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Agua, prosperidad y paz

 

La inseguridad hídrica puede agravar la pobreza y la desigualdad, las tensiones sociales y los conflictos, por el contrario, construir un futuro seguro y equitativo con respecto a los recursos hídricos refuerza la prosperidad y la paz para todos.

El 22 de marzo pasado, con motivo del Día Mundial del Agua, se publicó el Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2024, esta vez se titula “Agua para la prosperidad y la paz”.

Este informe es elaborado por el Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos de la ONU, encabezado por la UNESCO, y se enfoca en las complejas interrelaciones que existen entre la gestión sostenible de los recursos hídricos, la prosperidad y la paz. Describe cómo el progreso en uno de estos ámbitos puede tener repercusiones positivas y a menudo esenciales en los otros.

La demanda de agua ha estado creciendo a un ritmo impresionante durante las últimas décadas, del orden de un 1% al año, impulsado por una combinación de aspectos entre los que destaca el desarrollo socioeconómico y los cambios en los patrones de consumo derivados de este, como el mayor consumo de bienes y servicios o el tipo de alimentación.

A pesar de que la agricultura concentra aproximadamente el 70% de las extracciones de agua, los usos domésticos e industriales también contribuyen como los principales motores de la creciente demanda de agua. Los efectos del crecimiento demográfico son de gran impacto a nivel local, a medida que las economías se industrializan, las poblaciones se hacen más urbanas, la demanda de agua aumenta y es necesario ampliar los sistemas de abastecimiento, a veces trayendo agua desde otras cuencas o sobreexplotando los acuíferos.

Según Naciones Unidas, actualmente casi la mitad de la población mundial sufre escasez de agua al menos durante parte del año. Una cuarta parte de la población mundial se enfrenta a niveles de estrés hídrico extremadamente altos y utiliza más del 80% de su suministro renovable anual de agua.

Por otra parte, los datos sobre la calidad del agua siguen siendo escasos en todo el mundo. Especialmente en muchos de los países menos desarrollados de América, Asia y África, que cuentan con menos capacidad de monitorización y comunicación de datos.

No obstante lo anterior, es innegable el problema de la contaminación de las aguas, y aunque es generalizado, se distinguen diferencias respecto a las causas. En los países más pobres, la mala calidad del agua se debe principalmente a los bajos niveles de tratamiento de las aguas residuales. En cambio, en los países más desarrollados, el riego agrícola constituye el problema más grave.

Recientemente, ha venido creciendo la preocupación por los llamados contaminantes emergentes, entre los que se incluyen las sustancias per y poli fluoroalquiladas (PFAS), productos farmacéuticos, hormonas, sustancias químicas industriales, detergentes, cianotoxinas y nanomateriales. En todas las regiones se han hallado altas concentraciones de antibióticos debido a un tratamiento insuficiente de las aguas residuales procedentes de los hogares, de la ganadería y de la acuacultura.

Por otra parte, en todo el mundo han ido aumentando los registros de precipitaciones extremas, así como la frecuencia, duración e intensidad de las sequias meteorológicas. Se prevé que el cambio climático intensifique el ciclo hídrico global y que siga aumentando la frecuencia y la gravedad de las sequias e inundaciones.

El agua puede ser elemento de paz y prosperidad, o todo lo contrario.

*Profesor, consultor y gerente general de AQUATOR