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  • A finales de los 90s apenas participaban algunas decenas y actualmente las marchas reúnen a miles de mujeres.

 

De ser un grupo de apenas unas decenas de mujeres que articulaban acciones en Morelos para el 8 de marzo, en la actualidad son miles de mujeres de todas las edades que salen a las calles a conmemorar el Día Internacional de la Mujer y a exigir una vida libre de violencia. La razón es que las violencias contra las mujeres, los feminicidios y desapariciones van al alza”; coinciden feministas y activistas de todas las edades.

A finales de los 90s feministas y activistas organizaban algunas acciones informativas, en el zócalo de Cuernavaca, en donde hablaban de la violencia intrafamiliar que enfrentan las mujeres en los hogares, educación sexual, la desigualdad y las violencias laborales.

“Era la información que se podía poner sobre la mesa en un ánimo de incidir para modificar las leyes y las normas de la entidad, ya por ahí algunas feministas como hablaban del que se debía nombrar como feminicidio”, recuerda Adriana Mújica Murias, activista, feminista e integrante de la organización Género 33.

De acuerdo a varias activistas consultadas que se autonombran “de la vieja guardia”, en esa época las feministas eran mal vistas y prácticamente nadie quería ser feminista “nos veían mal, era como si estuviéramos locas o fuéremos brujas en la época medieval”.

El 8 de marzo de 1999 se realizó una primera marcha en la que se convocó a mujeres que militaban en distintos partidos políticos (PRI, PRD y PAN) y a mujeres de sociedad civil (entre las organizaciones de los derechos de las mujeres figuraban CIDHAL y entre las feministas: Adriana Mújica, Itzel Lozano, Mahua Becerril, Trinidad Gutiérrez y Patricia Bedoya) con la finalidad de visibilizar las demandas por los derechos políticos de las mujeres.

Primero mujeres, luego partidarias

“Las convencimos (a las mujeres militantes de partidos) a que se sumaran en los que llamamos Convergencia 8 de Marzo donde lo que nos unificaba era impulsar la agenda de género, lo que hicimos fue dejar atrás colores partidistas, religiones, asociaciones o agrupaciones… No nos importa si eres monja o lo que seas, con que te identifiques y que te intereses en la agenda de la mujer”, comenta Patricia Bedoya Zamora, integrante de Academia Litigio Estratégico e Incidencia en Derechos Humanos en Morelos.

“Los primeros temas que se hicieron presentes en la llamada agenda de las mujeres mediante Convergencia 8 de Marzo, fue que se incluyera en el Código Penal la violencia familiar, los derechos sexuales reproductivos (particularmente lo relacionado con el aborto), respecto a los derechos políticos exigimos las famosas cuotas electorales de género”.

Hubo un periodo de pausa porque las condiciones sociales y políticas no permitieron una articulación mayor, pero continuaron las ferias informativas en la Plaza de Armas de Cuernavaca.

El feminicidio de la calle Humboldt en 2003

Fue en 2003 que sobrevino un hecho que movería conciencias y sentaría las bases para las primeras agrupaciones mujeres que impulsarían la lucha feminista en Morelos por los derechos de las mujeres y la eliminación de las violencias.

Una mujer fue encontrada sin vida y con muestras de tortura en la calle Humboldt del Centro de Cuernavaca, muy cerca de Palacio de Gobierno, sede oficial del Poder Ejecutivo y del Congreso de Morelos.

Las mujeres activistas empezaron a hablar de la urgencia de atender con políticas públicas especiales los asesinatos de mujeres y que se debe tipificar como un delito grave.

En Morelos los asesinatos de mujeres se convirtieron en una constante y se han elevado de manera constante, del 2000 a la fecha se rebasan los mil 450 feminicidios, según datos de las diversas colectivas feministas.

De manera paralela algunas feministas como Marcela Lagarde planteaba que debía tipificarse como feminicidio.

Bedoya Zamora narró cómo tras varias reuniones, acciones y mesas de trabajo en 2008 constituyeron el Comité Contra los Feminicidios (COCOFEM) lo que generó una articulación importante y permitió realizar manifestaciones artísticas para visibilizar las violencias contra las mujeres y su máxima expresión representada en los feminicidios.

Cada 8 de marzo convocaban a protestas informativas que incluían performances en Plaza de Armas y poco a poco surgieron otras organizaciones como la ya mencionadas Lunámbulas y Género 33.

Uno de los primeros logros de la articulación feminista en Morelos fue la aprobación en 2007 de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia para el Estado de Morelos.

