Por Raúl Silva de la Mora
Mi música es evidencia
de la voluntad de mi alma para vivir
Charles Mingus
La traducción es una práctica de alto riesgo, una de esas actividades donde es muy fácil quedar mal con todos: con el autor, con el editor, con los lectores, y hasta con uno mismo. Que alguien valore una traducción y la considere fiel al original no es sino un buen gesto, porque siempre habrá quienes opinen lo contrario. Ya lo dice ese famoso proverbio italiano “traduttori, traditori”, es decir: el traductor es un traidor. Este veredicto tiene mucho de implacable y mucho de injusto. El sólo hecho de mencionar la palabra traición contiene una carga negativa y sin embargo mucho hay de nobleza en el acto de traducir. “Si no existiera la traducción, habitaríamos provincias lindantes con el silencio”, escribió en inglés George Steiner, ese hombre sabio que ejercitó su vida y su pasión a través de la ciencia del lenguaje.
Un ejemplo de la nobleza que entraña la práctica de la traducción es Mingus & Mingus. Mi vida con el hombre furioso del jazz*, que Sue Graham Mingus escribió y nombró, en su edición original, Tonight at noon. A love story. En español, sería algo así como Esta noche al mediodía. Una historia de amor. Se trata de una memoria que comienza la medianoche de un día de julio, en 1964, cuando Sue conoció a Charles Mingus en Five Spot, un club que irradiaba jazz en Lower Manhattan. A lo largo de 300 páginas, Sue relata la vida que compartió durante 15 años con esa fuerza de la naturaleza que por siempre seguirá siendo Mingus.
Elisa Corona Aguilar, escritora, guitarrista y traductora de Mingus & Mingus, tiene muy claro que ese libro es un puente que hace posible el retorno de Charles Mingus y Sue Graham a tierras mexicanas, una manera de cerrar un círculo y de tejer una comunicación que para ella comenzó cuando estudiaba jazz en Cuernavaca y en una clase, luego de tocar “Goodbye pork pie hat”, su profesor les contó que su autor había muerto a unas cuadras de donde estaban.
Para Mingus, su convivencia con México comenzó en la frontera. Nacer en Nogales, Arizona, el 22 de abril de 1922, contagió su vida y su música de una manera profunda. Charles siempre fue un hombre fronterizo, un migrante que en sus actos y su imaginación creativa buscó nuevas tierras. Escuchar su disco Tijuana Moods es una buena prueba de su identidad.
Pero este libro, esta traducción, contiene sobre todo la memoria de Sue Graham, eso es muy esencial, no hay que olvidarlo. La presencia de Charles es abrumadora, cierto, pero a través de una mirada que se asoma a esa otra realidad que ocurría alrededor, mientras el contrabajo dibujaba constelaciones en el escenario.
“En la traducción se juega uno su propia historia: lo que se sabe y lo que se ignora”, nos advierte Elisa Corona. “Como toda escritura, para mí es un juego de sinceridad, un impulso hacia lo desconocido, un atrevimiento a sentirme y saberme expuesta. También es un juego de imaginar lectores: en este caso, mis lectores reales e imaginarios son los músicos de Cuernavaca, México y el mundo con quienes conocí a Mingus y su música…”
Elisa sabe muy bien, al igual que Mingus, cuál es el valor que tienen las fronteras, esos territorios de transición donde su proceso creativo fluye, cruzando límites. Traducir es un acto que convoca a la música y la poesía: “…tiene que ver con la respiración y con el aliento; es el arte de los traidores, se ha dicho demasiado, pero en esa traición se reinventa el pensamiento y el lenguaje, se desentierra la historia y sus personajes, se alcanza a lectores que permanecen en los márgenes”.
En Mingus & Mingus, Sue Graham compone un canto ceremonial con la luminosidad y con las sombras de este virtuoso del contrabajo, deja que lo veamos en su esplendor y en sus virulentos arrebatos, en su nobleza y en sus reclamos. Ser testigo de cómo se desintegra la Constelación de Orión es, sin duda, el avistamiento de una leyenda. La parte final de Mingus & Mingus contiene el inmenso dolor de la lucha que Mingus libró contra la muerte, en Cuernavaca, asistido por la curandera mexicana Pachita. Es una ceremonia de los adioses, en la que Sue fue como una sacerdotisa.
Dice Elisa Corona que su traducción es una manera de involucrarse con esa discusión esencial que Charles, Bird y Sue sostenían, con respecto a la música y su espiritualidad, magia y superstición unidas. Su manera de estar en el escenario de la vida.
* La Cifra Editorial, primera edición: 2020. México.