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DESAPARICIÓN 

Hélène Blocquaux*

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Tuvo que desaparecer Sara por varios días para que las compañeras de su escuela notaran su ausencia en el salón. No porque su butaca quedara vacía, sino porque pasando lista, nadie contestaba. De hecho, los estudiantes murmuraban sin denotar preocupación pese a la alerta Amber difundida al día siguiente de su volatilización súbita o de no regreso a casa, según se apreciaba el caso en los medios de comunicación. 

Una camioneta blanca avanzaba lenta por la avenida habitualmente concurrida a mediodía. El conductor y su acompañante volteaban por sus respectivas ventanas como buscando una ubicación. Sara caminaba desenfada, imaginando una vida más sociable. La joven añoraba salir con amigos de su edad, aunque fuera al cine, pero las invitaciones no se concretaban por impedimento paterno. 

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Los hombres salieron de la camioneta en marcha volteando a los lados, subieron a Sara en la parte trasera y se pasaron el semáforo en rojo. 

Del otro lado de la acera, Heriberto, vecino vigilante de la colonia había sacado varias fotos carentes de nitidez por el miedo que lo había asaltado al percatarse del secuestro de Sara. Revisando sus tomas se dio cuenta que hubiera sido de mayor provecho como testigo fijarse en el físico de los dos sujetos y apuntar las placas de la camioneta. 

Una médium de gran fama en redes sociales vio en le televisión más allá de las imágenes y su mente lo registró como algo real que sí sucedió frente a sus ojos: una quinceañera de cabello largo recogido con un broche brillante se encontraba en una casa, feliz en compañía de un hombre con la que se siente segura. Así rindió su declaración María José cuando acudió con las autoridades. Los agentes se burlaron de la mujer quien manifestaba mucha seguridad en su tono de voz y en la evocación de sus percepciones, sensaciones y vibraciones. 

“Mira nada más quien sale en la cámara de seguridad de la casa número 7” comentó el oficial Martínez a su colega. “No @^*, o este compa es el padre de Sara o me voy a la próxima peregrinación a Chalma”. 

“Tenemos reporte de una camioneta abandonada en la carretera federal, salgan de inmediato a registrarla. El jefe quiere salir en el noticiero de esta noche con buenas noticias”. 

“¡Oye, jovencita, hazte a un lado! ¿qué haces aquí? No ves que estamos en alerta máxima. Vete a la escuela”. “Soy Sara Vázquez, dijo la joven tímidamente”. El oficial completamente aturdido comparó la foto con la chica parada enfrente suyo”. 

Sara siguió firme: “creo que mi padre fue el que planeó todo, debe mucho dinero y no sabe cómo cubrir los gastos de la casa. Mis abuelos iban a pagar el rescate, pero no es justo. Me dejó con mi novio y me dijo que no saliera por nada, pero anoche vi a María José en una entrevista. Decía que yo estaba bien y que no se tenía que preocupar mi familia. Por eso estoy aquí. Sabe qué oficial, más grande quiero ser abogada”.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM 

La Jornada Morelos

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