El arte como herramienta de articulación y diálogo

Denisse Buendía Castañeda, integrante de Lunámbulas y Poesiacróbata, se incorporó a los movimientos feministas en 2007 y su aportación en la lucha feminista fue adaptar el arte para visibilizar las violencias que no se hablaban, no se entendían y por ende eran invisibilizadas.

“Nos juntamos un grupo de mujeres artistas que estábamos como recién autodefiniéndonos feministas y nos convertimos en las Lunámbulas y desde una herencia feminista morelense incorporamos la performance y la poesía para mostrar las violencias que se encarnan en nuestro territorio, estas problemáticas de violencia de género que nos han atravesado en el estado de Morelos y en todo el país y las incorporamos a las protestas”, dijo.

“Justamente integrar el arte para visibilizar las violencias de las que no se hablan, de las que se invisibilizan y la performance tiene mucho que ver con utilizar la cuerpa o los cuerpos para enunciar o resignificar o visibilizar una problemática que nos está causando daño”.

Consideró que integrar el arte fue una herramienta para llegar a las y los ciudadanos y también abrió caminos para entablar diálogo con las autoridades.

“El arte (performance) es un lenguaje importante porque generaba primero empatía, generaba escucha aunque siempre es muy visual; los elementos que compartíamos, y con la poesía humanizando, nos permitían llegar a más personas, empatizar mucho más pronto, digamos hacer un clic más pronto con las personas que nos estaban viendo tomar las calles”, apuntó.

Añadió: “también la denuncia y la protesta siempre hubo como mucha más disposición a escuchar incluso de parte de las instancias gubernamentales desde el arte, que desde lo que ellos llaman la confrontación, aunque también el arte es confrontativo nada más que tiene otros lenguajes que, a veces, no les queda muy claro a las estructuras de poder; pero eso tomar el Palacio de Gobierno o tomar el asta bandera, más que una protesta, era un acto artístico o performático que enuncia las violencias que estábamos viviendo y éramos como el acto de apertura y se daba paso a la discusión y a las exigencias”.

“La Marcha de las Putas” se replicó en Morelos

Una protesta que inició 2011 en Canadá, en respuesta a los comentarios machistas de un policía, en una conferencia sobre seguridad civil, en los que afirmó que las mujeres deberían evitar vestirse como putas para no ser víctimas de violencia sexual.

En México se replicó esta protesta, y también en Morelos, según se observa en video publicado en Youtube por algunos medios locales de la época: cerca de 300 mujeres salieron a las calles en tacones, minifaldas, tops y ropa ajustada con carteles en lo que se podía leer: “Ni putas ni santas, solo mujeres”, ”escucha baboso yo escojo a quien me cojo”, “Escote sí, escote no, eso lo decido yo” y “No es no”.

De acuerdo a feministas de la vieja guardia esa protesta generó que mujeres jóvenes se interesan y se sumarán a los movimientos feministas, entre ellas se figuraron Andrea Acevedo, Denisse Buendía, Xóchitl Guzmán y Nadxielli Carranco, entre otras.

Varias de las feministas que en la actualidad se involucran en la organización de la marcha, se iniciaron en Las Marcha de las Putas realizando el recorrido de la Iglesia San José El Calvario, situada al norte del Centro de Cuernavaca al Zócalo capitalino.

Anécdotas de esa protesta hay muchas porque por primera vez en Morelos, con un gobierno panista en turno, las feministas desafiaron a la autoridad, al patriarcado y a la sociedad; y seguía en poco entendimiento. Ninguna olvida que al día siguiente hubo encabezados en los medios como: “Trabajadoras sexuales marchan por sus derechos”.

Para el 2012 la lucha feminista local por la vía social y legal, ya tenía logros importantes como la Ley para tipificar el feminicidio: los años siguientes entre el 2013 y 2017 las acciones del 8 de marzo incluyeron performances que realizaban principalmente feministas dedicadas al arte o protestas mucho más visibles con mayor producción como usar cruces de colores, velas, flores y marchas del Chapitel del Calvario al Zócalo de Cuernavaca y entonces esas decenas de mujeres que inicialmente protestaban, se convirtieron en cientos.

Las redes sociales, un apoyo para la participación

Un factor que contribuyó a una participación mayor fueron las redes sociales porque era mucho más fácil convocar a cientos al mismo tiempo cuando inicialmente tenía que ser a invitación de boca en boca, con volantes o vía telefónica.

