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Por una IA antropófaga

Agustín B. Ávila Casanueva*

Para todo el surrealismo y mandobles al statu quo que el vanguardismo de inicios del siglo pasado proponía, vaya que le gustaba seguir instrucciones. Sus manifiestos dictan un cierto comportamiento. Aún dentro de cada vanguardia había distintas recetas a seguir para los experimentos. Ahí está el poema de Tristan Tzara que describe paso a paso cómo hacer —no escribir— un poema dadaísta. Y la predilección por las recetas se extiende en el tiempo: Allan Kaprow en 1966, describe once instrucciones para hacer un happening, y convertir al realizador en un exponente del arte performático.

¿Y qué son las instrucciones sino algoritmos? Estas propuestas de vanguardia tenían el futuro en mente y parece que estaban dispuestas desde sus inicios para ser interpeladas por algún software. Tenemos bots dadaístas, inteligencias artificiales que pueden convertirse al cubismo si se lo pedimos, y chats que parecen seguir una de las máximas de André Breton en el primer manifiesto surrealista: “Escriban deprisa, sin tema preconcebido, escriban lo suficientemente deprisa para no poder parar, y para no tener la tentación de leer lo escrito”.

El escritor y crítico literario Jorge Carrión habla en la introducción de su libro “Los campos electromagnéticos. Teorías y prácticas de la escritura artificial”, justamente sobre este intercambio entre las vanguardias y la inteligencia artificial (IA): “Y ahora nos encontramos en una transición parecida a la que vivieron los escritores, los lectores, todos los creadores en la tercera década del siglo xx. Si el paso entre la escritura consciente y la del inconsciente caracterizó aquellos años, la escritura producida por aprendizaje automático y otras formas de inteligencia artificial está imprimiendo una vibración particular a los nuestros”.

Las IAs en general han salido y se han forjado —y hanconstruido sus manifiestos—, desde los países más desarrollados, al igual que las primeras vanguardias artísticas a las que hemos hecho referencia. Esto les genera una carga colonizante en sus acciones, aunque probablemente no se ejerza de manera consciente. Así que no les caería mal una crítica desde y por el Sur Global. ¿Y quién mejor para hacerlo que el manifiesto antropófago?

El primero de mayo de 1928, el poeta, ensayista y dramaturgo brasileño Oswald de Andrade publicó en el primer número de la Revista Antropofagia el Manifiesto Antropófago, como una crítica y una resistencia de la hegemonía cultural que colonizaba desde Europa. El Manifiesto Antropófago toma su nombre de la práctica caníbal que algunas culturas de lo que ahora es Brasil llevaban a cabo y que fue observada por los colonizadores en el siglo XVI. La antropofagia se usó como argumento sobre por qué esas culturas debían de ser evangelizadas, pero de Andrade transforma este significado y en cambio propone una nueva manera de conocer al otro, de entenderlo por deglución.

Al son de “Sólo me interesa lo que no es mío”, el Manifiesto Antropófago propone apropiarse de lo ajeno, nutrirse de sus ideas, devorándolo para incorporarlo en una nueva propuesta que conoce su pasado y sus raíces: “Ya teníamos el comunismo. Ya teníamos la lengua surrealista. La edad de oro”.

Porque de cierta manera las IAs homogenizan. Devoran el internet solo para intentar replicar aquello que más gusta, que más se parece a sí mismo. No habrá ningún rompimiento, fragmentación o revolución —en el sentido de las revoluciones científicas de Kuhn— que surja de la IA. No digo que no sean útiles y necesarias para ciertos procesos. Pero si les damos demasiado protagonismo, silenciaremos ideas por escuchar propuestas artificiales que sólo se parecerán a lo que ya existe.

Yuk Hui, filósofo de la tecnología, advierte sobre estos peligros y recalca la importancia de la diversidad local y tecnológica en su ensayo “Máquina y ecología”: “la tecnodiversidad es fundamentalmente una cuestión de localidad. Lo local no tiene por qué ser sinónimo de etnocentrismo o nacionalismo. Por el contrario, es lo que nos obliga a repensar el proceso de modernización y globalización y nos permite reflexionar sobre la posibilidad de resituar tecnologías modernas […] para que múltiples localidades puedan estar en condiciones de inventar su propio pensamiento y futuro tecnológicos”.

Volvamos al Manifiesto Antropófago: “Nunca fuimos catequizados. Lo que hicimos fue Carnaval”. Devorémos la Inteligencia Artificial, hagamos un carnaval cibernético.

*Coordinador de la Unidad de Divulgación del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM y miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.

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