“QUE EL DOLOR NO ME SEA INDIFERENTE”

 

Dos características de estos tiempos de la modernidad, la ciber comunicación y el paradigma dominante son el andar siempre de prisa, en una actividad casi desquiciada y un individualismo indolente que nos impiden ser sensibles al dolor humano. Los paradigmas y el pensamiento dominante se pueden sintetizar en la cultura del tener, que relega el desarrollo de lo humano.

En esta vorágine desenfrenada no tenemos tiempo de hacer un alto para pensar si el individualismo, producto del pensamiento dominante y la lógica del tener nos conduce a alcanzar el propósito de la vida, la razón de ser de la existencia.

Hace unas semanas asistí a una misa dominical donde el sacerdote en su homilía hizo un llamado a los allí presentes a no ser indiferentes ante el dolor humano. En este contexto, el ministro evocó una bella canción que interpreta Mercedes Sosa, “Solo le pido a Dios…” misma que nos invitó a entonar.

Ya en la casa, me di a la tarea de escuchar la letra completa de la canción, me enteré entre otras cosas de que es inspiración del cantautor argentino Raúl Alberto Antonio, conocido como el Gieco y que en su momento esta canción fue prohibida por la dictadura militar Argentina.

Durante la Guerra de Malvinas la canción “Solo le pido a Dios.” se convirtió en un himno a favor de la paz, ya que en uno de sus párrafos se hace la siguiente petición «solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente».

La letra de cada uno de los párrafos de la canción es una invitación a retomar los componentes de la naturaleza humana, es un llamado a no descender desde la categoría de humano a la de primate. Algunos teóricos consideran que sin la socialización los humanos seguiríamos siendo solo una especie más de primates y de la más baja escala,

A través de largo proceso de evolución social que se calcula en unos 100 mil años un homínido conocido como “homo sapiens” pudo transitar de una categoría de primate a la categoría de humano.

Durante un largo proceso de evolución social, se desarrollaron los valores, los sentimientos y las emociones; así fue como se generaron emociones tales como la alegría, el afecto, la empatía; valores como altruismo, solidaridad y más, que nos caracterizan como humanos.

“Solo le pido a Dios.” es una canción que cantamos creyentes y no creyentes, es más que una canción, es un himno, es un llamado apremiante a no perder las características que nos hacen y definen como humanos. Una de estas características es el amor en todas sus dimensiones y expresiones

Cada uno de los párrafos de la canción hace alusión a la expresión de un componente del amor: el amor al prójimo, a la justicia, a la paz, a la verdad. En la última estrofa el autor, nos habla de la finalidad de la práctica de los componentes humanos aquí abordados: la construcción de un futuro mejor que heredemos a nuestros hijos.

Sería muy largo el desglose de todos y cada una de las estrofas de la canción. Sin embargo, me permito iniciar el desglose de la primera estrofa que reza así “solo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente”

Que no me sea indiferente el dolor de la madre, la esposa o los hijos que buscan desesperadamente a un ser querido desaparecido, un dolor que, aunque no desaparece, se mitiga en parte al encontrar ese ser querido, aunque solo sea para darle un homenaje póstumo.

Que no me sea indiferente el dolor de quien padece una enfermedad y no tiene los recursos para atenderse, es un dolor que padece el o la paciente, pero también toda su familia.

Que no me sea indiferente el dolor de quien pierde su libertad por razón de sus convicciones, sus creencias, por la injusticia o por falta de recursos para su defensa legal.

Que no sea indiferente al dolor de la madre que sufre y se desespera al tener que ser padre y madre a un mismo tiempo y no tener un trabajo decoroso que le permita llevar el sustento que sus críos reclaman pero que tiene que cumplir ese reclamo de la forma que sea.

Que no me sea indiferente el dolor por el duelo de quien ha sufrido la pérdida de alguien cercano o muy especial ya sea de manera física o moral y su corazón se niega a aceptar la ausencia o lo hace muy lentamente.

Cada estrofa de esta canción es un llamado, es un grito para no perder la esencia de lo que nos hace humanos. Por falta de espacio no puedo continuar con este ejercicio de reflexión para cada una de las estrofas de la canción “que el dolor no me sea indiferente…” pero estoy seguro de que cada lector o lectora lo hace ya, desde muy diferentes contextos.