Gina Batista, especial para La Jornada Morelos

Es la chilena más mexicana que conozco, su andar no es lento, está llena de vitalidad – la mirada es chispeante y a sus 88 años, Gabriela Videla, maestra, periodista y escritora, dejará como parte de su caminar por la vida el haber iniciado en Morelos la Fundación Comunidad – extraordinaria organización que consigue recursos para fondear ONG en nuestro estado- y haber sido también la mano derecha en prensa del controvertido obispo Sergio Méndez Arceo – cuya memoria y testamento político recopiló en el libro Sergio Méndez Arceo, un Señor Obispo (editado en 1982 por el importante Semanario Correo del Sur).

A 50 años del golpe militar en su país – suceso que la tomó en un viaje de trabajo y no pudo volver sino años después- Gabriela se asentó en Cuernavaca hasta hoy y en lugar de llorar permanentemente las heridas de su tierra, decidió seguir nuevos caminos y reconstruir sus cimientos en Morelos. Menudita y de cabello gris, maneja un auto compacto rojo: toma, da clases y continúa construyendo senderos, aterrizando ideas y sembrando comunidad.

“Vengo de una familia obrera de gran lucha, de una madre campesina (empleada doméstica hasta que se casó) y una familia de nueve hijas que se hizo con el compromiso mío y después de toda mi familia. Compromiso, se llama el tema” – afirma con esa seguridad que pareciera que siempre ha tenido.

“- Uno nunca sabe qué esperar de la vida; mi vida se ha ido dando por mi participación en varias ONG y redes, fui delegada a Inglaterra e India para aprender cosas, hice un viaje a Canadá sobre la realidad mexicana/ chilena y empecé a editar revistas a los 15 años con los movimientos de los jóvenes y mujeres en Chile. Como parte del trabajo de las Comunidades de Base, iniciamos el programa de las arpilleras – las mujeres bordaban su realidad en telas- realidad que plasmaba violencia, carencia y la vida que las rodeaba en colores contrastantemente brillantes . Esas arpillas conseguimos que muchos extranjeros las compraran y después se les otorgó su valor y logramos que terminaran en Chile en el Museo de la Memoria.

Converso con Gaby en el Dragón de Jade, donde se respira tranquilidad y en donde ella toma algunos cursos

Gina Batista (GB): Once de Septiembre de 1973… 50 años del golpe militar en Chile y esto es recordado por muchos países, entre ellos México. Una herida de la que nacieron muchas cosas, que te provoca esta fecha?

Gabriela Videla (GV): “Muchos sentimientos muy encontrados, algunos recuerdos muy tristes y a veces la situación raya en la desesperanza aunque yo he trabajado por la esperanza. La angustia de las mujeres con sus esposos detenidos en las cárceles, la desinformación, el no saber…

“Yo estaba en un viaje con la familia para resolver situaciones de trabajo y les puedo narrar el momento en que los niños pequeños estaban viendo la televisión y vieron las imágenes de los tanques entrando en la Moneda y, pues, el susto de los niños, tristeza terrible de los adultos y cuando llegó el momento de la muerte de Neruda – ellos sabían quién era, sabían que era un poeta- y llegamos a la conclusión que Neruda había muerto de tristeza, finalmente también ahora se sabe que lo envenenaron.

“Yo no quería estar en Estados Unidos: sabía exactamente qué pasaba, quién había implementado el golpe. Pero la vida a veces se conduce por un sentido mágico y nos va llevando el Universo -o Dios, como lo queramos decidir- y resulta que una mujer con la que me había entrevistado en Chile, por el trabajo de las arpilleras, me invitó a un evento.

“A alguien de México planteó la posibilidad de trabajar aquí como periodista con las mujeres en las colonias populares. Llené mis documentos y llegamos. Así nació mi primer proyecto mexicano la revista: María liberación del pueblo (Morelos, 1975). Estuve un rato tratando de trabajar tras un escritorio pero no pude, me fui con las mujeres de las comunidades de base; fueron ellas las que decidieron como querían la revista, la asumieron, allí nació el título y la filosofía de la revista, la cual guarda el sentido de reflejar y analizar la realidad, y de actuar para superarla.

“Ese el mismo método que yo aprendí en las comunidades de base a los 15 años en un movimiento juvenil que se llamó la “Juventud Obrera Católica”. Inició en los años 50 como un movimiento internacional en Bélgica, cuando estaba el capitalismo voraz de los primeros tiempos, entonces, un sacerdote -que fue una persona muy importante en mi vida-, vio a la gente disputarles la comida a los perros, y dijo: “¡eso no puede ser!”, e inició ese movimiento con una perspectiva social de darle a los obreros un papel y una voz y ver por sus derechos de forma importante.

“Mi padre era obrero gráfico y así me formé yo como dirigente, de jovencita y llegué a ser presidenta. Encontré el mismo sentido en las mujeres que trabajan en las comunidades de base y, en 1974, al llegar a Cuernavaca, me hice a un lado al año y medio.

