Los préstamos culturales entre la Nueva España y Filipinas se establecieron durante el siglo XVI y se mantuvieron a lo largo de dos siglos y medio (1565-1815). El descubrimiento de la nueva ruta de navegación, llamada Tornaviaje, fue la vía marina que garantizó el retorno, desde el archipiélago filipino y las ciudades de Manila, Cebú y Cavite, al puerto de Acapulco.

Conformaron esta relación de América y Asía junto con Europa la primera globalización entre tres continentes que permitió un intercambio cultural, artístico, tecnológico, así como de migración de grupos humanos que se desplazaron a territorios mucho más distantes.

Los intercambios no sólo fueron comerciales, sino también culturales y artísticos, muchos se incorporaron como préstamos culturales, es decir, qué sin ser originalmente propios fueron retomados e incorporados a sus culturas de manera integral.

El antropólogo Guillermo Bonfil Batalla denomina a esta aculturación bajo tres formas: una aditiva en la que se suma a la existente; otra, sustitutiva, la que suple o remplaza a la anterior, y una tercera expresión denominada sincretismo, es una integración de una nueva expresión cultural.

Los productos que formaron parte de este intercambio se integraron rápidamente a las culturas de ambos grupos, como, por ejemplo, en la tradición culinaria se incorporaron nuevas especias y productos a la comida. La llamada ruta de las especias de la región asiática de China, Japón, India y las islas Molucas proporcionó nuevos sabores, olores y texturas a las comidas novohispanas, así como la de la Nueva España a las regiones asiáticas.

Entre muchas de las especias incorporadas y que formaron parte de un valioso comercio están la pimienta de Sichuán, el pimentón, clavo, nuez moscada, la canela de Ceylán, cúrcuma, jengibre, macis, cardamomo, anís, tomillo, azafrán.

A estas especies no endémicas u originarias del lugar los biólogos las denominan como especies exóticas, que se incorporan a las locales conformando una gran diversidad arbórea y creando nuevos paisajes culturales en espacios verdes, que además de una arquitectura de agua —fuentes, estanques, cuerpos de agua— y diseños barrocos, conformaron un jardín de árboles exóticos de mangos —conocidos popularmente como mango de Manila—traídos por el Galeón de Manila.

En el siglo XVIII muchos árboles fueron aclimatados en los primeros jardines conocidos como jardines de aclimatación, que encontramos en la obra realizada por Manuel de la Borda en el siglo XVIII, en el Jardín Borda, en la ciudad de Cuernavaca.

El continente americano compartió nuevas especies, como el maíz, cacao, vainilla, chile, achiote, piña, camote, entre muchas otras.

Así como el maíz es fundamental para las culturas americanas, el arroz lo es para las asiáticas y muy pronto se compartió este cultivo en las costas del Pacífico de la Nueva España y se introdujo tierra adentro. En el estado de Morelos se practicaron los primeros cultivos en la región sur, en los actuales municipios de Jojutla, Puente de Ixtla, Cuautla, Emiliano Zapata y se establecieron los primeros molinos de arroz hacia el siglo XIX y XX.

La presencia de la palma de coco en la región de la costa de Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Jalisco, Nayarit y Colima, conformó un nuevo paisaje, así como una bebida de origen filipino llamada tuba, muy popular en la región de Colima.

La presencia de préstamos culturales procedentes de Europa a través de España al continente americano y, particularmente, a la Nueva España desde el siglo XVI fueron los llamados árboles de Castilla, los primeros sitios de aclimatación y desarrollo fueron las huertas de los monasterios y formaron parte de su arquitectura con patios de naranjos, atrios y entornos a sus conjuntos religiosos y posteriormente fueron al norte de México. Entre estos árboles de Castilla tenemos, además de los naranjos ya mencionados, los cítricos: las limas y limones, así como los duraznos, manzanas, peras, membrillos, granadas, dátiles, nogales, higueras, olivos y la vid.