Desde hace decenios, en el país y en Morelos, había ligas de softball exclusivas para mujeres, pero no tenía yo noticia sino muy recientemente, de jóvenes incluidas en ligas de béisbol, tradicionalmente varoniles, fueran de primera o segunda fuerza. ¿Cómo se dio la inclusión de ellas en esas ligas, en el caso de Morelos?

Para saberlo entrevisté a la joven cuernavacense Yehtli Morales Huerta, quien en su trayectoria ha sido actora fundamental para que ocurriera tal transición, pues la vivió con todo y sus sinsabores y rechazos. Estamos explícitamente conversando sobre procesos culturales de larga duración, que han obrado en rechazo de la participación de las mujeres en este deporte, apoyados en una ideología que les asigna inferioridad en su desempeño. Pues la familia de Yehtli, por ambos, madre y padre, son parte de una amplia comunidad que, por ya casi noventa años, han impulsado este deporte, primero entre sus infantes, jóvenes y adultos, masculinos, y desde hace más de una década, de sus niñas y jóvenes. Entre sus familiares ya había mánagers mujeres de equipos infantiles.

La tradición asignaba un lugar de “acompañante” a las mujeres, de porrista, de proveedora de alimentos y transporte. Pero al paso, las niñas fueron incluidas en las prácticas de los varones, y luego reclamaron un lugar en los equipos, en el “line up” o lista de jugadores que participan en determinado partido de liga. Yehtli, entre otras, fue de ellas, desde los siete años. Pero cuando reclamó un puesto en el equipo de segunda fuerza, cerca de los 12 años, la liga le negó el paso a uno de sus equipos por ser mujer. No estaban preparados sus hombres dominantes, conservadores de “la tradición”, para su entrada. Tuvo la convicción de dejar la liga y de practicar el béisbol, para incorporarse a una liga de softbol femenina. Lo practicó exitosamente por unos años, se hizo mánager, esto es, líder de un equipo, en conducción moral, de estrategias, de promoción de ese deporte. Pero llevaba una espinita, que no la conformaba.

Volvió a solicitar ingreso a un equipo varonil, consiguiéndolo, armando con otros equipos una liga con nuevas reglas que las incluían, y juntas sentaron precedentes para lo que ahora es una liga consolidada de equipos mixtos, con jóvenes mujeres (incluso hasta seis en un equipo).

En su tránsito, Yehtli ha ocupado la primera base, ha sido pitcher, y su lugar preferido es ser catcher, sí, ese puesto que recibe de lleno golpes de quienes vienen corriendo desde la tercera base para tirar a quien se oponga a su llegada a “home”. Ella se decidió por lo que implica ese puesto: “desde ahí se ve todo el juego, se toman decisiones importantes, se tiene que estar atento a todos los aspectos del partido, el equipo propio, el otro equipo y sus estrategias”. Este reto lo asumió tempranamente, lo sigue desarrollando con creatividad, y lo combina con ser mánager de dos equipos: los sábados con un equipo de softbol en Morelos, y los domingos en equipo de segunda fuerza, de la Ciudad de México. Su liderazgo lo ejerce “horizontalmente”, como lo refiere ella misma, consultando a sus jugadoras/es, decidiendo juntos. De vez en cuando deja el puesto de cátcher, para asumir sólo el de mánager, y tomar otra perspectiva del juego.

Yehtli es ya matemática, pronto estudiará una maestría, varios de sus compañeros/as de equipo estudian también ciencias, destacan, y no me cabe duda, son ejemplares entre las juventudes que practican deportes en Morelos.