“Les expliqué cómo se hacía un reportaje y ellas empezaron a escribir con faltas de ortografía – hubo una vez que apareció un número de la revista ¡con 500 faltas de ortografía!- y fue genial porque en ese momento la directora, que era una de ellas, me preguntó ¿y, que va a pasar? ¡si así escribimos nosotros! Era un medio totalmente de ellas.

“Al principio colaboraron algunos universitarios pero ellas dijeron: ‘nosotras podemos’ y ya no hizo falta más de la asesoría universitaria. Yo me quedé porque me reconocían como fundadora y hoy ya muchas de ellas fallecieron, y yo soy una sobreviviente. Es un trabajo que hicieron por 22 años y ganaron un premio internacional por su trabajo local. Con el pretexto de esa publicación, hicieron sesiones de análisis de la realidad por muchos lugares en Morelos, fomentaban la salud natural, apoyaron cooperativas de bordadoras y productos naturales. Hicieron muchas acciones que no hice yo, yo lo empecé pero derivó en un proyecto y el caminar fue totalmente de ellas”.

Relata Gaby mientras lee la emotiva carta agradecimiento de Aida Moreno, de una de estas mujeres de la cooperativa de la revista.

Sergio Méndez Arceo: un Señor Obispo

Gaby conoció al Obispo Sergio Méndez Arceo en Chile abril de 1972 durante las tensiones políticas y económicas, y los agresivos brotes de la derecha chilena que se rearticulaba para impedir el socialismo del doctor Salvador Allende y la coalición de partidos de la Unidad Popular.

El clérigo mexicano fue el único Obispo que asistió al Encuentro de Cristianos por el Socialismo y su llegada a Santiago fue un alivio: al menos no se podría calificar la reunión como disidente y se prestó a fungir como puente con la jerarquía eclesiástica chilena.

Gabriela Videla vivió, atestiguó y fue parte de esa etapa extraordinaria en que Morelos fue epicentro del movimiento de Gregorio Le Mercier, Iván Illich y Sergio Méndez Arceo.

En su libro que, Gaby confiesa, tuvo la fortuna de ser seleccionada por el propio Méndez Arceo para escribirlo, aunque ya que era un personaje rodeado de intelectuales y plumas muy valiosas, por muchos meses don Sergio le dijo que se haría el tiempo para sentarse a conversar pero estaba tan ocupado que la fecha simplemente pensó que no llegaría nunca. Fue una tarde cualquiera cuando alguien llamó a la puerta de su departamento y para su sorpresa al abrir se topó con el Obispo. La historia está relatada en las 202 páginas del libro que va en su segunda edición y que actualmente es casi imposible conseguir.

“Don Sergio no era bien recibido por la mayoría del Episcopado porque su Diócesis era muy orientada hacia lo social, si no hubiera sido así, habría quedado una especie de orfandad, ya que siempre había gente que no necesariamente trabajaba con la iglesia, pero sí con comunidades, grupos y sindicatos. Encargada por el Obispo me tocó fundar el Centro de Encuentros y Diálogos, que era un centro de educación popular que duró muchos años.

“Trabajé con cooperativas y después me transformé en una persona que muchas organizaciones me buscaron para tratan de encontrar fondos. Hace 27 años conocí esa idea de las fundaciones comunitarias -que es una idea europea y canadiense- donde los empresarios, la sociedad, aporta para que todos estemos mejor. Poco a poco se formó Fundación Comunidad y ayuda a empoderar a quien tiene un proyecto para que crezca y tratar de entusiasmar a la sociedad para que sea parte de ese progreso y lo construya”.

GB: ¿Quée lección deja el golpe militar en Chile?

GV: “A través de las pocas intervenciones que he tenido en el exilio estoy haciendo un escrito donde contaré algunas cosas que padeció el país en este golpe militar. Hablo de mi relación con el exilio con un recuento de cosas sencillas, de cómo ha sido mi relación con el trabajo educativo allá con la gente, trabajo de despertar conciencia y de lo que somos y el país que nos merecemos.

“Cuando se entroniza un poder por las armas, pasan cosas terribles y cuesta mucho recuperar la democracia; podría decir que Chile no la ha recuperado… yo diría que Chile no ha recuperado su alma, se la dañaron. Sigue el poder sobre el otro como lo único que vale y si no, las armas.

“Todos los pueblos deberíamos encontrar la civilidad para vivir. Porque ¿necesitamos que unos posean todo lo que existe en el país -toda la riqueza- y los otros pobres que no tienen suficiente agua ni comida? Pasar tantos años de miseria en tantas comunidades no es justo, no es humano.

“¿Cómo podemos querer sociedades inhumanas? formemos sociedades humanas donde todos tengamos lo básico y cuidemos a los niños y a los jóvenes.

“No quiero jugar a la desesperanza pero creo que hay que luchar por ver la esperanza de días mejores. No perder la memoria, eso qué pasó no puede olvidarse…”.

Deben ir las dos ilustraciones por favor, aunque sean pequeñas