Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir murieron con seis años de diferencia y casi en el mimo día, él el 15 de abril de 1980, ella el 14 de abril de 1986. Ambos reconocidos en vida como intelectuales de entre guerras. Novelistas, ensayistas, periodistas, dramaturgos, filósofos, abarcaron todos los géneros literarios, incluyendo diarios y cartas.

Su obra es abundante y compleja, al igual que su pareja que marcó a varias generaciones por su audacia subversiva.

Los libros de memorias de la Beauvoir: “Memorias de una joven formal”, “La fuerza de las cosas”, “Final de cuentas”, “Una muerte muy dulce” y “La ceremonia del adiós”, causaron revuelo, en ellos, además de dar cuenta de la historia del París entre guerra y de las culturas que se desplegaban frente a sus ojos, de las cuales eran protagonistas, da pormenores de su relación amorosa desde 1922, hasta la muerte de Jean Paul en 1980. Un amor basado en la complicidad sin límites. Usted – diría él—es mi amor necesario, lo que no impide que tengamos amores contingentes. Vamos a contarnos todo, de manera que no existan secretos entre nosotros. Ella aceptó. Un reto basado en la filosofía existencialista, que ambos enriquecieron, impactando a la cultura occidental.

En las memorias, Simone narra sus amores con otras mujeres, los tríos que armaban y compartían sin tapujos. Muchos fueron los amores contingentes que ambos experimentaron. Solamente, en una ocasión, su relación se tambaleó. Jean Paul se enamora de una neoyorquina, y está a punto de casarse con Dolores. Simone conoce el amor apasionado con Nelson Algreen en su viaje a Chicago, y siente una voluptuosa pasión carnal, que hacía muchos años no tenía con Sartre. Por cartas a Algeen sabemos que su relación con Jean Paul fuerte e inamovible pasaba por su amistad, ser protagonistas de la apasionante historia de París, por sus viajes como embajadores de la Francia antifascista. Ambos con mente privilegiada se leían y consultaban, jamás publicaron sin que el otro diera su opinión. Las redes que crecieron a su alrededor formaron la familia sartreana, que les producía un enorme placer. Ellos los mantenían e influían decisivamente en sus vidas. A muchos los lanzaron como actores o escritores, y muchas veces hubo relaciones amorosas con los miembros de la familia que giraba en torno de sus sorprendentes maestros.

En las memorias jamás se rebeló el nombre de los contingentes, se les mencionaba con letras, guardando su privacidad.

A la muerte de Sartre, su hija adoptiva, rompió el silencio y publicó el diario de guerra de Sartre, en el cual, por medio de cartas a Simone, sale a relucir el entramado de su relación. Sartre le pide a Simone que vigile a una de sus amantes, o que enamore a otra que él ya no aguanta. Como contestación a esta publicación, la hija adoptiva de Simone da a conocer la correspondencia de Simone con Sartre dando más datos sobre su complicidad y falta de escrúpulos para con sus amores contingentes. ¡Un escándalo!, que se aumentó con la correspondencia de Simone a Algeen. Todos los trapitos al sol. Se descubrían los entretelones de la pareja, ambos quedaban como manipuladores de la llamada familia sartreana.

Para echar más leña al fuego, apareció en la portada de una importante revista la foto de Simone desnuda mirándose al espejo, tomada en casa de Nelson. Caía así el mito de la mujer del turbante, tacones anchos y vestidos severos, para aparecer la mujer voluptuosa, bella y desnuda.

Hubo quien, por estas razones, dudara en conmemorar los treinta años de la muerte de Simone en 2006.

En México la batalla la dio la Casa Lamm, el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir y el grupo Mitotes y Jolgorios. Seminarios, mesas redondas y una obra de teatro “¿De verdad cree que la muerte es muy dulce madame de Beauvoir?”, dieron la batalla para dignificar a la homenajeada y su potente obra, invaluable y al margen de los chismes que se propagaron.

Todos los afectados sabían el pacto entre sus maestros. Dolores conoció a Simone, Algeen viajó a París y Sartre lo ayudó a publicar. La familia sartreana leyó las memorias de Beauvoir y sabía a qué se atenían jugando amorosamente con ellos.

Lo que queda claro es el triunfo del pacto amoroso entre ambos, su amor necesario remontó más de cincuenta años. Ella murió en su departamento, desde su ventana podía ver la tumba de Jean Paul. Ambos están enterrados juntos, a pesar, de que como ella afirma de sus cenizas a las mías no existe ningún pasadizo.

A treinta y ocho años de su muerte, extrañamos a Simone de Beauvoir.

¡Justicia para Mafer!

¡Libertad para Assange ¡

¡Alto al genocidio en Gaza ¡