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La figura de Nyanga o Gaspar Yanga o simplmente Yanga ha fascinado a algunos escritores y artistas plásticos y escénicos de México en distintos momentos históricos de nuestro país. Manuel Payno y Vicente Riva Palacio fueron quizá los primeros a mediados del XIX en reivindicar a este personaje del siglo XV y XVI para darle al fin un sitio en nuestra historia. Alguien -que no recuerdo- escribió una novela a mediados del siglo XX y en 1968 Othón Arroniz escribió una obra estrenada por la Compañía Veracruzana de Teatro a manos del querido y recordado Dagoberto Guillaumín con la actuación de Manuel Ojeda. Un muy joven Serafín Aponte creó la coreografía de Yanga en 1985 y acaba de reponerla en los festejos por sus 40 años de vida dancística en el Palacio de Bellas Artes un par de meses atrás; y hace sólo unas semanas repitió en la Sala Miguel Covarrubias de la generosa UNAM. También Guillermo Sánchez de Anda publicó la novela Yanga. Un guerrero negro en 1998. En 2019 se estrenó en Los Ángeles la ópera con el nombre del personaje con libreto de Santiago Martín Bermúdez y la música de la compositora Gabriela Ortiz. En enero de 2017 el de la voz escribió su propia versión dramática que llevaría a escena un año después Alicia Martínez Álvarez. En febrero de 2023 el galerista cubano-americano Jorge Baldor realizó la curaduría de una estupenda exposición en Dallas bajo el título: Yanga Rediscovered: The First Liberator of the Americas.

Esta genealogía artística -incompleta, por supuesto- sobre este fascinante esclavo que, huido de las haciendas cañeras de las inmediaciones de Córdoba Veracruz, puso en jaque a la Corona Española y el gobierno Virreinal de la Nueva España en la primera década del siglo XVII para al fin conseguir el “primer territorio libre de América” para los integrantes africanos y afronovohispanos que le seguían en 1612. Esta gesta libertaria es la que recoge el maestro Serafín Aponte con una poética nacionalista con evidentes intenciones de reivindicación de los pueblos negros que son parte de la mexicanidad aunque sólo hayan sido reconocidos oficialmente en la constitución mexicana en 2019. Tan sólo se tardó nuestro país 198 años en reconocerles oficialmente después de que pusieran mayoritariamente el cuerpo y la sangre para que México se constituyera como nación soberana. La justicia ha sido lenta para los afromexicanos. Así como el acceso a la educación, a las prácticas artísticas, a la salud… Pero ya es redundancia: los descendientes de los esclavos africanos traídos forzadamente a la Nueva España del siglo XVI a principios del XIX han sufrido una invisibilización histórica que muy lentamente, en lo que va del XXI, se intenta revertir.

El coreógrafo Aponte ha revisitado su creación a lo largo de los años en ya varias ocasiones, también como parte de procesos formativos en el Centro Morelense de las Artes en Cuernavaca y recientemente incluyó alumnas del Centro Cultural Ollín Yolitzli en las presentaciones de la Universidad Nacional. A partir de los distintos cuadros de la coreografía, pone énfasis en los distintos momentos del proceso de esclavización: desde su captura y secuestro, el momento en que se les embarcaba para el larguísimo viaje trasatlántico, el viaje en alta mar, la venta del cargamento humano y su explotación en las plantaciones cañeras y, finalmente su liberación.

El relato dancístico de Serafín Aponte posee una potencia avasalladora y tiene la urgencia del que denuncia una cuestión no resuelta. Tan es así que la remata con una galería de fotos del lente de Hugo Arellanes con personas del común de nuestro México negro actual. Gracias, maestro Serafín.

Foto: Cortesía del autor