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Después de tres años de zozobra, la Organización Mundial de la Salud decretó el fin de la emergencia sanitaria internacional causada por el COVID.

Cuando se decretó, el 30 de enero de 2020, solo se sabía que era una nueva enfermedad potencialmente mortal y de alta transmisibilidad, hasta ayer, después de mil 191 días y 6.9 millones de decesos a nivel mundial, no podemos echar las campanas al vuelo.

El COVID puso a prueba las organizaciones sanitarias de las naciones y la capacidad de los gobiernos para enfrentar un escenario de emergencia en el que las economías locales eran arrastradas por las economías regionales y todas enfrentaban una desaceleración global porque incluso el comercio internacional se tuvo que frenar para evitar la propagación de la enfermedad.

Los resultados han sido diversos, pero algo es cierto: el COVID no solo infectó a seres humanos, enfermó también a economías y sistemas de producción enteros.

Ahora la pandemia da paso a una enfermedad sistémica, es decir, que estará latente entre nosotros y que su peligrosidad se mantendrá acotada mientras nosotros así lo decidamos, tal y como ya lo hemos hecho con enfermedades como la viruela y la polio que últimamente han presentado nuevos brotes por la cuestionable creencia de algunas personas que los niños están mejor y son más libres sin vacunas.

Las vacunas contra el SARS-CoV2 llegaron para quedarse. Hay que tener claro que no se venció al virus -el cual ha demostrado una asombrosa capacidad de mutación- sino que, simplemente, hemos reforzado nuestros organismos y se ha detenido la infección indiscriminada, pero sigue evolucionando, aunque su seguimiento ahora se les ha facilitado a los científicos gracias a estos tres años de incesante estudio.

Aún habrá enfermos y desafortunadamente aún habrá decesos por el COVID, y es preferible que nos hagamos a la idea de que la “nueva normalidad” -lavarse insistentemente las manos, evitar saludos de beso, usar gel antibacterial y seguir utilizando cubrebocas en lugares concurridos con ventilación pobre- es ya la normalidad a secas. En su declaratoria, la OMS le recordó que ha habido recientes repuntes en el Sudeste Asiático y en el Medio Oriente.

Qué bueno que vivimos el fin de la pandemia y lo podamos contar, pero en honor de los millones que no lo pudieron hacer, hay que evitar que reaparezca y que las generaciones futuras recuerden cuando sus padres y abuelos no sabían cómo usar correctamente un simple cubrebocas que, si, también debe cubrir la nariz.

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