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• Inspirada en texturas de Morelos, Ángela Gurría abrió camino para las escultoras mexicanas

Antimio Cruz

Habitante destacada de la ciudad de Cuautla, escultora que se sobrepuso al machismo hasta ser la primera mujer en ingresar a la Academia de Artes de México y ganadora del Premio Nacional de Artes en 2013; la escultora Ángela Gurría falleció el viernes, a los 93 años después de un fértil recorrido biográfico. 

Una de sus últimas exposiciones magnas fue albergada en Cuernavaca en 2019, cuando el Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano (MMAC) reunió y presentó doscientas obras suyas.

Quizás sin conocerla, muchas personas han visto la escultura que hizo para los Juegos Olímpicos de 1968, localizada en el trébol de Avenida Insurgentes y Periférico Sur, en la Ciudad de México, que parece dos grandes colmillos de elefante (uno blanco y otro negro) que se llama “Señales”. 

Pero su obra es más vasta y, debido a que su trabajo es abstracto, los estudiosos de su obra subrayan que fue importante la influencia que ejercieron en ella las texturas y formas de la naturaleza que rodea Cuautla, donde vivió largas temporadas, aunque su linaje familiar proviene de Chiapas.

Desde el punto de vista de la lucha de género, su historia es ejemplar: entre los 20 y 30 años de edad tuvo que firmar su obra con nombre de hombre: a veces como Alberto Urría y,en otras, como Ángel Urría

Pero la calidad de su trabajo, reconocida por ingenieros, arquitectos y escultores de la talla de Juan O’Gorman o Abraham González, demostraron que ella había forjado un nombre con derecho y nombre propio. Mujer ejemplar, deja un legado artístico entrañable.

 

 

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