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El ADN frente a la crisis forense del país

Agustín B. Ávila Casanueva*

El reportaje “Traficantes de ADN” realizado por Wendy Selene Pérez y Paula Mónaco, y publicado en conjunto por 17 medios, recibió el año pasado el Premio Nacional de Periodismo. El reportaje habla sobre un gran botín: la base de datos con información genética que resguarda la Fiscalía General de la República, y como el ex comisionado Nacional de Búsqueda, Roberto Cabrera Alfaro, es acusado de robar datos para entregarlos a un laboratorio privado. Todo esto en un país con morgues y panteones que desbordan cuerpos sin identificar. Es decir, en México no solamente las bases de datos genéticos no están cumpliendo su función, sino que están siendo vendidas al mejor postor, vulnerando los derechos de familias que, en su mayoría, ya han perdido a un familiar.

Hace un par de meses y tal vez con ese reportaje en mente, el Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, Alejandro Encinas, inauguró el Laboratorio de identificación humana en el Instituto Nacional de Medicina Genómica (INMEGEN). Un laboratorio dedicado a “poder analizar restos óseos deteriorados de difícil identificación”. Encinas declararía que: “Se pone la ciencia al servicio de la sociedad como referente científico y profesional sin precedente en el país […] generando nuestras propias instituciones para garantizar la prestación de este servicio a la sociedad con plena credibilidad y confianza”. Credibilidad y confianza, atributos que generalmente se asocian con la ciencia, y que, en este caso, hace varios sexenios que los gobiernos nacionales carecen de ellos. Pero ¿el tener una buena ciencia es suficiente?

En el libro “ADN, protagonista inesperado. Promesas y realidades de la investigación genética ante nuestra crisis forense”, coordinado por la doctora Vivette García Deister y realizado por ella junto con un grupo de expertos y expertas, y editado por Siglo XXI a finales del año pasado, no solamente se muestra contundentemente que el ADN no es suficiente —en el estado de la ciencia que actualmente se encuentra México—, sino que nunca lo será.

El libro recupera la historia de distintas bases de datos genéticos que se han implementado en el país desde el sexenio de Felipe Calderón, así como casos específicos como los de la tragedia del huachicol en el 2019 en Tlahuelilpan, Hidalgo, donde los forenses de la Procuraduría del Estado de Hidalgotomaron muestras de saliva a los cónyuges de las víctimas, en lugar de a sus familiares directos. Pero también casos de organización ciudadana como el colectivo Ciencia Forense Ciudadana, que busca darle identidad a los otros cuerpos encontrados en Iguala y sus alrededores que no pertenecen a los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

En un imaginario donde, como dice Vivette, “el ADN es simultáneamente sentencia y oráculo”, también nos recuerda que el “ADN es indócil y se resiste a ser utilizado de una sola manera”. La doble hélice es deshebrada y nos hace plantearnos preguntas tan importantes como ¿qué es la identidad? ¿quién la da? ¿qué convierte a un resto en un cuerpo, en la identificación de una o un desaparecido?

Esta lectura destrona al ADN y le despoja de sus capacidades de dar respuestas universales. Sin embargo, al hacerlo, generan una nueva esperanza dentro de esta crisis. Al no depender completa y únicamente del ADN, se generan nuevas oportunidades, nuevos caminos y nuevas respuestas. Muy necesarias en un país con más de cien mil desaparecidos y más de cincuenta mil restos sin identificar.

Este libro lo leímos dentro de un círculo de lectura, y una de las integrantes nos recordó que, si bien el libro cumple muy bien su función explicativa, y se convierte en un gran material de consulta: “yo no tendría por qué estar leyendo este libro. El inicio del problema está muy atrás”. Esta necropolítica en la que está inmersa la genética forense, que solamente se preocupa por administrar el dolor, no va a ser la respuesta que nos haga dejar de tener desaparecidos. Actualmente, la identificación forense es una herramienta muy necesaria, pero tenemos que hacer lo posible para que, en un futuro, las noticias sean sobre su uso esporádico y no sobre la descomunal tarea pendiente.

*Coordinador de la Unidad de Divulgación del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM y miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.

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