loader image

Maximino Aldana*.

 

Desde hace varias décadas, año tras año el crimen organizado en México ha adquirido mayor poder económico, armamentista, social e incluso político. Esto a pesar de que desde entonces (y desde antes) cada gobierno en turno ha asegurado que “nosotros no pactamos con criminales”, por el contrario, “combatimos con todos los recursos y fuerza del Estado a los delincuentes”. Pero, independientemente de lo que digan los gobernantes, los ciudadanos normales vivimos y padecemos el poder del crimen organizado todos los días. Ya no se trata solamente de narcotráfico. El crimen organizado se ha apoderado del robo de autos, tráfico de personas, piratería, extorsión, secuestro, asesinato, asaltos en carreteras (o en dónde sea), robo de recursos naturales, despojo de comunidades enteras, etc. Cualquier tipo de delito que podamos imaginar, el crimen organizado lo está cometiendo con violencia extrema tal vez en este momento. ¿Cómo llegamos a esta situación de despojo e inseguridad si cada gobierno, con el pleno poder de tomar e implementar decisiones, ha proclamado desde hace décadas el combate al crimen organizado utilizando toda la fuerza del Estado y asegurando que nunca ha pactado con criminales? 

La respuesta a esta pregunta la han dado varios estudiosos del tema cuyos trabajos presentan evidencia contundente de que los gobernantes sistemáticamente pactan con criminales para llegar al poder o mantenerlo. El crimen organizado no obtuvo mágicamente con talismanes el enorme poder que ostenta actualmente. De acuerdo con datos presentados por numerosos especialistas en seguridad e inteligencia, se necesita la complicidad de los gobernantespara alcanzar tal poderío y sofisticación en las organizaciones criminales. Esta afirmación está basada en evidencia empírica claramente documentada por gente que ha dedicado (y arriesgado) su vida a estudiar el tema, como John Gibler que en su libro “Morir en México” nos hace verel gran negocio que representa el narcotráfico en ambos lados de la frontera, generando miles de millones de dólares anuales que no están guardados debajo del colchón de algún capo, sino que mueven parte importante de la economía delos países involucrados. O el libro “La droga: la verdadera historia del narcotráfico en México”, de Benjamin T. Smith, que narra cómo el crimen organizado ha crecido bajo elamparo y complicidad de los gobernantes en turno. O el libro de Guillermo Trejo y Sandra Ley, “Votos, drogas y violencia”, en donde los autores analizan las razones por las cuales la violencia en México aumentó drásticamente justo cuando nuestro país transitó de un régimen político autoritario que duró 70 años (el PRI), a una democracia incipiente con las elecciones del año 2000 (en las que ganó el PAN). La transición democrática de México acompañada de un aumento brutal en la violencia no es casualidad, dicen Trejo y Ley, sino una consecuencia de los pactos que cada gobierno ha forjado con los grupos criminales y que se han tenido que romper cuando cambia el partido gobernante.Con la alternancia política, cada nuevo gobierno que llega al poder establece nuevos pactos con los criminales y rompe los pactos establecidos por los gobiernos anteriores. Sin embargo, los criminales no quieren cambiar las condiciones de protección que tenían con el gobierno previo y por eso se desata la violencia, así de fácil y lógico. 

La violencia extrema que estamos viviendo en México actualmente, y a la cual nos hemos acostumbrado, es la prueba innegable de la ruptura de viejos pactos y la emergencia de nuevos acuerdos entre los gobernantes en turno y los criminales elegidos. Sólo hay que ver nuestro entorno para corroborar tal evidencia y hacerla corresponder con los argumentos de Gibler, Smith, Trejo, Ley y muchos otros. La evidencia es contundente y está a la vista de todos. El que no quiera verla seguirá teniendo fe en que losgobernantes de ahora ya no son iguales a los anteriores. La cantidad de dinero que entra a México por narcotráfico es enorme (se estima que es incluso mayor que las ganancias por petróleo o por remesas). Es ingenuo pensar que algún gobierno va a renunciar a tantos miles de millones de dólares. Tal vez lo que queremos no es que ese negocio desaparezca, sino que deje de ser violento. Lo que queremos es vivir en paz.

*Investigador del Instituto de Ciencias Físicas, UNAM.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *