deportaciones de la migra gringa, sobrevivir a todo eso y mucho más. Estoy seguro de que por eso nos saludaban alegres y con gritos. El cumpleaños de “La Benito” es muy importante, siempre ha sido una fiesta de Jojutla y los municipios cercanos, de Zacatepec, de Tlaquiltenango, de Tlaltizapán, de Xochitepec, de Puente de Ixtla y de todos aquellos lugares de donde venían los estudiantes. Por todo esto es que seguramente estaban allí el presidente municipal de Jojutla y un militar vestido de gala, así como inexplicablemente más de veinte camiones del ejército, la guardia nacional y la policía municipal.

No creía en estos saltos cuánticos, pero al asistir pude comprobar que sí era posible porque platiqué con los que fueron, con los que se fueron y con todos aquellos que no fueron, así saludé a: Teresa I., Narciso, Adrián, Gloria, la “Pimpo”, María Elena, Rogelio, Dina, Josué, a Nelly, Carmen, Amelia, Meche y su hermana, y a Manuel “la Marimba”… al Rules, a Marco, a Rosalba, Lauro, la “cáscara”, “el “vededas”, Jorge, Allende, Laura, Pepe “el chino”, Rosa Elena, Chucho, Arturo, Delfabro, Luisillo, Miguel Ángel, el “Pite”, Edith, a Celia, al “Centímetro” (el eterno maestro que guarda el retrato de Dorian Grey envejeciendo en su casa), a “Rebe” y a una larga lista memorable y muy querida de todos aquellos que se fueron… Con este saludo y este salto cuántico logré que no andemos nosotros y ellos simplemente errando en una memoria extraviada y no se conviertan ni ellos ni nosotros en la arboleda perdida de nuestros años, como decía Alberti, hasta que nos reunamos para siempre en un fuerte abrazo en otro salto cuántico, bendita física cuántica. Como cita Alberti a Unamuno en la Arboleda Perdida: No sé cómo puede vivir quien no lleve a flor de alma los recuerdos de su niñez …y los 80 años de “La Benito”.

Foto: Uriel Brito