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Escribo esto mientras el piano de Alez Kozoboliz suena con sus cuerdas enmudecidas en su disco Somewhere Else. Es la una y veinte sobre Katoomba Australia, el día nos ha inundado de alegría, nos ha regalado un sol a medias y la promesa de un otoño fresco mientras los árboles se encienden, poco a poco comienza su metamorfosis de color de verde mantis a un rojo atardecer, el viento sopla fresco anunciando el inicio de una nueva estación, la piel me arde con la esperanza de un buen tiempo.

Ayer tuvimos una cena de celebración, dos copas de vino rosado burbujeante, cordero con humus, tomates asados, patatas salteadas, ensalada de pepino con menta y de postre una tarta de bayas y fresas con chocolate acompañada de un sorbete de frambuesa. Es casi tiempo de despedirme de este viaje, he venido hasta aquí a grabar un demo, que ya está sobre la línea de pesca, y que se ha vuelto señuelo. Lo hemos lanzado hace unos días al mar, y ahora como todo pescador, nos sentamos con paciencia a esperar.

Entre tanto paso revista a familiares, a los amigos, a mi banda. Hoy por la tarde comeremos Pavlova, una tarta con una base de merengue francés, sobre la cual se pone crema y trozos de frutos rojos, la ha hecho desde temprano July y sus manos que inundan cariño. Me gustan las reuniones familiares desde que era niño, los domingos una o dos horas con tu gente, una o dos horas para mandar de paseo cualquier nube que bloqueé tu felicidad, una o dos horas para estar juntos comiendo una tarta desde la terraza, en la infinidad de su compañía rodeado de árboles en pleno otoño, pronto sus hojas inundarán el piso, como si fuese una alfombra roja sobre la cual desfilaremos.

Con el tiempo he comprendido que también en nosotros existen las estaciones, no todos los días se dan las flores en el árbol de nuestra vida, a veces hay otoños o inviernos mudos y también como a los árboles se nos caen las hojas, las esperanzas, y se ausenta el calor. Sé que vendrán días así, es inevitable que sea de otro modo.

Por lo mientras, hoy el sol me inunda los brazos, un piano ronronea una melodía bajita, sobre el agua descansa mi línea de pesca, y espero sin prisa que vengan las estaciones que tengan que venir.