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Andrea Álvarez Sánchez

La rabia es una enfermedad poco frecuente, pero mortal. Se transmite a través de la saliva de animales infectados. El virus de la rabia inflama el encéfalo y médula espinal. Los primeros síntomas son como una gripa: tos o dolor de garganta y cabeza, debilidad y fiebre, además de una sensación de punzadas en la lesión. Pero luego, se presenta una disfunción cerebral: ansiedad, confusión, agitación. A medida que avanza la enfermedad se inician los síntomas neurológicos agudos en el sistema nervioso central: delirios, insomnio, temor al agua (hidrofobia), parálisis, alucinaciones y convulsiones. En cuestión de pocos días, el infectado llega al estado de coma y muere.

Luis Pasteur fue un artista. De niño, apasionado en el dibujo, hizo una serie de retratos de su familia. Sus profesores lo alentaban a seguir por ese camino, pero su padre lo obligó a tomar otro rumbo. Sus estudios universitarios estuvieron orientados a la química. Aunque su padre reprimiera la pintura, su veta artística perduró y la enfocó en la ciencia. Se hizo famoso por idear la pasteurización, procedimiento que elimina microorganismos patógenos como mohos, bacterias y saprofitos que se alimentan de materia orgánica en descomposición. Con esto logró que los alimentos que consumimos no nos hagan daño.

Asimismo, Pasteur revolucionaría la atención médica al comprender que los gérmenes causan enfermedades. El joven científico demostró que existen en el aire microorganismos capaces de causar múltiples patologías. Con ello desmentiría la teoría de la generación espontánea comprobando que todo ser vivo procede de otro ser vivo (Omne vivum ex vivo). La ciencia pasteuriana inspiró a personalidades como Sir Joseph Lister para la creación de medidas antisépticas que salvarían de la muerte a millones de personas.

Ya adelantado en su carrera se dedicaría al estudió de la rabia. 1885 fue un año trascendental para la ciencia médica. Pasteur, en su laboratorio de la calle de Ulm en el Barrio Latino de París, descubrió la vacuna contra la rabia. La primera persona inoculada fue Joseph Meister, un niño que había sido mordido 14 veces por un perro con rabia. El niño sobrevivió y la noticia del hecho prodigioso se extendió por toda Europa. Centenas de personas mordidas por perros rabiosos acudían a París para que Pasteur les administrara la vacuna.

En 1888 la vacuna antirrábica llegó a México después de que el doctor Eduardo Liceaga viajara a Francia para aprender el procedimiento en el Instituto Pasteur. Durante el gobierno de Porfirio Díaz, la vacuna se convirtió en un símbolo de modernidad. Hoy en día la rabia en las ciudades ha sido casi erradicada pues cada año se vacuna a miles de perros. 

El exvoto que aquí se presenta narra la historia de Gregorio Sánchez, un hombre que sufrió la mordida de un perro rabioso y que, sin embargo, gracias a la vacuna, se libró de la muerte. En él se agradece que Pasteur haya descifrado una pizca del misterio que envuelve al universo y, en consecuencia, creara, entre tantas otras importantes contribuciones, la vacuna antirrábica.

En esta pequeña lámina pictórica del taller de Madame Andreyeva, una vez más, se materializa la gratitud hacia quienes han contribuido significativamente a la historia.