“Masas imbéciles y tiranías insolentadas”, el país que aún somos

 

“Sólo distinguirá a un americano del otro el vicio y la virtud” planteó José María Teclo Morelos y Pavón, en el artículo 15° de sus Sentimientos de la Nación –14 de septiembre de 1813–, ante el Congreso de Chilpancingo. El año anterior –23 de marzo–, durante el Sitio de Cuautla, el vallisoletano exhortaba a sus compatriotas: “¿Hasta cuándo, hasta cuándo será depuesta vuestra ceguedad? ¿Hasta cuándo conoceréis vuestros derechos?”.

El 7 de octubre de 1855, al rendir protesta en Cuernavaca como presidente interino de la República y declararla capital del país, el atoyaquense Juan Álvarez Hurtado, afirmó: “Para asegurar la libertad y la felicidad públicas, son indispensable la representación e intervención del pueblo”. En opinión del veterano insurgente, bajo tales premisas “la sociedad marchará por el sendero del bienestar, y sólo así conseguiremos el bien inmenso de la paz”.

“El estado de Morelos […] asume con enérgica firmeza la responsabilidad de sus actos todos, y tiene que provocar el fallo de la opinión inflexible, sobre la legitimidad de sus acciones” afirmó, en Yautepec, el jilotepequense Francisco Leyva Arciniegas, al rendir protesta como primer gobernador constitucional morelense –15 de agosto de 1869–. “Más que doctrinas, necesitamos virtudes para hacer efectivas las promesas que contienen nuestras sabias leyes”.

“Tenemos que destruir y tenemos que crear; que destruir los malos hábitos arraigados en la política, para sustituirlos por otros que sean propios para devolver la salud a lo que hoy es podredumbre y asco”, afirmó el potosino Antonio Díaz Soto y Gama en su tesis para obtener la licenciatura en Derecho, con el título Breves consideraciones sobre la importancia del municipio –1901–. “Hay que cambiar nuestro modo de ser nacional”, sentenció.

El diagnóstico del país que ofrece es contundente: “Buscamos anhelosos al pueblo soberano, y no lo hallamos, porque en vez de él la experiencia descarnada nos presenta masas imbéciles y tiranías insolentadas”. Es el pueblo ignorante y apático sometido a los intereses de los grupos de poder que lucran criminal e impunemente con la eterna necesidad colectiva. “La conciencia nacional está corrompida, la opinión está enferma de cesarismo”, advirtió.

En Morelos, dos corrientes de pensamiento se confrontaron en el Ejército Libertador del Sur: los ideólogos locales y los citadinos. Unos, luchaban por justicia para los pueblos; otros, por una revolución reconocida en el orbe. “Al traicionar la justicia indudablemente cometen el delito de traicionar a la patria”, advirtió el ayalense Otilio Edmundo Montaño Sánchez, víctima inmolada por “masas” y “tiranías” que históricamente han traicionado al país.

Imagen en blanco y negro de un puente de piedra

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Imagen: Antiguo Cuartel del Ejército Libertador del Sur;

Tlaltizapán, Morelos (fragmento); ca. 1930. Archivo Jesús Zavaleta Castro.