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Héctor H. Hernández Bringas*


Las Buscadoras de desparecidos en Morelos han seguido, como siempre, en la incesante búsqueda de sus familiares. En pocos casos encuentran pistas promisorias; en otros, fosas clandestinas. El profundo dolor, la desesperación y la inoperancia de las autoridades las enfrentan a esta dura labor.
La desaparición de personas, junto con los homicidios y feminicidios, es una de las grandes tragedias que vive el país, resultante de la inseguridad que prevalece desde hace años. Se tata de crímenes que socavan a las personas, a las familias y a la sociedad entera. La Comisión Nacional de Búsqueda, registra más de 100,832 personas desaparecidas no localizadas desde los años sesenta, pero tan solo en los últimos 5 años, se han registrado más de 45 mil.
Desde luego que el estado de Morelos no es ajeno a esta problemática, muy por el contrario. En lo que va del siglo se han registrado 2,091 personas desaparecidas que no han sido localizadas, pero 1,638 de esas desapariciones ocurrieron entre 2018 y 2022: ¡¡EL 78 POR CIENTO!!
En la gráfica se aprecia con toda claridad esta lamentable tendencia: a partir del cambio de administración en el ejecutivo estatal, se dio un disparo exponencial de estos crímenes. ¿coincidencia? No parece ser así. A la larga lista de delitos, se acumulan desapariciones año con año, así como también se acrecienta la incapacidad institucional para procurar justicia.

Fuente: Comisión Nacional de Búsqueda de Personas (CNB): Sistema Único del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas.
La desaparición de personas tiene peculiaridades en nuestra entidad: el 40 por ciento son mujeres (contra el 25 por ciento nacional); es decir, en Morelos la desaparición afecta de manera especial a las mujeres. Casi la mitad de las las desaparecidas en el estado tenía entre 10 y 20 años de edad (contra el 39 por ciento nacional). Entre hombres el patrón es diferente: tanto en Morelos como en el país, el 85 por ciento de los varones tenían más de 20 años al momento de su desaparición. Estas diferencias entre los sexos nos hablan de que muy seguramente detrás de la desaparición de un hombre y de una mujer, existen distintas motivaciones. La desaparición de mujeres es otra de las facetas dramáticas de la violencia por razones de género.
La desaparición de personas debiera ser considerada un crimen de lesa humanidad. Es muy probable que el incremento de este fenómeno esté ligado al escalamiento del crimen organizado, aunque la desaparición especialmente de mujeres jóvenes es indicativa de motivaciones de género. El estado, por colusión u omisión debe cargar también con la responsabilidad de estos crímenes. Las madres buscadoras de Morelos han realizado una intensa y sufrida labor por encontrar a sus hijos e hijas clamando: “los queremos vivos o muertos”. Las autoridades incompetentes e insensibles ante ese drama no dan respuestas.

*Investigador del CRIM/UNAM en Morelos

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