Adriana Mújica, feminista, política y periodista, recordó cómo poco a poco se sumaron las familias de las víctimas y colectivos, que ya venían articuladas como resultado del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que surgió en 2011 tras el multihomicidio, en el que figuró Juan Francisco Sicilia, en el Fraccionamiento Burgos de Temixco. Para ese momento las protestas, ya no convocaban a decenas, ya eran de cientos de mujeres.

“Las desapariciones y feminicidios multiplicaron con el paso de los años y de conocer del problema por la información que circulaba en los medios a tener una familiar o conocida que está desaparecida o que fue asesinada”, apuntó.

La primavera violeta en Morelos prendió a las universitarias

En diciembre del 2018, María Fernanda Estefanía Toledo Cervantes, de 19 años, estudiante de medicina e hija del director de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), Rubén Toledo Orihuela, fue secuestrada y asesinada. Situación que conmocionó a la comunidad universitaria; y puso la atención pública en un contexto que atentaba contra las jóvenes universitarias pues se llegó a identificar camionetas blancas que intentaban subir a las chicas en las inmediaciones del campus.

El feminicidio de Mafer y esta nueva amenaza, articuló a las universitarias y a las académicas que conformaron la colectiva Vivas Nos Queremos y por primera vez convocaron por su cuenta a una protesta.

“La respuesta fue la primera marcha multitudinaria fueron tres mil mujeres que salieron a exigir justicia y un alto a las violencias contras mujeres”, recuerda la académica Karime Díaz, vocera en su momento de Vivas Nos Queremos.

Contagiadas por la Primavera Violeta que se extendía en el mundo y del hartazgo de vivir con miedo en su entorno universitario y en la entidad (donde ya se contabilizaban en ese momento más de mil 30 feminicidios) Vivas Nos Queremos se sumó a la organización de la marcha del 8M.

La respuesta fue que se triplicó la participación de mujeres de todas las edades, principalmente jóvenes que vestidas de negro gritaban cientos de consignas para exigir vivir libres de violencia.

2019 se convirtió en un parteaguas y del movimiento feminista en Morelos y desde entonces cada 8 de marzo, “la participación va en aumento, lo mismo que los feminicidios y las violencias”, admite Díaz. Pero también la organización requirió de muchas más manos, de mucha más planeación y logística tomando mayores medidas para la seguridad de las participantes.

Le siguió 2020, unos días previos a que estallara la pandemia de COVID-19, y fueron miles más que se sumaron y también hicieron posible el Paro Nacional de Mujeres 9M.

En Morelos, como en otras entidades del país, en 2021 ni la pandemia que seguía vigente y había cobrado miles de vidas, detuvo a las morelenses para participar en la marcha 8M.

“A pesar del riesgo que se advertía de salir a las calles, nuevamente fue una marcha multitudinaria porque debido al confinamiento se incrementó la violencia en los hogares y los feminicidios no pararon”, recordó María Trinidad Gutiérrez, integrante del PIAFF.

Las nombramos bordando

El 9 febrero del 2020, el feminicidio de Ingrid Escamilla ocurrido en Ciudad de México, sacudió a todo el país primero por el nivel de violencia y saña con la que fue asesinada; también la revictimización y amarillismo con el que se difundió en medios de comunicación con imágenes filtradas desde la Fiscalía General de esa ciudad donde mostraban el cuerpo de Ingrid.

La indignación tocó a muchas mujeres y en Morelos, el 16 de febrero, se sumaron a las acciones de protesta a nivel nacional; a estas se unió María Antonieta de la Rosa, artista y más tarde fundadora de la colectiva Las Nombramos Bordando, quien propuso que un ataúd fuera el detonador de esa protesta para simbolizar un funeral.

La concentración se realizó en la Iglesia de San José El Calvario, situada al norte del Centro de Cuernavaca, desde ese punto mujeres vestidas de blanco, llevaban flores y cubrebocas y caminaron cargado el féretro, lo colocaron en el centro de la Plaza de Armas y lo llenaron de flores de colores.

Ese día denunciaron que Morelos, proclamado por las autoridades estatales como “anfitrión del mundo”, en realidad “es un anfitrión feminicida” debido a que tan solo durante el primer año del gobierno de Cuauhtémoc Blanco Bravo ocurrieron 100 asesinatos de mujeres.

La protesta fue muy emotiva y propició la articulación entre las colectivas para integrar en la marcha 8M de ese año, que, como símbolo central presentó un ataúd con los nombres bordados de víctimas de feminicidios en la entidad.

