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-Tatiana Vanessa González Rivera

El árbol se conoce más por sus frutos que por sus raíces. El capitalismo ha diseñado una economía que promueve el crecimiento con fines de lucro, un camino rentable para aquellos que concentran el capital, muy pocos, a decir verdad. En el otro extremo, ha provocado flagelos como pobreza y desigualdades, aunado a una depredación del medio natural alarmante; sin embargo, contra todo pronóstico ¡sí es posible cambiar las reglas del juego!
En México, con la puesta en marcha del modelo neoliberal, desde los años ochenta, se ha configurado un país en el cual, hoy en día, habitan unos 127 millones de mexicanos y mexicanas de los cuales, según las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 55.7 millones están en situación de pobreza y 10.8 millones en pobreza extrema. Esas frías estadísticas reflejan a individuos con historias y sufrimientos particulares, quienes han asumido consecuencias devastadoras pues las desigualdades matan, tal cual quedó evidenciado con la pandemia por COVID-19; la cara humana de la pobreza es desgarradora y contabilizarla en millones debe, por un lado, resultarnos angustiante y, por otro, sacudir nuestra empatía. Esa es la economía que nos han impuesto los dispositivos de poder con mayor influencia, esa que descompone el tejido social acrecentando la delincuencia, adicciones, violencia y otros males de un páramo desolador.
Hace algunos años cuando dedicaba horas de ejercicio jurídico teórico y práctico, enfocado en la empresa capitalista tradicional, cuestionaba los privilegios desmedidos que el propio sistema normativo mexicano e internacional coloca en bandeja de oro a dichas entidades y razonaba sobre las propuestas para contrarrestar esas irracionalidades. Mis colegas culpaban a mi juventud pues decían que era el origen de mis arrebatos ideológicos y propios de mi estado de somnolencia que me privaba de la realidad. Yo respondía: ¡Me alquilo para soñar!
Era evidente que su perspectiva derivaba de una construcción social que se había configurado a partir de una economía egoísta que define un proyecto político centrado en intereses individuales y que, lamentablemente, determina las propias relaciones sociales.
Así, la respuesta colectiva, autogestionaria y democrática, que declaraba su rebeldía frente al sistema económico hegemónico, no se hizo esperar y los dotes proféticos de numerosos intelectuales quedaban al descubierto. Las economías transformadoras caracterizadas de distintas maneras (economía colaborativa, circular, feminista, social y solidaria, así como otras) dan cuenta de emprendimientos exitosos, en México y en todo el mundo, que develan la artificialidad del capitalismo y que promueven procesos económicos que persiguen la mejora de la calidad de vida de las personas, con franca preocupación respecto del medioambiente y una perspectiva de derechos fundamentales.
Esas economías apuestan por un proyecto de sociedad más justo y desarrollos locales comprometidos con la sostenibilidad de la vida; los cuales, a través de la academia, pretendemos hacer visibles y comprensibles para unirnos a las voces de quienes despiertan de un sueño para encontrarse con la realidad de que ¡Otro mundo es posible!

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