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El sábado, a las 9 de la noche en punto, Cony recibió un mensaje de whats app: “nos vemos mañana en el Calvario; de ahí vamos a salir. Lleva ropa cómoda en color blanco y rosa, una gorra o sombrero…vamos a defender la democracia”.

Cony, es una mujer de 73 años y toda su vida ha transcurrido en Cuernavaca, nunca ha contemplado vivir en otro lugar… mucho menos fuera de su país, no por temor a enfrentarse a nuevas culturas, idiomas, sino porque considera que en México se debe vivir en libertad, con seguridad y con total respeto a sus derechos y los de todas las familias.

Basándose en eso, ella participó en la llamada “Marcha por nuestra democracia”, atendió el llamado, vistió prendas en color blanco elaboradas en lino para mantenerse fresca, unos lentes que protegían sus ojos del sol, pero que no limitaban su mirada de esperanza, esa que es muy común en cualquier movilización.

Los contingentes partieron pasadas las 10:00 horas; aquello era una genuina marea rosa, donde fácilmente resaltaban las banderas tricolores; Cony, ahí, en las primeras filas avanzaba a paso firme; alzaba la voz pronunciando las consignas que exigieron respeto a la democracia.

Cony, no representaba a una mujer que ha visto pasar varios gobiernos, lo demostraba su ímpetu pero sobre el coraje, dijo, de haber votado por un partido y una persona que “no cumplió”.

“Nada está bien en el país pero no tenemos que irnos nosotros de aquí, sino aquellos que le están haciendo mal. Yo voté por López Obrador confiando en que sería algo diferente y no, todo está peor”, dijo.

La marea avanzaba por la calle Matamoros, en el centro de Cuernavaca; las consignas eran organizadas por algunos asistentes que tomaron la iniciativa: “somos ciudadanos defendiendo la nación”, expresaban mientras levantaban banderas con la leyenda “México Unido”.

El clima, el tránsito vehicular fueron benévolos con la movilización permitiéndoles avanzar sin mayores complicaciones, al grado de que algunas mujeres tuvieron tiempo de observar los vestidos que se exhibían en las tiendas.

Cony no se distrajo con nada; en ocasiones levantaba el puño y gritaba con más fuerza, volteaba a ver a los participantes más jóvenes, quienes con cierta pena seguían las consignas.

“Yo sé que a mí no me queda mucho tiempo, pero salgo a marchar hoy para luchar por un país mucho mejor para mis hijos y mis nietos”, me dijo.

Hizo una pausa, se detuvo y salió de los contingentes justo cuando avanzaban por el antiguo congreso, un edificio que en años anteriores fue sede de cientos de protestas ciudadanas y que hoy luce abandonado. Cony, no lo volteó a ver, se concentró en mirar a las personas, vio pasar a la “marea rosa” y, con tono de esperanza dijo: “si se puede; si todos nos unimos si podemos tener un mejor país más allá de los gobiernos”.

Se quitó el sombrero, jamás el cubrebocas que portaba como protocolo de prevención de alguna enfermedad como el virus del SAR-CoV2; metió sus dedos sobre su cabello para acomodarlo, sin dejar de mirar a los ciudadanos.

-¿Te cansaste, Cony?, pregunté

-“No, estas son cosas que no nos deben cansar; esto es lo que nos debe animar a seguir luchando hasta ser escuchados y respetados”, respondió.

Pasaron casi 5 minutos y la marea seguía avanzando, gritando; ya los primeros contingentes, llegaban a las inmediaciones de la Plaza de Armas. La lona rosa con la leyenda “marcha por la democracia”, que marcaba el inicio de los contingentes, los recibía junto a una de las pantallas gigantes colocadas frente a las letras de Cuernavaca.

Cony, decidió reincorporarse a la marcha, y cuando lo hacía nos dijo su temor de que el próximo 2 de junio exista una elección de estado; expresión que se escuchaba en voz de varios de los asistentes.

A la movilización que supuestamente sería netamente ciudadana, se infiltraron personajes de la clase política; disfrazados de ciudadanos pero con los beneficios que les permiten pertenecer a dicha clase, intentando justificar su participación.

“Eso no se puede evitar, siempre pasa y es algo triste, porque son quienes nos deberían estar escuchando, el mensaje es para ellos”, dijo Cony.

A las 11 horas con 15 minutos, ya con prácticamente todos concentrados en la periferia de la explanada “Emiliano Zapata”, Cony llegó hasta una de las pantallas, la ubicada en calle Hidalgo, en la que menos gente había. No manifestó cansancio, sacó de su bolsa de manta, una pequeña botella de agua, la bebió a sorbos y esperó a escuchar el mensaje de Lorenzo Córdova.

Su atención fue tal, que dejó de hablarme, de mirarme; concentró sus sentidos en la pantalla y entendí que era momento de retirarme, al igual que muchos que ya lo hacían.

Foto: Angélica Estrada