loader image

 

Germán Muñoz

La danza, expresión artística que fusiona el movimiento corporal con la música y el ritmo, tiene sus raíces en los albores de la humanidad. Desde las antiguas ceremonias rituales hasta las sofisticadas producciones escénicas contemporáneas, la danza ha evolucionado para convertirse en una de las bellas artes más reconocidas y veneradas.

En este recorrido, aunque quizá con otro nombre, la musa griega de la danza, Terpsícore, ha inspirado constantemente a la humanidad desde hace milenios, ya sea de manera ritual o como ejercicio lúdico.

Las primeras evidencias de danza se encuentran en pinturas rupestres que datan de hace más de 9 mil años, como las encontradas en la cueva de Bhimbetka en la India, en las que se distinguen representaciones que muestran figuras humanas en poses que sugieren movimiento; en la antigua civilización egipcia, se tiene evidencia de danzas rituales asociadas con ceremonias religiosas y festivales, datadas alrededor del 3,000 a.C. y, en la antigua China, se cree que la danza se practicaba como parte de los rituales religiosos y festivales desde hace más de 5 mil años. En nuestro país se sabe que la danza acompañó de manera constante a los antiguos mexicanos.

Así, desde tiempos remotos, la danza ha sido una forma de expresión emocional y cultural. Tras las ceremonias religiosas, rituales de fertilidad y celebraciones festivas. Con el paso del tiempo, la danza se ha transformado en una forma de arte que puede transmitir una amplia gama de emociones y sentimientos tanto para quienes la ejecutan como para quienes la observan.

Para los bailarines, la danza puede ser una forma de liberación emocional y autoexpresión. Anna Pavlova, famosa bailarina rusa, expresó una vez: “La danza es una forma de vida, la danza es amor”, en la que, de una u otra manera, coinciden los colegas contemporáneos de la Pavolva: sin amor no se podría soportar el difícil e ingrato camino del profesional de la danza y más en México, en donde el arte depende tanto del dinero público.

Pero la danza también deja una profunda huella en su público, Martha Graham, pionera de la danza moderna, afirmó: “La danza es el lenguaje escondido del alma”, un lenguaje que por un momento comparten el artista y sus testigos convertidos en cómplices cuando el arte va más allá de las palabras, tocando las fibras más íntimas del ser humano.

Y no solo eso, bailar, aunque sea solo y encerrado en una habitación, es un dechado de virtudes: mejora la salud cardiovascular, ayuda a mantener el peso; fortalece los músculos; mejora la coordinación y el equilibrio; estimula funciones cerebrales y, cuando se decide abandonar la habitación para bailar con los demás, también fomenta la socialización y tiene múltiples beneficios para la salud mental.

Cada año, el 29 de abril, se celebra el Día Mundial de la Danza, una fecha establecida por la UNESCO para celebrar la diversidad de la danza y su universalidad como forma de expresión. Ya sea como testimonio de culturas milenarias, puente de comunicación artística entre pueblos, artistas y espectadores o la mejor alternativa de diversión saludable, y perder peso, vale la pena celebrar a la danza por lo menos un día.