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Colmena: la colaboración entre una artista morelense y un grupo de abejas

Agustín B. Ávila Casanueva*

“En mi casa siempre había abejas”, me cuenta Gaby Deisolbi, Maestra en Creación Artística por el Centro Morelense de las Artes. Su padre es apicultor, con más de 40 años de experiencia, y aunque los apiarios se encontraban en distintos lugares de Morelos, las reinas de las colmenas solían visitar la casa constantemente, llevadas por su padre. En esta cotidianidad melífera, Gaby, como cualquier integrante de una colmena, fue aprendiendo las danzas, los guiños y las señas.

“Cuando empecé a trabajar este proyecto, me di cuenta que sí conocía muy bien a las abejas. Estaba trabajando con una amiga fotógrafa y le daba indicaciones: «Apúrate, ya va a volar», o «¡Vas! Ahora está tranquila»”, descripciones del comportamiento de alguien que conoce como si fuera de la familia, con quien ha compartido el hogar. Al proyecto que Gaby se refiere lleva por nombre, justamente, “COLMENA: hogar compartido”, y es una exploración artística realizada en colaboración con las abejas de distintas colmenas (Apis melífera), con su cera, y sus construcciones.

A lo largo de su trayectoria, la Maestra Deisolbi ha trabajado lo que llama el Retrato Objetual, es decir, retratar a las personas a través de objetos personales con los que tengan un vínculo afectivo, y mediante ellos, conocer mejor la personalidad e historia de la persona retratada. Con la llegada de la pandemia empezó una exploración completamente autobiográfica. “Empecé a bocetear en una hoja de papel”, narra Gaby, “pero luego pensé: ¿por qué no bocetear con cera?”. Los experimentos empezaron a suceder, conocer qué era factible y qué no. A qué se lograba amoldar la cera y con qué otros elementos podían interactuar. “Entonces hubo una ruptura con los óleos que estaba trabajando en ese momento. Empecé a intervenirlos con la cera, a explorar mi relación afectiva con la cera”. Y entonces surgió la pregunta que le daría cauce a este proyecto “¿Por qué dejar a las abejas de lado?”.

Finalmente, las abejas habían trabajado con la familia Deisolbi durante generaciones —de humanos y de abejas—, se habían encargado de que Gaby y su hermana tuvieran comida en la mesa y a su vez, la colmena humana había cuidado de las abejas, dándoles agua y alimento cuando lo necesitaban y protegiéndolas de las enfermedades. “¿Por qué no iban a trabajar conmigo como trabajan con mi papá?”, pensó Gaby.

El procedimiento estaba claro, introducir los objetos en las colmenas y dejar que las abejas los intervinieran, “pero no tenía claro si iba a funcionar”, confiesa Gaby, “mi papá me dijo que estaba loca”. Aunque el proceso tampoco era tan sencillo. Las abejas no construyen todo el año, lo hacen cuando necesitan almacenar miel, en la época de floración de las plantas que las rodean. Este también es un momento en que la colmena aprovecha para crecer. “En Morelos sólo hay dos épocas de floración”, explica Gaby, “una en mayo y otra por octubre y noviembre”. La artista tenía el tiempo contado, pero logró tener todo listo en el momento preciso.

Cuando vio el primer resultado, Gaby estaba sorprendida: “¡Lo trabajaron increíble! Había ciertas imperfecciones, pero era parte del proceso orgánico y natural que siguen las abejas”. Pero pronto surgieron nuevos retos. El panal era frágil y era difícil de transportar. Además, ya estaba lleno de miel y polen. “A los 20 minutos de tener la pieza en mi taller, ya se había llenado de lagartijas e insectos”.

En ese primer intento, la pieza estuvo cerca de un mes en las múltiples manos y bocas del taller de la colmena. Para la segunda parte, la pieza estuvo alrededor de una semana con las laboriosas abejas. “Estaba vigilándolas, esperando a que hubieran terminado de hacer el panal, pero que todavía no lo llenaran”. Posteriormente Gaby fue buscando una manera de poder conservar el trabajo de sus colaboradoras y que pudiera resistir el transporte, la manipulación y la exposición en una sala de museo; utilizando distintos selladores y barnices.

Deisolbi me recuerda que, además, las colonias de abejas son libres de migrar. Si hay algo que no les gusta o les incomoda, mueven la colonia a otro lugar. A su manera, aceptaron trabajar y quedarse con Gaby y su familia a continuar la labor que les propuso la artista.

COLMENA: hogar compartido puede disfrutarse en el Museo de Arte Contemporáneo de Querétaro, pero una abeja me contó que, si todo sale bien, podremos conocer la exposición acá en Morelos antes de que termine este año.

*Coordinador de la Unidad de Divulgación del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM y miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.

Pieza perteneciente en exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Querétaro. Fotografía: Valeria Caballero.

Las abejas realizando su colaboración. Fotografía: Gabriela Deisolbi