Un féretro con 108 víctimas

En tan solo 19 días, las colectivas Vivas Nos Queremos y Calle Sin Acoso, afinaron el proyecto y convocaron a un funeral simbólico donde bordaron toda la madrugada parches con nombres de las 108 niñas y jóvenes víctimas de feminicidio en el primer año del sexenio Blanco Bravo, usando una base de datos que aportó la feminista Xóchitl Guzmán Delgado integrante de Calle Sin Acoso.

Al siguiente día, con los parches bordados intervinieron un ataúd que fue parte de una procesión que se sumó a la marcha.

Entonces surgió el colectivo Las Nombramos Bordando, encabezado por María Antonieta de la Rosa, con el objetivo de “visibilizar el problema de feminicidios y de violencia de género que atraviesan las mujeres de Morelos realizando un Memorial y a su vez un archivo con documentación propia y análisis de notas informativas sobre los hallazgos de mujeres víctimas de feminicidio, nosotras clasificamos la información ubicando fecha, lugar e información que pueda venir de la víctima”.

Para la artista y feminista, es una forma de re dignificar a las mujeres que ya no están “para dar una perspectiva de que es una persona y que esta mujer no es un número, es una mujer con que tuvo familia; para nosotras es muy importante ir nombrando”.

María Antonieta, recordó que en ese momento se tomó la decisión de nombrar a todas las mujeres asesinadas en Morelos, las de antes y las de la actualidad y desafortunadamente las que vendrán porque es claro que hasta que no se implementen políticas públicas efectivas, la violencia feminicida no parará.

Siguen bordando nombres

A partir de ese primer funeral simbólico siguieron otras actividades por ejemplo en junio de ese mismo año se hizo una convocatoria virtual para bordar nombres y con ellos construir una colcha que fue presentada en un acto cultural en el museo Los Chocolates, situado en la Carolina, en 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

En 2021 se elaboró un segundo textil con más nombres de mujeres de quienes les fue arrebatada la vida en Morelos y fue presentado en el Museo de Arte Popular de la Ciudad de México.

En 2022 se lanzó una tercera convocatoria presencial para continuar bordando. El punto de reunión fue el Jardín del Xólotl y finamente se impulsó la exposición “Verde Violeta de Arte Feminista, en Ollin Casa de Las Artes, donde se presentó un ataúd y mapa de feminicidios en textil.

Para 2023, previo al 8M, se convocó a una “Juntaza de bordado” donde bordaron para tener todo listo y participar el 8M con una procesión funeraria en calle Hidalgo de Cuernavaca.

La desaparición y feminicidio de Mafer (María Fernanda Rejón Molina, activista y artista), ocurrido en diciembre de 2023, con quien varias integrantes de la colectiva articularon para distintas acciones detonó un bordado colectivo que será presentado en la marcha del 8M 2024.

“Bordar ahora el nombre de Mafer ha sido muy fuerte porque muchas coincidimos con ella en distintos espacios y hoy ya no es con nosotras, eso nos demuestra que las violencias nos pueden alcanzar a todas”, dijo De La Rosa.

Marcha diversa = planeación rigurosa

De acuerdo a varias feministas morelenses la marcha del 8M, es una protesta autoconvocable porque el movimiento feminista es mundial, no pertenece a un sector en específico y diverso.

Cada año se autoconvocan mujeres para delinear la logística y quienes se suman a la organización se enfocan en definir, la ruta, el nombre de la marcha, acciones para garantizar un orden y seguridad para las personas asistentes.

Para 2022 y 2023, la marcha 8M no solo fue multitudinaria, también se diversificó la participación y surgió la necesidad de poner más atención en la logística, de tal forma que se optó por organizar contingentes como por ejemplo de madres de víctimas, de infancias, de colectivas feministas, de ciclistas (intrépidas), de periodistas y comunicadoras, patinadoras (Ro Bunnies), de víctimas de Violencia Vicaria y de artistas, entre otras.

La logística tomó forma distinta: se crearon más comisiones encargadas de actividades específicas, como de seguridad, logística, contingentes, diseño, comunicación, gestión, pronunciamiento, seguridad con la finalidad de generar una acción segura para todas las personas participantes.

Andrea Acevedo, integrante de la organización Divulvadoras y vocera por dos años consecutivos de la marcha 8M, nos explica al respecto “quienes organizamos no pretendemos controlar o decir a las mujeres que vayan qué hacer, es simplemente diseñar un protocolo sencillo y base para tener una organización, respetar tiempos y necesidades para cada contingente o expresión para generar un desarrollo organizado de la marcha”.

