DESHIELO

 

El inmenso desconsuelo de Fabiola se concentraba ahora en el vaso que tenía enfrente, junto a la botella consumida a la mitad durante la última hora de esa tarde. En la calle, las sirenas alertaban de un percance ocurrido cuando la mujer había sacado el alcohol de su alacena. Intentaba imaginar la escena que no estaba presenciando. Lamentos después de gritos se habían apropiado del casi silencio de la calle poco transitad, en la que llevaba viviendo cinco años Fabiola con su esposo Silverio, acuarelista empedernido en su arte. Fabiola sacó un pañuelo desechable para quitar las lágrimas que seguían fluyendo sin parar y le sirvió otra ración del líquido que estaba actuando como revelador de verdades, mismas que ella había intentado ocultarse a sí misma durante años con el pretexto de: Silverio nunca se atrevería a engañarme otra vez, aunque desconocía en qué momento había sucedido la primera.

Los cubitos de hielo descongelados yacían en el fondo de su vaso, juntándose con sus lágrimas.

“Es otra pelirroja, si me remito a los pelos que encuentro en tu playera, ¿verdad, desgraciado?” Silverio se sirvió la penúltima copa, bueno eso le prometió a su mujer antes de refutarle lo dicho. “Pelirroja, rubia, castaña, nada más dime qué importancia tiene el color de su pelo si lo que interesa es saber con quién ando. Mira, Mireya tiene un coche deportivo amarillo en el que nos vamos a pasear los fines de semana en los que tú sales al cine y a bailar con tus amigas”.

Fabiola le enseñó varias fotografías tomadas con su celular. “¿Por eso querías que te regalará un smartphone nuevo para tu cumpleaños, para espiarme? Mira bien, ni siquiera es pelirroja sino castaña, parece que los celos te han vuelto daltónica”. De pronto dudoso, Silverio acercó la pantalla del celular para rectificar. “Tienes razón es Natalia y sí es pelirroja, pensé que te referías a Inés”.

Reprimiendo su dolor, Fabiola siguió el interrogatorio brindando con la botella antes de tomarse los últimos tragos, declarando: “por las veces que sí supe y también por las que no” antes de proseguir solemnemente: “que no te acuerdes bien no es por tu memoria que nunca fue buena. Recuerda cuando te llamaron para ser testigo del accidente el año pasado, no pudiste recordar si el conductor llevaba bigote o no”.

En un intento de hacer las paces con Fabiola, Silverio propuso hablar del cambio climático, afirmando que ese tema sí le tenía que preocupar, al igual que el dengue, en vez de fijarse en detalles de su vida privada.

Afuera, los paramédicos se estaban llevando los cuerpos de dos adultos. Unos vecinos todavía permanecían en el lugar de los hechos comentando la brutalidad del choque y la desatención de las autoridades en reparar los baches llenos de lluvia en los que las ruedas del vehículo habían quedado atrapadas.

Fabiola juntó todas sus fuerzas para expulsar a su marido en pos de convertirse en ex más rápidamente de lo que se imaginaba. “Vete con la que quieras o con todas, se te acabaron las oportunidades”. Silverio abrió la puerta, pero se retractó de inmediato: “no inventes, se soltó el aguacerazo. Bueno, luego no me ruegues que regrese. Me voy con Mireya…” No pudo terminar su frase por percatarse de la grúa que se estaba llevando el coche deportivo amarillo al desecho.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM