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Con saludos cordiales para Medardo Tapia Uribe, brillante analista

En los últimos días los morelenses hemos experimentado una serie de situaciones que hacen pensar en la forma en que las instituciones y los gobernantes desempeñan su trabajo y el papel que en todo ello juega la ciudadanía.

Primero, se escatima regularizar la situación de los ejidos sobre los que se construyó, hace ya tres lustros, la autopista Siglo XXI; los ejidatarios protestan una y otra vez a lo largo de las semanas, cierran la autopista, organizan marchas sobre ella y finalmente deciden dirigirse hacia la Ciudad de México, al Palacio Nacional, sobre la autopista, pero a pie.

Desde luego el caos fue mayúsculo, justo lo que los ejidatarios -y cualquiera que proteste- esperaban lograr para llamar la atención de las autoridades que solo atinaron a abrir vialidades para los automovilistas que terminaron por llegar a la Ciudad de México en trayectos que a algunos les tomó cinco horas concluir.

La Guardia Nacional hizo el papel de agente de tránsito para dirigir a los viajeros de la autopista a la carretera federal a la altura de Tres Marías, considerado uno de los focos rojos en el estado, pero no los protegió ni advirtió de la emergencia a los automovilistas que ya usaban la carretera federal.

En Tres Marías se originó otro caos, hubo accidentes y, lo que es peor, muchos fueron víctimas de ladrones que usaron piedras para detener los autos para asaltar a sus ocupantes sin que hubiera personal de seguridad a la vista.

Todo esto a pesar de que los ejidatarios anunciaron con anticipación que realizarían su caminata y que todos sabemos cómo se las gastan en Huitzilac.

También hace poco, la Fiscalía Anticorrupción permitió que el ex edil de Cuernavaca continuara su proceso en casa a pesar de que en una ocasión intentó fugarse, tampoco ha decidido judicializar más de 30 denuncias adicionales que ha interpuesto el actual ayuntamiento de Cuernavaca y ese mismo exfuncionario ve cómo pasan los días sin que el Congreso atine a iniciar un juicio político en su contra. Y en medio están los trabajadores del SAPAC que no pueden obtener prestaciones por las cuotas que adeudan.

Finalmente, la gente está detrás. En las iniciativas de ley, en las decisiones ejecutivas que se toman o en los planes de gobierno que se piensa poner en marcha, la ciudadanía ha sido, y será, la caja de resonancia de triunfos, pero principalmente, de fracasos, que son los que más abundan.

Este tipo de situaciones pueden generar enojo, indignación o molestia, pero también pueden originar la duda sobre el papel que la ciudadanía ocupa cuando se toman decisiones erróneas o inoportunas, se ejecutan medidas solo por salir del problema inmediato o de una forma incompleta, y se juega con la ley como si nadie estuviera mirando.

En algún momento la ciudadanía deberá asumir en la realidad el lugar central que le corresponde y no solo como le dicen que es en las fantasías de los tiempos electorales.

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