“Entre más mujeres participemos es mucho más complejo resguardar la seguridad y llevar un cierto control en términos del ritmo del caminar, la hora de llegada, etcétera, etcétera, yo parto de la premisa de que pues cada una es libre de manifestarse como lo siente o como le llama, y que lo único que me parece que todas debemos de respetar es el cuidado de todas las demás”.

Para esa marcha del 8M 2024, el comité organizador definió que el punto de salida será en el sur de Cuernavaca con la intención de iniciar la protesta muy cerca del sitio donde fue localizada la activista y artista Mafer.

Se han agregado contingentes nuevos como el de Maestra (debido a que hace unos meses fue asesinada una profesora en Cuernavaca) y mujeres trans.

Acevedo lanzó un llamado a la ciudadanía para que esta marcha 8M y las que están por venir: “es un día en el que va a haber tráfico, no que pueda causar enojo, pero sí que es un día al año… pedirle a la ciudadanía que pueda tener el entendimiento de la indignidad y la rabia que se vive y que en ese sentido no es en contra de la ciudadanía son exigencia al Estado y es más bien un llamado a la ciudadanía”.

Batucada y bloque negro

Dos de los contingentes más representativos en la marcha del 8M son sin duda la Batucada que siempre va al frente y el bloque negro que surge entre la marcha y tiene una ubicación dinámica; ambos de acuerdo a la perspectiva feministas primordiales para potencializar la presencia de la marcha.

El contingente de Percusiones o batucada, se incorporó por primera vez en 2021 y con esa participación nació la colectiva Las Wuamazo 8M, que son capacitadas por el profesor de arte Víctor Castillo.

Y desde esa primera participación varias mujeres se han sumado, recordó Xóchilt Guzmán, feminista que forma parte de dicha colectiva.

“Desde que surgió Wuamazo 8M ha acompañado las distintas marchas en Cuernavaca y quienes organizan la marcha han decidido que sea el primer contingente porque abre, que de alguna manera y también protege a todos los otros contingentes por ir llevando la música”.

“Es un contingente que atrae la atención de las personas que están por donde, por las calles que vamos recorriendo y es un contingente que puede también cómo poner intencionalidad a la caminata”.

Para quienes integran Wuamazo 8M “poder acompañar con los tambores es una forma de hacer saber a la sociedad que nos observa con toda la rabia contenida. Los tambores son estruendosos, muy llamativos, y es una manera de decir lo que ya de muchas otras maneras han intentado decir otras mujeres, no a través de la poesía o el baile de lo que llaman algunos como “buenos modos”, pues la batucada es muy ruidosa, estruendosa y creemos que es un medio a través del cual les queremos informar que no tenemos por qué seguir como los buenos modos, las buenas maneras porque es tanta y tan constante la violencia que se ejerce hacia las mujeres que pues cualquier vía de canalizarla”.

Las intervenciones

En el caso del bloque negro, de acuerdo a un testimonio anónimo, por temas de seguridad, al que esta periodista pudo acceder, la participación se da recurriendo a la iconoclasia feminista o intervención de edificios y monumentos representan figuras de autoridad, se da porque “es la forma en la que alguna mujer víctima directa o indirecta puede expresar la rabia o el enojado de las distintas violencias que se enfrentan”.

Es una forma de manifestar el “rechazo por el encubrimiento y respaldo que reciben las personas causantes de algún abuso, violación psicológico, sexual, laboral o asesinato”.

Algunas de las mujeres que se suman a este bloque se iniciaron tras haber sido blanco de algún tipo de abuso.

Las intervenciones que se realizan en este bloque merecen ser respetadas, opinó Acevedo: “la protesta acompañada de la iconoclasia feminista no la podemos equiparar de ninguna forma con el asesinato de una mujer con romper un vidrio, rayar o grafitear una pared, algún monumento público o intervenirlo de manera física y artística”.

Y consideró que el bloque negro juega un papel importante en la marcha del 8M y en cualquier otra protesta de mujeres como el que juega cada una de las mujeres que se une a la protesta.

“La marcha es de todas, toda la diversidad de mujeres que existen. A la importancia de la presencia del bloque negro radica en eso, que no, que nuestra participación como mujeres no se puede limitar a lo que le guste o no a las autoridades o si estoy o no de acuerdo con las compañeras que rayan. No podría ser que algunas mujeres que salen a marchar no estén de acuerdo con ese tipo de expresión. Esas son las mujeres que hay y que existen, y esa es su forma de exigir justicia y de expresar su inconformidad, su impotencia con respecto a la violencia que se vive”.