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AVENTURA

 

Toc, toc, toc, Julia tocó impulsivamente la puerta entreabierta de la oficina de Derek, agente de seguros, ubicada en el sexto piso del edificio principal. Para ella, era tiempo de contratar un seguro de vida. Este tema había sido producto de la última conversación entre Julia y su padre antes de la embolia que se lo había llevado al mundo póstumo, días antes de pasar el umbral del noveno piso. Sin intentar levantar los ojos de la pila de documentos que se encontraba firmando a cadencia mecánica forzada, Derek le intimó a entrar y tomar asiento. Tampoco se percató de la mirada insistente que la mujer ponía sobre él. Estará absorta viendo el irresistible paisaje marítimo de la bahía por encima de mi hombro; como todas, agregó para sus adentros.

En ningún momento Julia sacó la lista de preguntas anotadas previamente a la cita, por encontrarse atrapada en un halo mágico creado por ella misma alrededor de Derek. Este hombre enigmático derrocha carisma por donde se le mire, y por donde no, también. Afortunadamente para Julia, Derek actuó con una integridad pulcra en la venta del seguro de vida a sabiendas de que él y ella, impactados por el encuentro, compartían la misma vulnerabilidad. No obstante, al despedirse, Derek blindó sus emociones denotando incluso cierta frialdad, así que Julia no pudo más que retirarse completamente desconcertada.

Transcurrida una semana, Derek le propuso, durante una comida prolongada por varios digestivos, sostener una aventura alegando su situación emocional no resuelta después de su ruptura con Esperanza el año anterior.

Dolida y a la vez entreviendo una luz discreta en su futuro sentimental, Julia se llevó la palabra aventura para procesar en su casa. ¿Ofrecer una aventura a un hombre o una mujer es denigrar a la persona? ¿Es condenar la relación al fracaso anunciado? ¿Es coartar la libertad amorosa de existir? ¿Es la voz del miedo o de la inseguridad de quien la propone? Estas habían sido las preguntas formuladas a solas durante varios días, a las cuales había encontrado pocas contestaciones válidas salvo que el sentimiento amoroso no llega con fecha marcada de caducidad

En el elevador que la llevaba de nuevo al sexto piso de la torre, Julia venía ensayando frente al espejo la respuesta que le iba a dar a Derek, valorada por ella misma como indecorosa tendiendo a indecente. A lo mejor convenía sustituir indecente por inapropiado

Siguió la conversación en casa de Julia hasta altas horas de la noche. El extendió su mano. Ella subió un escalón para descansar su cabeza en su hombro. ¿En qué momento se le había olvidó ponerse zapatos de tacón? El abrazo pudo haber durado un poco más, pero ella solamente quería sentir amor y paz pegado a él en un momento de corazones abrazados, emprendiendo el viaje hacia el conocimiento del otro.

Entonces, cuando el amor toca a la puerta ¿hay que abrir sin preguntar quién es o es preferible dejar cerrado? El gato atigrado de Julia sí entró maullando por su puerta especial gozando de todos los privilegios. Por lo pronto, de ellos, no se sabe el desenlace de su relación, del gato sí: se fue a recostar en su almohada después de un día muy ajetreado.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM