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Enfrentarse a la realidad de ser joven y artista implica enfrentarse a una serie de barreras institucionales y prejuicios arraigados. La experiencia compartida entre artistas, especialmente entre mujeres, se convierte en un refugio vital en medio de un panorama a menudo hostil y excluyente. La exposición colaborativa en el Museo de Arte Contemporáneo Juan Soriano, creada por Daniela Romero, recién graduada con honores de la Facultad de Artes, y Pamela Zubillaga, una artista consolidada, sirve como un testimonio poderoso de la lucha contra el nepotismo, la exclusión y los estereotipos de género en el mundo del arte.

Mentí, dije que era pintora es un proyecto que ha cobrado vida con una riqueza de significados. Por un lado, amalgama las voces individuales de ambas y fusiona sus estilos para tejer una narrativa visual que aborda una amplia gama de temas, desde cuestiones de género, el dinero, la negritud y las memorias. Por otro lado, la obra es también una protesta contra las instituciones artísticas que han relegado a las mujeres a lo largo de la historia del arte. Según Daniela Romero, estas instituciones apenas han comenzado a abrir sus puertas a las mujeres artistas en los últimos años, brindándoles finalmente la oportunidad de exhibir su talento y perspectiva.

En entrevista para la Jornada Morelos, realizada durante una visita guiada a la obra, Daniela Romero compartió sus experiencias sobre el proceso de trabajo en estas piezas y los desafíos que enfrenta una joven artista en el mundo del arte.

Trabajar con una figura como Pamela Zubillaga ha sido para Daniela Romero una experiencia gratificante. “Desde el principio fue muy amorosa y todo el tiempo me enseñó todo lo que sabía, sobre pintura, sobre técnicas de pintura, pequeños hacks de la pintura que siempre a una, aunque sepa mucho, se le olvidan o se le pasan”, comparte Romero. La conexión entre ambas artistas durante el proceso fue palpable, revela: “creo que ambas nos abrimos en el aspecto de que nos contamos toda nuestra vida, todas las dificultades que hemos tenido a la hora de movernos en el mundo del arte en México”. Esta intimidad y la capacidad de comparar y compartir experiencias personales es lo que infundió vida y alma a la exposición. Para Romero, este proyecto representa una manifestación de fuerza y solidaridad entre mujeres creadoras: “el hecho de que podemos tener apoyo en otras mujeres también creadoras y nosotras también dar ese apoyo, es todo esto”.

Durante la entrevista, Daniela subrayó la falta de reconocimiento y valoración que a menudo enfrentan las mujeres en el ámbito artístico, especialmente en lo que respecta a saber cuánto vale su trabajo, cómo establecer precios y cómo promocionarlo adecuadamente. Esta percepción, según ella, ha relegado a las mujeres a un lugar secundario en los museos, donde su presencia se considera más resultado de la casualidad que del mérito. Debemos “pensar en que como mujeres sí somos merecedoras de estos espacios y de que, si los necesitamos, y que nosotras estamos haciendo favores más que los museos dándonos favores”, afirma.

En este sentido, Daniela Romero destaca que existe una relación colaborativa entre museos y artistas, ya que ambos se benefician mutuamente. Los museos requieren de la creatividad y la obra de los artistas para atraer visitantes, así como para enriquecer su colección y obtener apoyo económico de diversas fuentes.

Y para añadir una dimensión adicional, ser joven y emergente en el mundo del arte complica aún más las cosas. Antonio Outón, curador de la exposición, describe este desafío en el rótulo explicativo de la obra al relatar el arduo camino que muchas artistas jóvenes, como Daniela, recorren en busca de posibilidades. A pesar del talento y la dedicación evidentes, las oportunidades son escasas. Daniela Romero confirma esta experiencia y describe el nepotismo como algo muy presente en el mundo del arte. Según su experiencia personal, “es como una piedrita más que te ponen y que te hace muy difícil avanzar poco a poco”.

La mayoría de los materiales utilizados en esta exposición parecen poco convencionales y difieren de los típicos cuadros en bastidores que suelen exhibirse en galerías o museos. La diversidad de materiales incluye cartulinas, pintura acrílica, pintura en aerosol, cuentas, estambres, hilos, listones y otros elementos. Al respecto, Daniela afirma que es necesario comenzar a pensar en la pintura desde perspectivas alternativas, adoptando un enfoque en el que se diga “no importa con qué, pero voy a crear”. Además, destaca cómo esta diversidad de materiales refleja las limitadas recursos que las instituciones proporcionan a las mujeres para crear arte.

Por último, la artista Daniela Romero expresa su entusiasmo con respecto a la exhibición de su obra en el Museo de Arte Contemporáneo Juan Soriano. Antes, la idea de exponer en dicho museo le parecía inalcanzable y difícil de imaginar. Sin embargo, ahora ha cambiado su perspectiva al respecto. Cree firmemente que esto representa una apertura de oportunidades para cualquier mujer pintora, artista o creadora, quienes pueden afirmar convencidas: “yo tengo mi lugar en ese museo porque me lo tienen que dar”, y así reconozcan la importancia y el valor de su propia contribución al mundo artístico.

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