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El problema del odio contra la otredad es parte de las lamentables raíces de la civilización. Los crímenes y persecución contra quienes se perciben y son percibidos como diferentes por los grupos con poder simbólico o instrumental, han acompañado a la humanidad desde las primeras sociedades, negando la posibilidad de paz y desarrollo a quienes han sido marginados, en una barbarie que niega por sí misma el concepto de civilización.

No se trata de un enojo, que resultaría común en cualquier forma de convivencia social, sino de un fantasma mucho más grave y duradero, alimentado por motivaciones erróneas, experiencias reales o no, y emociones que lo hacen aflorar. El odio busca de forma persistente la aniquilación y el mal de la otredad; intenta atribuir al otro las fallas, carencias, y frustraciones del grupo dominante.

El odio contra las comunidades sexualmente diversas busca asideros argumentales en la religión, la pseudociencia y otras doctrinas, aunque su origen parece estar más en el miedo de los males y perversiones que, en el interior de quienes odia, son evidenciadas por la comunidad odiada. La idea de lo correcto, un instrumento que se supone necesario en la construcción civilizatoria, está en el centro de la educación de todos; pero también aparece de una forma perversa como la raíz del discurso de odio, alimento de los crímenes y barbaridades más censurables cometidas por individuos o comunidades.

Curiosamente, lo que ha quedado demostrado en la historia de la humanidad es que la tolerancia y la convivencia entre los núcleos sociales con la otredad, genera espacios de enorme evolución social y prosperidad, además del impulso a las ciencias y las artes, como en la Grecia Clásica, la Roma Republicana, la Europa Renacentista.

Morelos, por sus características demográficas, geográficas y socioculturales, tendría que ser un ejemplo de esa tolerancia, sin embargo, la historia evidencia que, salvo por algunos períodos de notable armonía, el odio contra grupos sociales específicos como las mujeres y las comunidades de la diversidad sexual se sigue imponiendo al ambiente de tolerancia que sería deseable en el estado.

En Morelos, la lucha de las comunidades LGBTIQ+ ha logrado avances relevantes durante los últimos años, pero poco se ha hecho desde el gobierno y la sociedad por detener el discurso de odio y fortalecer la convivencia incluyente en los espacios públicos y de trabajo, lo que ha permitido que la violencia contra quienes tienen una identidad sexual diversa permanezca como uno de los imperdonables pecados sociales de Morelos.

El Festival PRIDE Morelos de este fin de semana fue un espacio para visibilizar lo que deberíamos tener presente siempre: somos una sociedad diversa y en ello encontramos gran parte de la riqueza que nos ha sido negada, a veces por nosotros mismos.