SIN TÍTULO

 

La señora Romina, bibliotecaria con medio siglo de experiencia entregada al arte de prestar libros de manera personalizada – más no su reacomodo en los estantes, esta tarea siendo atribuida al joven Leoncio – recibe esta mañana a Dafne, una mujer entre dos rangos de edades, quien se presenta afligida su mostrador. Romina reparó en el hecho de que no llevaba bolsa de mano. Una nueva usuaria en la biblioteca representaba para la bibliotecaria un reto para adivinar sus gustos de lectura y también el trato que le iba a dar a los libros bajo su custodia por el tiempo del préstamo. Romina se aventuró a preguntar a Dafne si quería tomar asiento en vez de permanecer de pie, lo cual LA obligaba a ella a levantarse de su silla donde su cuerpo había marcado su forma de permanecer ahí durante mayoría de sus labores.

“Prefiero quedarme de pie señora, gracias. Nada más vengo por un libro, uno que me cure de mis penas de amor”. Romina levantó las cejas con un gesto de desdeño. Por nada del mundo acompañaría a Dafne a la sección de desarrollo personal ubicada en el segundo pasillo. “No tengo en mente un título preciso, ni autor siquiera. Quiero la historia de amor más bella que se haya escrito”. Romina revisó por unos minutos sus archivos electrónicos en la computadora. “¿Dónde quiere que suceda la historia: en algún país lejano o aquí en México? ¿Le gustaría una historia en tiempo presente, pasado o futuro? Espere un momento, voy a traerle algunas obras”. Dafne hojeó sin mucho interés los dos primeros volúmenes y abrió el tercero. Salvar el fuego de Guillermo Arriaga: es una gran novela, señorita. Dafne gritó: “¡no quiero una historia que ocurra en una cárcel! Le voy a contar lo que acabo de vivir con mi novio y quiero que usted me encuentre la historia que va a poner bálsamo en mis heridas”.

Romina estaba acostumbrada a resolver peticiones vagas tales como: es un libro rojo con letra grande en azul y hay un gato en la portada.

“Conocí a Rogelio hace dos años. Estábamos a punto de formalizar nuestra relación cuando recibió un ofrecimiento de trabajo con un sueldo que le hizo brillar los ojos, a la vez que los míos se llenaron de lágrimas cuando me dijo el lugar al que se tenía que trasladar: Dubái. Dieciocho horas de vuelo en perspectiva, sin contar el traslado al aeropuerto de salida y de llegada”. “¿Por qué no se fue usted con él? preguntó Romina envuelta en el relato de Dafne. “Rogelio estaba tan contento por haber ganado un concurso internacional que olvidó siquiera proponérmelo. Empezó a decirme que yo también tenía que dedicarme más a mi carrera de médico y estudiar una especialidad. De repente el tiempo se acortó entre los preparativos de la mudanza y del viaje así que preferí desaparecer de su vida. Me mudé aquí hace dos semanas porque solicité mi cambio de ciudad. De Rogelio, no he sabido nada, me borró de su vida como si nada hubiera existido entre nosotros. Si no fuera por el anillo de compromiso que me entregó, pensaría que todo ha sido un sueño maravilloso que de un día para otro se tornó pesadilla”.

“¿Usted conoce una novela que tenga una historia parecida a la mía?”. “No señorita. La va a tener que escribir usted. Eso la curará de sus penas, como curó las mías en su momento”, murmuró Romina.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM